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Un 14 de agosto, pero hace 21 años, un niño de Uganda recibió en plena cabeza el impacto de un trozo de meteorito en caída libre a casi 140 mil kilómetros por hora. Los expertos aseguran que aunque rara vez sucede algo así, nadie está libre.

Probablemente por su extensión y la baja contaminación de su cielo, África suele ser un pródigo escenario para ver de la caída de meteoritos. Uno de estos viajeros celestes impactó en la cabeza de un niño de 14 años un 14 de agosto de 1992 en la aldea de Mbale, convirtiéndose en el segundo caso registrado de este tipo de accidentes en el que además, la victima sobrevivió casi sin rasguños.

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El hecho dio su nombre al meteorito de Mbale que incluyó la caída de otra docena de pequeños guijarros. Uno de ellos, muy pequeño, atravesó de lado a lado el tronco de un platanero destrozándolo, disminuyendo su fuerza, e impactando en la cabeza de un chico que caminaba rumbo al pueblo vecino por un camino de tierra. Afortunadamente el trozo de meteorito pesaba solo 3 gramos y no era mayor al de una piedrita de ripio.

Se sabe que al resto de las piedrecillas caídas del espacio se le asignaron propiedades mágicas y se las molió como cura para el sida, según consigna la revista Sky & Telescope. Como el hecho ocurrió recientemente se pudo acreditar que el proyectil procedía del espacio, cosa difícil de lograr en otros relatos contados y oídos décadas atrás.

Sylacauga en Alabama

Le sigue en espectacularidad el caso del meteorito Sylacauga (caído un 30 de noviembre de 1954) conocido también como el meteorito Hodges, uno de cuyos trozos del tamaño de un pomelo, atravesó el techo de una casa y lastimó en el costado a Ann Elizabeth Hodges, una mujer de 31 años en Alabama (EEUU) que dormía en un sillón. La pobre mujer intentó lucrar con el infame trozo de roca, pero le fue requisado por el ejército y el propietario de su casa rodante intentó quedarse con él. Finalmente, lo donó a un museo local.

Partiste a jugarte un loto

Rodrigo Martínez, director del único Museo del Meteorito en Chile, cuenta que un meteorito que entra a nuestra atmósfera lo hace a unos 137 mil kilómetros por hora y puede perder hasta un 90% de su tamaño original. "El estrés de presión en el meteorito causa una brusca reducción de velocidad, una enorme fricción que lo inflama. Finalmente los fragmentos que caen al suelo lo hacen a velocidades menores que rara vez han lastimado a alguien, pero que pueden caer como peligrosas rocas de diverso tamaño que pueden alcanzar las dimensiones de un grano de arena o hasta gigantescas piezas de 60 toneladas", cuenta.

Se sabe que diariamente cae a la Tierra material espacial que suman 10 mil toneladas en total. En 1853 un meteorito cayó al norte de Zanzíbar y las tribus cercanas lo declararon un dios durante varios meses hasta que la hambruna y masacres de guerras civiles locales dieron a entender que no había ninguna bendición tras el hallazgo.

En 1880, una enorme pieza de 3 kilos atrajo a peregrinos de toda la India cerca de Andhra, apareciendo de inmediato "voceros divinos" de este presagio que fundaron grupos religiosos. La cultura china ha recopilado también grabados y relatos sobre este tipo de observaciones e impactos desde hace 2.700 años. Según esos registros, 7 personas han fallecido por la tamaña mala suerte de recibir el golpe de un meteorito.