En las últimas décadas se ha generado en la sociedad una mentalidad tan común como peligrosa: el presentismo. La mayoría de las personas lo quieren todo e inmediatamente, no desean esperar.

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© Desconocido
Hace años, si querías un coche, debías trabajar durante cierto tiempo, ahorrar el dinero y después lo comprabas. Lo mismo valía para las viviendas o las vacaciones. Básicamente, la sociedad nos transmitía un mensaje muy claro: "si te esfuerzas, puede ser que un día logres lo que deseas".

Sin embargo, de repente todo cambió, el mensaje era otro: "¿Por qué esperar? ¡Ahora mismo puedes tener todo lo que deseas!" Y así, hoy es posible obtener cosas antes de habernos esforzado, gracias a los préstamos, no solo tenemos una casa y un coche sino que también podemos irnos de vacaciones a un destino exótico e incluso tener el último modelo de televisor o teléfono.

La idea de que puedes tener todo lo que desees ahora mismo, antes de esforzarte y trabajar duro para lograrlo, ha generado la creencia de que existe un atajo para todo, una vía rápida para alcanzar lo que deseamos empeñándonos lo menos posible. Esta mentalidad se aprecia prácticamente en todas las esferas de la vida, la vemos cuando nos lamentamos porque tenemos que trabajar demasiado y no vemos inmediatamente los frutos o cuando se abandona la consulta porque la psicoterapia no actúo tan rápido como se esperaba.

Desgraciadamente, tengo una mala noticia para las víctimas del presentismo: la idea de conseguir todo aquí y ahora, sin esforzarse, es una ilusión. La verdad es que no hay atajos fáciles, casi todos los caminos en la vida son cuesta arriba y precisamente por eso, cuando llegamos a la cumbre, somos capaces de admirar en su justa medida lo que hemos alcanzado.

De hecho, ¿cuántas veces no has mirado con envidia a un deportista, un emprendedor, un científico o a un artista pensando que ha tenido mucha suerte? En realidad, detrás del éxito (que es lo único que nosotros vemos), se suelen esconder horas e incluso años de duro trabajo, de sacrificios, perseverancia e incluso sufrimiento.

Ningún deportista, emprendedor, científico o artista alcanza el reconocimiento mundial solo porque haya tenido suerte. Es obvio que siempre es importante estar en el lugar y en el momento adecuado pero el trabajo duro y las capacidades son la verdadera base del éxito.

A ilustrar esta idea viene una frase de Michael Jordan que quizás ya conoces puesto que es muy famosa en los círculos motivacionales: "He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 juegos. 26 veces han confiado en mi para tomar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito". Lo cual nos indica que detrás el éxito hay un largo camino, a menudo plagado de fallos, errores, decepciones y dudas.

Una generación de niños grandes

El presentismo y la idea del atajo han creado una generación de niños grandes, personas que desean todo pero sin renunciar a nada. La verdad es que las grandes cosas por las que luchamos, esos objetivos que deseamos alcanzar, a menudo implican sacrificios, no podemos trabajar doce horas al día durante seis días a la semana y ser partícipes del crecimiento de nuestros hijos, tenemos que decidirnos por una cosa u otra o, en los casos en que sea posible, adoptar un punto medio, que siempre es lo más saludable.

No obstante, lo peor del presentismo no es tan siquiera que tengamos una idea errónea del mundo y de cómo este funciona sino que nos hace esclavos de nuestras decisiones, esclavos sin una vía de escape. Cuando tienes deudas, no puedes cambiar tu destino, estás atado a un sitio y a un lugar, amarrado a las decisiones que tomaste en el pasado. Al contrario, si eres capaz de trabajar con vistas a un objetivo, sabes que podrás cambiar tus planes en cualquier momento porque el camino depende solo de ti.

Por otra parte, por más absurdo que parezca, pensar que existe un atajo para todo nos conduce al inmovilismo porque las personas concentran todas sus fuerzas y energías en buscar un atajo que no existe cuando en realidad podrían emplear esos recursos en trabajar duro apostando por un proyecto valedero que tiene posibilidades de éxito a largo plazo.

Con esto quiero decir que no existen fórmulas mágicas, que si tenemos un problema, no hay magos que saquen soluciones brillantes de la chistera, somos nosotros quienes debemos esforzarnos por solucionarlo. No hay atajos fáciles que nos conduzcan a la felicidad.