psicología canina
© Amazings / NCYT / MMALos perros están tan bien adaptados a vivir con nosotros que, en muchos casos, desarrollan hacia la persona o familia con la que conviven lazos más fuertes que los que puedan desarrollar hacia sus congéneres caninos.
Los perros domésticos han estado estrechamente asociados con los seres humanos durante unos 15.000 años, quizá incluso más. Estos animales están tan bien adaptados a vivir con nosotros que, en muchos casos, la persona o familia con la que convive el perro se convierte para éste en un grupo social con el que tiene lazos más fuertes que con sus congéneres caninos.

El Ser Humano tiene una necesidad innata de establecer relaciones estrechas con sus congéneres. Esta misma necesidad también está presente en muchas otras especies de animales.

Para los animales domésticos, la situación es más compleja, ya que muchos de ellos pueden haberse criado entre humanos desde cachorros, sin haber tenido más contacto con sus congéneres caninos que cuando se encuentran a algunos por la calle al sacarles a pasear sus dueños. Debido a esto, no es raro que los perros desarrollen vínculos estrechos con los humanos junto a quienes han vivido desde su infancia.

Es sabido que a menudo las personas adultas tratan a sus perros de un modo bastante parecido a como se trata a niños humanos pequeños. Ahora, Lisa Horn de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena, en Austria, y sus colaboradores, han investigado esa relación desde el otro lado, y han hecho un hallazgo, sobre un aspecto de la psicología canina, que da a los perros que conviven con los humanos una similitud con los niños humanos en un rasgo de conducta.

Un aspecto de los vínculos entre humanos y perros es lo que se conoce como "efecto de base segura". Este efecto también está presente en la relación entre padres e hijos: los niños humanos usan a su madre y a su padre como una base segura cuando se trata de interactuar con el ambiente. Hasta hace poco, el efecto de base segura no había sido bien estudiado en los perros. El equipo de Lisa Horn, Ludwig Huber y Friederike Range decidió, por tanto, hace un examen más detallado del comportamiento de los perros y sus dueños en ese aspecto específico.

Se examinó cómo reaccionaban los perros bajo tres situaciones diferentes: con el dueño ausente, con el dueño presente pero callado, y con el dueño presente y animando al perro. Los perros podían ganar como premio un alimento sabroso, si manipulaban del modo adecuado juguetes interactivos para perros.

Se comprobó que los perros parecían mucho menos dispuestos a aventurarse a manipular los objetos, pese a la recompensa, cuando sus cuidadores no estaban presentes que cuando sí estaban. En cambio, la diferencia era muy pequeña entre cuando el dueño permanecía callado y cuando animaba a su perro. Es decir que lo importante para el perro era la presencia de su dueño. No fue posible reproducir el efecto de la presencia de éste recurriendo a una persona desconocida para el perro, que intentase asumir el papel del dueño del animal.

Este estudio proporciona la primera evidencia de la similitud entre el "efecto de base segura" existente en la relación amo-perro y el que se da en la relación progenitor-retoño en seres humanos.

Este paralelismo se seguirá investigado en estudios comparativos directos sobre perros y sobre niños pequeños. Como Horn dice, una de las cosas más llamativas constatadas en esta investigación es que en el aspecto descrito del efecto de base segura los perros adultos se comportan con sus dueños como los niños humanos lo hacen con su madre o su padre. Sería interesante averiguar en investigaciones futuras cómo surgió esta conducta canina en la evolución de la relación entre el perro y el Ser Humano.

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