El meteorito de Cheliábinsk resultó estar lleno de enigmas y secretos. Especialistas de la Universidad de Nizhni Nóvgorod, por ejemplo, al estudiar fragmentos del bólido detectaron en ellos nanocristales de magnesio y hierro naturales.
Chielabinsk
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Esto puede dar nuevas informaciones sobre la naturaleza de los nanomateriales en las condiciones de su formación natural. A esto se refirió en una entrevista con La Voz de Rusia, Dmitri Pávlov, uno de los investigadores y autores del descubrimiento.

El meteorito de Cheliábinsk ha sido el primero en la historia de las investigaciones de los cuerpos celestes en el que se detectaron partículas de nanocristales de procedencia natural. Se trata de un fenómeno bastante interesante que puede abrir una nueva página en el desarrollo de las nanotecnologías, explica el doctor en Ciencias físico-matemáticas y jefe de Cátedra de física de semiconductores y optoelectrónica de la Universidad Estatal de Nizhni Nóvgorod, Dmitri Pávlov:

- Hemos descubierto que en el meteorito de Cheliábinsk se forman densos macizos de nanocristales. Por su estructura son partículas de nanocristales, pero de tamaño nanométrico. Antes nada semejante se encontraba en los meteoritos. Ahora tratan de crear tales materiales por vía artificial, mientras que nosotros los hemos recibido directamente del cosmos. Claro que por ahora se desconoce la causa del origen de estos nanocristales.

Los nanocristales del meteorito de Cheliábinsk son de ferropericlasa. Este mineral contiene magnesio, hierro y oxígeno. En la Tierra se forma únicamente en las altas capas del manto bajo una presión y temperatura extremadamente altas. Es más, los nanocristales descubiertos tienen una forma esférica ideal. Esto prueba que sobre el cuerpo celeste alguna vez incidieron altísimas temperaturas y una presión colosal. De modo que las partículas de nanocristales no son nativas del meteorito, sino que surgieron cuando el bólido caía a una gran velocidad y desde gran altura, explica Dmitri Pávlov:

- Cuando el cuerpo celeste caía a la Tierra se recalentaba fuertemente. La temperatura podía alcanzar varios miles de grados, y, más aún, que a una altura de más de quince kilómetros todavía no había explotado. Pues estas esquirlas incandescentes, que se formaron como consecuencia de la explosión, eran las que caían. En décimas de segundos cayeron sobre la Tierra. Algunas en el lago Chebarkul y una parte no lejos, sobre la nieve. Sea como sea, estos cuerpos con inserciones de nanocristales son extraordinariamente interesantes desde el punto de vista de las características físicas, puesto que resultan de la naturaleza cuántica de las pequeñas inserciones. Es que allí cambia el espectro energético del cuerpo sólido.

Por ejemplo, se logró descubrir que los nanocristales de los meteoritos pueden emitir luminiscencia. Producen radiación visible e infrarroja en un diapasón de longitud de ondas de 675 a 800 nanómetros. Este descubrimiento puede servir para elaborar sistemas con medios ópticos activos. La actividad óptica de las sustancias fue descubierta en el cuarzo en 1811, por el científico francés Jean François Dominique Aragó. Y cinco años después, otro francés - Jean-Baptiste Biot - la descubrió en líquidos puros y asimismo en disoluciones y vapores de sustancias orgánicas, dice Dmitri Pávlov:

- Hace ya mucho tiempo que se elaboran y aplican medios ópticos activos en la optoelectrónica. Pero la tecnología de su obtención se perfecciona de forma permanente y se buscan nuevas vías de obtención. Y aquí Dios o la naturaleza nos sugirieron otra vía posible de creación de tales tecnologías complejas.

Hoy especialistas de todo el mundo tratan infructuosamente de obtener por vía artificial de materiales semiconductores nanocristales de efecto cuántico dimensional y con luminiscencia no térmica de las sustancias. Con tal fin, en diferentes laboratorios de física se están creando las condiciones más extremas. No obstante, por ahora no se consigue lograr lo deseado. Es muy probable que una de las claves de este problema nada fácil se encuentre en el meteorito de Cheliábinsk, concluye Dmitri Pávlov. Les recordamos que este cuerpo celeste penetró la atmósfera terrestre el 15 de febrero de 2013 y explotó sobre la ciudad de Cheliábinsk, considerada la capital de los Urales del Sur. Uno de los fragmentos grandes del bólido impactó a aproximadamente cien kilómetros, en el lago Chebarkul. Los buzos lograron rescatar ese trozo de meteorito, de más de seiscientos kilos de peso, solo el 16 de octubre del año pasado.