Imagen
© Desconocido
Leí esta madrugada en el periódico cuartopoder.es una extraña historia. Zeus Márquez Chávez es un universitario venezolano de 22 años que llegó a Madrid este martes, invitado por el Sindicato de Estudiantes de aquí, para participar en un congreso de movimientos sociales y cooperación entre América Latina y Europa. Una de esas reuniones baladíes de jóvenes que a lo mejor cambian el mundo.

En Barajas, el joven Zeus (no me he puesto homérico, es que se llama así), el joven Zeus Márquez Chávez fue interrogado por los guardianes de Olimpia (o sea, la pasma aeroportuaria):
"¿Eres de extrema izquierda, de izquierda radical o de izquierda simplemente? ¿Eres familiar de Hugo Chávez?".
Dijo que era de izquierdas. No era familiar de Hugo Chávez, supongo que por precaución. Pasó unas siete horas retenido.

Los policías fronterizos del aeropuerto de Barajas le anunciaron que lo iban a deportar. Zeus no reunía los requisitos humanos para visitar la tardohelénica Unión Europea. No presentó carta de invitación, no llevaba dinero suficiente, no tenía billete de vuelta, no acreditaba dónde iba a dormir durante su estancia en el país y esas cosas. ¡Qué vergüenza de dios helénico y qué desastre de venezolano! Al final todo se arregló y las autoridades fronterizas permitieron a Zeus entrar en Madrid. No fue fácil. Sus hecatónqueros del Sindicato de Estudiantes le tuvieron que llevar a Barajas, en menos de siete horas, la carta de invitación, el dinero suficiente (1.500 pavos), el billete de vuelta y un colchón para dormir, o la promesa documentada de un colchón para dormir.

Si nos ponemos demagogos de izquierdas, podemos denunciar y vociferar el horror que supone retener a un chaval siete horas en la falsa frontera de un aeropuerto por reconocer que es de izquierdas, estudiante de un máster de Ciencias Sociales, titulado en Económicas, miembro de la Fundación Federico Engels y quizá pariente lejanísimo de Hugo Chávez (aunque él no lo admita del todo, mi sargento).

Si nos ponemos seres humanos, tenemos la obligación de denunciar y vociferar el horror de que una mujer o un hombre, cualquier mujer o cualquier hombre, tengan prohibido cruzar una frontera. Cualquier frontera. Nuestra frontera o la suya. No sé si me explico.

Se habla mucho de fronteras estos días en España. Los muertos del Tarajal. El derecho a decidir de Cataluña. Por poner dos ejemplos de concepto de frontera aparentemente distintos. Frontera significa no tener carta de invitación, dinero suficiente, billete de vuelta y lugar de residencia acreditado (vulgo: colchón para dormir). Tantos requisitos para cruzar una línea imaginaria o el Estrecho, un charquito con vocación de Estigia. La lógica nos dice que, para cruzar una línea imaginaria, lo único que necesita un hombre, sea pobre o rico o negro o blanco o con bigote, es dar un paso. Un piececito delante y otro detrás. Sencillo. Qué difícil nos lo ponemos exigiéndonos mutuamente tanto papeleo en las fronteras.

Se queda uno un poco inquieto cada vez que oye estas noticias de seres humanos que no pueden entrar libremente en tu país. A veces incluso se quedan fuera personajes que se llaman Zeus. Con eso lo digo todo. El hermanito de Zeus se llama Hades, por cierto. A él no lo retuvieron jamás en ningún aeropuerto, porque nació aquí. Esa es la parte más oscura de esta historia.