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Expertos del Museo del Meteorito, orgullosa y única institución chilena, enseñan las claves para diferenciar una piedra común y corriente de lo que podría ser un auténtico viajero espacial que aterrizó en su jardín.

Durante las noches de la última semana las miradas de los chilenos se dirigen con mayor frecuencia al cielo tras el avistamiento de meteoritos de increíble destello que iluminaron Talca e Iquique. Pero para ver con detenimiento, e incluso tocar una de estas rocas extraterrestres en nuestro país existe un original Museo del Meteorito en la IV Región.

A primera vista parecen piedras o bolones, pero los meteoritos del catálogo de Rodrigo Martínez de Los Ríos, suman más de tres mil piezas (cada una de millones de años de antiguedad) que han sido certificadas por la NASA y otras Universidades especializadas en el tema como la UCLA.

Aunque Rodrigo es biólogo marino, su pasión por los meteoritos lo sacó del agua y lo llevó a los desiertos desde hace casi treinta años. Tiempo en el que se ha dedicado a cazar y clasificar estos compuestos estelares. Incluso se ha dado el tiempo y el trabajo de gestar el primer museo de la especialidad donde pueden verse, tocar y conocer de primera fuente cómo son estos meteoritos y su historia.

Un meteorito en el jardin

Cuenta que actualmente es mucha la gente interesada en el tema que se acerca a su museo. Jóvenes y ancianos fascinados con palpar una de estas rocas de viaje incansable desde distancias ignotas. A simple vista y con un ojo relativamente entrenado pueden identificarse minerales como el hierro, cobre u oro presente en ellas. Se puede inferir también qué tipo de choques han experimentado en su carrera o, si es que fueron halladas en pleno desierto, puede aproximarse un tamaño original de la pieza o su trayectoria, dicen los expertos del museo. Ese tamaño puede ser del de un grano de arena hasta insospechado y terrorífico diámetro.

Cuando este material fragmentado entra a la atmósfera, lo hace con fanfarria: las piedrillas estelares caen a 72 kilómetros por segundo elevando su temperatura a cinco mil grados o más, dependiendo del tamaño pueden generar un formidable estallido o destello. Finalmente, si es que no se desintegran, llegan al suelo en forma de una . Para los que busquen restos del espacio en el camino a casa o en el patio, sería raro dar con uno.

Burbujas amarillas
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Pero es muy probable que en el patio de atrás de la casa haya una roca oscura, brillante o de extraordinario peso que provenga desde muy lejos. Una prueba sencilla para saber si una piedra es en realidad un meteorito es fijarse en su magnetismo, acercarle un metal u otro imán y notar la fuerte atracción propia de los magnetos, algo inusual en rocas terrestres, pero propio de meteoritos ricos en hierro.

También los meteoritos tienen a la vista unas formas circulares como burbujas amarillas llamadas condritos que son estructuras especificas que se forman en el espacio y que son una marca de las piedras que estuvieron en contacto con el Big Bang, casi. Una piedra de un planeta "joven" como la tierra nunca va a tener una de esas figuras. Otra marca identitaria de los meteoritos son rayitas paralelas como halos de velocidad que también son específicas porque se forman por un brusco enfriamiento del metal después de esta sometidas a grandes temperaturas. Un enfriamiento que no ocurrió a través de miles de años como en la tierra, sino en instantes.