La pobreza y vulnerabilidad de los niños que crecen en entornos de narcotráfico los vuelven susceptibles a los intereses de éste: son espías, sicarios pero, sobre todo, víctimas.

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La guerra normalmente se gesta entre grupos antagónicos y el poder, por conflictos entre dos naciones, o bien involucra a organizaciones rivales. La guerra contra el narcotráfico, declarada por el gobierno mexicano en el 2006, no ha sido estudiada como un conflicto armado (que generalmente tiene una raíz sociopolítica), sino más bien como una lucha entre delincuentes y autoridades.

Sin embargo, las condiciones apuntan a que se trata de una guerra en su definición plena. La asociación The Uppsala Conflict Data Program (UCDP) reconocida por la ONU, clasifica las guerras cuando un conflicto rebasa las mil muertes violentas. En México, según cifras oficiales, la lucha contra el narcotráfico ha cobrado la vida de más de cien mil personas, hay más de 26 mil desaparecidos, las estadísticas sobre los desplazados son desconocidas y sobre la afectación de las víctimas más vulnerables, los migrantes y los niños, aún no existen cifras oficiales.

Pero, además de las muertes, existe otro fenómeno inaceptable: la infiltración de niños a las filas de la violencia. En México, los infantes han sido un blanco fácil para los cárteles, quienes los usan como halcones - ellos vigilan e informan a los grupos delictivos sobre la presencia de otros criminales o de las fuerzas armadas. Pero también son sicarios, fenómeno que algunos periodistas como Laura Toribio, Claudia Solera, Leticia Robles y el escritor Sergio González han documentado.

El caso más conocido es el de "Punchis", que a sus doce años se jacta de asesinar brutalmente a sus víctimas y de matar inocentes cuando no encuentra a sus objetivos. El investigador Norberto Emmerich documenta en su libro Cruce de fuego: niños, niñas adolescentes en el narcotráfico mexicano cómo los niños han sufrido esta guerra. Hasta hoy, sólo los reportajes y algunas organizaciones civiles han aportado las cifras aproximadas de los niños enrolados en este conflicto.

La Red por los Derechos de la Infancia calcula que entre treinta y cincuenta mil niños han sido incorporados a la delincuencia organizada. Emmerich en su investigación revela cómo la Mara Salvatrucha ha operado con los Zetas, involucrando a unos 35 mil niños y jóvenes, o bien, la M18, también coordinada con el Cártel de Sinaloa, ha implicado unos 8 mil infantes en sus maniobras.

Según las cifras del gobierno en turno, los homicidios han disminuido en un 30% en el primer año de gobierno y han capturado 75 de los 122 criminales del narcotráfico más buscados. Lo cierto es que las víctimas de la violencia no han sido dimensionadas: entre los migrantes agredidos y desaparecidos, los desplazados, los homicidios registrados, y la victimización de niños vulnerables, el escenario aún es desolador. La guerra antidrogas está perdida desde hace mucho, pues la prohibición no ha inhibido los niveles de consumo. Por los resultados, el escepticismo social hacia esta estrategia fallida que lleva ya casi un siglo, es cada vez más compartido.