Este jueves más de nueve millones de personas participaron en California en el llamado 'Great ShakeOut' (la gran sacudida) un simulacro de terremoto con el que se quiere entrenar a los ciudadanos para que estén preparados ante la ocurrencia de un gran sismo.

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El ejercicio -que tuvo un especial seguimiento en centros educativos y organismos públicos- se realizó por sexto año consecutivo con la idea de que la población pueda hacer frente al temido 'Big One', el terremoto de gran magnitud que, según los científicos, con toda probabilidad golpeará California en los próximos 30 años.

Los cálculos más conservadores apuntan a que, de producirse un temblor de magnitud 7,8 en la escala de Richter en la falla de San Andrés -que atraviesa de norte a sur esta región de la costa oeste de Estados Unidos- cerca de 2.000 personas morirían y habría más de 50.000 heridos. Los daños materiales superarían los US$200.000 millones.

Ante este escenario, las autoridades californianas consideran que es de vital importancia que los ciudadanos puedan valerse por sí mismos ya que, con las consecuencias devastadoras que tendría un sismo de esta magnitud, muchas de las infraestructuras básicas quedarían destruidas y los equipos de emergencia se verían desbordados.

"Este tipo de simulacro es muy importante. Da a la gente la oportunidad de aprender y poner en práctica lo que se debe hacer en caso de que ocurra un gran temblor", le dijo a BBC Mundo Mark Benthien, director de comunicación del Centro de Terremotos del Sur de California y uno de los coordinadores del 'Great ShakeOut'.
"Queremos preparar a los ciudadanos para que puedan ser autosuficientes durante varios días después de un sismo, cuando no haya suministro de agua y electricidad. Lo que más nos preocupa no es el terremoto en sí, sino la situación que se vivirá tras el temblor".
Benthien considera que, aunque "California es una de las regiones del mundo mejor preparadas contra los terremotos", para hacer frente a un sismo como el 'Big One', tendrían que tener "muchos más bomberos, equipos de emergencia y personal sanitario", algo que, según los expertos, resulta complicado dada la falta de voluntad política y los problemas presupuestarios.

Falta de recursos

La falta de recursos que enfrentan los planes de prevención de sismos en California quedaron manifiesto hace unas semanas, cuando el gobernador Jerry Brown firmó una ley que contempla la puesta en marcha de un sistema de alerta temprana de terremotos.

El sistema -que ya se ha instalado con éxito en países como Japón y México- consiste en una red de sensores que permitirá detectar el inicio de un temblor hasta con 40 segundos de antelación, lo que ayudará a alertar a las autoridades y a la población.

El problema es que la ley estipula que esa red de sensores -cuyo costo asciende a US$80 millones- no puede ser implementada con dinero público, lo que podría retrasar su puesta en marcha.

"Desafortunadamente en este país muchas veces la voluntad de mejorar las cosas sólo llega después de que ocurra un desastre", le dijo a BBC Mundo Peggy Hellweg, responsable de operaciones del Laboratorio Sismológico de Berkeley, en el norte de California.

"Un sistema de alerta temprana sería muy útil. Se podrían detener los trenes para que no descarrilen y el tráfico de automóviles en los puentes. Se podría alertar a los hospitales. También ayudaría a que la gente se pudiera proteger, metiéndose debajo de un escritorio o, si hubiera tiempo suficiente, abandonando los edificios", señala la experta.

Según Hellweg, los sismólogos en California llevan a cabo sus investigaciones con pocos recursos y para que pudieran hacer bien su trabajo "se tendría que invertir mucho más dinero".
"Nuestros sistemas de alerta de terremotos deberían ser mejores. No tenemos sensores en todos los sitios en los que son necesarios. No tenemos una infraestructura robusta".
Hellweg cree que en California hay partes del sistema de prevención de sismos que están funcionando moderadamente bien y otras que no tanto.
"Los servicios de emergencia -la gente que responde a los desastres naturales como los bomberos o la policía- están relativamente bien preparados".
"Los que no están preparados son los ciudadanos y los negocios privados", señala la experta, quien atribuye este hecho a que hace tiempo que no ocurre un terremoto de importancia en California, "lo que ha vuelto a la gente complaciente".

Las advertencias de los expertos


Los últimos grandes sismos que sacudieron California fueron el de Northridge (6,7 grados), en 1994, que dejó 57 muertos en el área de Los Ángeles, y el de Loma Prieta (6,9 grados), que se cobró la vida de 67 personas en San Francisco en 1989.

Estos temblores llevaron a la introducción de cambios en los códigos de construcción y a que se reforzaran las estructuras de los edificios que albergan hospitales y escuelas, así como las de algunos puentes y autopistas.

Pero de eso hace casi dos décadas, lo que contribuye a que el público preste poca atención a las advertencias de los sismólogos, que creen que tanto en el sur de California como en la región de la bahía de San Francisco existe una probabilidad superior al 90% de que en las próximas tres décadas se produzca un sismo de más de 7 grados de intensidad.

"La gente no quiere pensar en algo como un terremoto y sólo empiezan a preocuparse cuando lo viven en carne propia", asegura Kelly Huston, subdirector de la Oficina de los Servicios de Emergencia de California (OES, por sus siglas en inglés).
"Hicimos un estudio hace tres años para saber cuán preparada está la población de California para enfrentar un gran terremoto y concluimos que menos de la mitad de los californianos han tomado las precauciones necesarias. Eso es muy preocupante. La complacencia del público es muy preocupante".
En 2010, con el objetivo de preparar un plan de respuesta ante un sismo de dimensiones catastróficas, la OES pidió al Servicio Geológico de EE.UU. (USGS, por sus siglas en inglés) que planteara un escenario en el que un terremoto de 7,8 grados originado en la falla de San Andrés golpeara el sur de California.

"Desastre sin precedentes"

Las conclusiones de los expertos del USGS fueron contundentes. Además de causar más de 2.000 muertos y decenas de miles de heridos, un sismo de estas características afectaría gravemente las principales vías de comunicación de la zona, además de interrumpir el suministro de agua y electricidad.

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A ello habría que sumar la destrucción de cientos de miles de edificios, muchos de ellos a causa de los incendios que se originarían por la rotura de las cañerías de gas y la caída de los postes eléctricos.

"Sabemos desde hace tiempo que en California ocurrirá un gran terremoto que tendrá un efecto devastador. Por eso hemos elaborado planes exhaustivos para responder a un evento de esta magnitud", explica Kelly Huston.

Huston cree que lo más importante es que la gente planee qué va a hacer después del terremoto, ya que "va a ser difícil que los servicios de emergencia puedan ayudar a todo el mundo", por lo que "los ciudadanos han de poder valerse por sí mismos durante al menos 72 horas".

"No tendremos ni los recursos ni el personal suficientes, ya que nos enfrentaremos a un desastre como nunca antes visto", señala el experto.

Huston cree que con una mayor inversión se podría planificar mejor la respuesta ante una catástrofe de este tipo, aunque se muestra realista.
"Las finanzas de California no pasan por su mejor momento así que hemos de trabajar con lo que tenemos para desarrollar los mejores planes a nuestro alcance".
El experto insiste en que son los ciudadanos los que deben hacer todo lo posible para estar preparados, adquiriendo equipos de emergencia y suministros de agua y comida, y reforzando las estructuras de sus casas.
"Prepararse para un terremoto es mucho más fácil de lo que parece y es algo que no se puede retrasar. No sabemos cuándo golpeará el próximo gran terremoto".
Fuente: BBC Mundo