Las ideas del nazismo no fueron erradicadas completamente de la mente de la sociedad alemana que ahora se ve amenazada por las creencias de un movimiento cuyas actividades toman cada vez un giro más radical.

Con una población de unas 6.000 personas, Zossen es una típica ciudad pequeña lejos de las grandes industrias y los centros financieros. La vida aquí es tranquila y pacífica pero todo cambió con la aparición de los neonazis. En las últimas elecciones parlamentarias locales obtuvieron el 3% de los votos.

Los activistas indican que es fácil para los neonazis reclutar a nuevos miembros, especialmente entre los jóvenes desilusionados y rechazados por la sociedad. Con poca infraestructura y pocas perspectivas, a veces es el aburrimiento lo que les lleva a lo extremo.

Y esta amenazante tendencia no es propia de una pequeña ciudad. Miles de neonazis se agrupan para marchas anuales en Dresde, a menudo enfrentándose a las fuerzas de seguridad y los activistas antifascistas. En noviembre la Policía alemana capturó a dos supuestos miembros de una célula terrorista neonazi involucrados en el asesinato de, al menos, 10 extranjeros.

Pero los analistas aseguran que el aburrimiento no es una excusa, son los problemas financieros los que empujan a la gente a unirse a estos grupos.

La crisis económica provoca la crisis en la sociedad y, si no se resuelve, surge la rabia. Pero ahora la rabia es aumentada por la propaganda racista e incluso por grupos neonazi.

Alemania puede enfocarse en gastar miles de millones en salvar a la zona euro de la crisis, pero ignorar los problemas internos puede costarle muy caro. Si la solución se hace esperar, el país se encontrará a punto de repetir uno de los peores errores de su pasado.

En este contexto se reabre la posibilidad de prohibir el Partido Nacional Democrático, que se destaca por su violencia, como ha pedido la canciller alemana, Angela Merkel.