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© BBCLa conexión con el mundo civilizado no siempre es positiva para los científicos destacados en la Antártica.
La Antártica sigue siendo un lugar difícil e inhóspito para trabajar y vivir, pero los tiempos modernos han sido testigos del aumento en el flujo de personas que "pasan allí el invierno", capaces de capear las condiciones adversas con sólo unas pocas comodidades caseras.

El médico radicado en la estación Concordia de la Antártica, Alexander Kumar, originario de Derbyshire, Reino Unido, reflexiona en este artículo sobre lo que el correo electrónico y las redes sociales han hecho para añadir calidez a las condiciones heladas.

Soy un médico británico que actualmente vive y pasa el invierno en la Antártica como parte de un equipo europeo de 12 personas.

Estamos en Concordia, una estación de investigación franco-italiana y uno de los puestos más remotos ocupados por seres humanos, ubicado en el "medio de la nada de la Antártica" bajo las condiciones ambientales más extremas de la Tierra.

Mientras camino bajo un cielo polar lleno de estrellas, me pregunto qué habría puesto el explorador anglo-irlandés Ernest Shackleton en la red social Twitter o cómo habría actualizado su estatus en Facebook: "Shackleton está... hundido... ¡Ayuda!", si su expedición hubiera sido capaz de comunicarse con el mundo que había dejado atrás.

En febrero de este año parte de la tripulación salió a despedir al último avión que despegaba hacia el amanecer. La próxima aeronave no llegará hasta noviembre, si es que llega.

Nunca olvidaré el momento, conforme me encontraba en ese grupo, saludando, en que tomé una fotografía y pensé que eso era lo más cercano que alguien puede estar de sentir lo mismo que sentían los miembros de la tripulación de Shackleton que quedaron atrás en la Isla Elefante.

Aquí estamos, 100 años después, viviendo en la Antártica, bajo una nube de incertidumbre similar, esperando a que regrese nuestro enlace con la civilización.

Como los hombres que quedaron en la Isla Elefante, permanecemos igual de inalcanzables físicamente pero no tan fuera de contacto.

Desde la expedición de Shackleton, la revolución tecnológica en las comunicaciones modernas permite una amplia cobertura telefónica por satélite y ha aumentado las capacidades de internet.
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© DesconocidoLas condiciones climáticas de la Antártica han sido devastadoras para muchas expediciones.
Esto ha beneficiado a muchas comunidades que viven aisladas en todo el mundo, desde Nome, en Alaska, hasta los equipos de investigación que pasan meses del año en lugares como Concordia.

Ventajas de la tecnología...

Como actual médico de una estación aislada, doy gracias por poder consultar casos médicos difíciles o complicados desde la Antártica con especialistas en Europa, a través de la telemedicina.

Desde aquí podemos enviar datos científicos, seguir las noticias o satisfacer nuestra curiosidad confirmando la temprana y predecible eliminación de Inglaterra de la Eurocopa 2012 de fútbol así como recibir actualizaciones de los seres queridos.

Yo mismo disfruto recibiendo fotos de mi perro que dejé en casa con tan sólo tres meses. Ahora ha crecido y ha sido interesante utilizar su desarrollo como forma para calcular mi tiempo de estancia fuera de casa.

... y sus riesgos

Sin embargo, debo añadir que este lujo en la comunicación conlleva un riesgo potencial.

En esta situación, como la tripulación de Shackleton, he observado en los últimos meses cómo nuestro equipo se ha unido más, con bromas e historias sobre experiencias pasadas.

Una respuesta natural en cualquiera de estos equipos es desarrollar la idea de que la gente distante es incapaz de comprender el estrés del confinamiento, el aislamiento y las privaciones que experimentamos aquí.

También me he dado cuenta de que la mayor parte de los problemas que surgen entre miembros del equipo durante el largo invierno en las bases de la Antártica a menudo no están causados por problemas internos de la base sino que llegan "desde el aire", en la larga noche polar, a través del correo electrónico, Facebook, Twitter, el teléfono, videoconferencias, textos o cualquier otra forma de redes sociales.
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© DesconocidoGracias a la tecnología, se pueden enviar datos científicos directamente desde la base.
Como misiles de precisión, buscan un objetivo y explotan, causando un daño máximo en la base. Cada equipo se tiene que encargar de arreglar el desaguisado.

El potencial para el desastre es una amenaza permanente y es algo que, estadísticamente, siempre ocurrirá, aunque sea sólo por la cantidad de personas que viven en la Antártica en la actualidad.

No es cuestión de si llegarán las malas noticias, sino de cuándo lo harán y para quién.

Las malas noticias siempre llegan

Hasta ahora hemos sido muy afortunados en este sentido. Siempre recordaré una excepción. Un miembro anónimo de la tripulación fue dejado por su pareja mientras estaba en uno de estos puestos. Por si fuera poco, ocurrió el día de Navidad.

En este trabajo, durante el período de nueve meses de aislamiento completo desde febrero hasta noviembre, si cae una bomba de malas noticias, eres totalmente incapaz de hacer nada, no puedes abandonar la base para atender los problemas en casa.

Vivimos con cierto miedo, como en otras estaciones, adictos a nuestras complicadas vidas anteriores, mientras jugamos a la Ruleta Rusa con nuestras computadoras.

Cada vez que apretamos el botón para recibir correo, recuperamos el contacto con la civilización, pero nunca sabemos cuándo o de qué manera o quién será golpeado primero por una bomba lanzada directamente a nuestros buzones de entrada de correo.

Mañana haré mi llamada mensual por teléfono satelital a mi amigo Dale Molé, que actualmente está destacado como único doctor en la estación estadounidense Amundsen Scott en el Polo Sur.

Normalmente nos alivia compartir las palabras que intercambió Shackleton con su colega Frank Wild cuando regresó para rescatar a su tripulación abandonada en la Isla Elefante, gritando "¿Están todos bien?".

A la respuesta de Wild, "todos seguros, todos bien", Shackleton contestó con un sonoro "gracias a Dios".
Después de actualizar mi blog, tomo una pausa y me doy cuenta una vez más de que sólo me queda conectarme a mi correo para enviar este artículo a la civilización desde el más remoto y aislado lugar del planeta.

Parece que las redes sociales se han convertido en uno de los desafíos del siglo XXI para vivir feliz y en paz, al límite, aquí abajo, en el lugar más extremo, remoto y bonito del mundo, y bien conectado. Puede ser simplemente que, en el invierno antártico, no tener noticias sea mejor que las malas noticias.