La situación se ha vuelto bastante común en diversas partes del mundo, sobre todo en Europa y América del Norte. En primavera, los apicultores examinan el interior de las colmenas que están a su cargo y se topan con un misterio ecológico: En vez de hallar abejas hambrientas, deseosas de comenzar a volar por los alrededores para recolectar comida, las colmenas están vacías, y, a la inversa, los panales que deberían estar casi vacíos de miel después del largo invierno, están llenos. Por alguna razón, durante los meses más fríos del invierno, estas abejas deciden abandonar la colmena y no regresan a ella, falleciendo en el exterior.
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© Kris Snibbe / Harvard Staff PhotographerChengsheng (Alex) Lu considera que existe una inquietante pregunta aún sin respuesta: ¿Los pesticidas con neonicotinoides tienen algo que ver con el reciente aumento de casos de niños con afecciones neurológicas como el autismo y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad?
El síndrome de despoblamiento apícola, conocido popularmente como "trastorno de colapso de colonias" o con nombres parecidos, sigue siendo un misterio con implicaciones preocupantes para el futuro abastecimiento a la humanidad de bastantes alimentos de origen vegetal cuya producción depende, en parte, de polinizadores como las abejas. Entre las explicaciones que se han propuesto, figuran la acción de patógenos, efectos nocivos inadvertidos de prácticas apícolas modernas, la desnutrición, el cambio climático y ciertos pesticidas.

Chengsheng (Alex) Lu, profesor en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Harvard, en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, considera que las posibles consecuencias que para la salud humana tiene el fenómeno causante del síndrome de despoblamiento apícola se extienden más allá de la caída en la polinización. Concretamente, su mayor temor es el impacto en los seres humanos de pesticidas con neonicotinoides, de los que hay fuertes sospechas de que tienen un papel clave en el trastorno sufrido por las abejas. Ese impacto sería a través de la exposición a dosis lo bastante pequeñas como para no disparar alarmas, pero durante el tiempo suficiente como para causar problemas. Lu considera que existe una inquietante pregunta aún sin respuesta: ¿Esos pesticidas tienen algo que ver con el reciente aumento de casos de niños con afecciones neurológicas como el autismo y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad?

En un intento de desentrañar el misterio, Lu ha realizado investigaciones pioneras sobre el impacto de los pesticidas con neonicotinoides en las abejas. Todo comenzó cuando en una investigación, cuyos resultados se hicieron públicos en 2012, replicó experimentalmente el síndrome de despoblamiento apícola, alimentando a abejas con agua azucarada con diferentes niveles de neonicotinoides durante 13 semanas en el verano y observando qué pasaba.

Al principio, no pasó nada. Las colmenas parecían saludables y sin problema alguno a medida que las abejas se preparaban para el invierno. Luego, la semana antes de Navidad, unos tres meses después de detenido el tratamiento con neonicotinoides, las colmenas comenzaron a sufrir el trastorno. Finalmente, 15 de las 16 colmenas quedaron vacías, incluso las tratadas con la dosis más baja.

Dicho trabajo se destacó por brindar un vínculo concreto con los neonicotinoides, los cuales constituyen el grupo de pesticidas más utilizados en el mundo.

Un aspecto especialmente inquietante de esos experimentos es que las abejas que abandonaron las colmenas durante el desmoronamiento de las colonias no fueron las que ingirieron el agua azucarada mezclada con neonicotinoides. Durante el período de alta actividad del verano, las abejas viven tan sólo 35 días, por lo que las colonias que sufrieron el síndrome de despoblamiento apícola estaban integradas por la generación siguiente de abejas, lo que indica que el efecto aparentemente pasó de una generación a la siguiente.

Desde 2012, Lu ha seguido investigando los posibles vínculos entre los neonicotinoides, las abejas y la salud humana, ya que la abeja es un buen organismo modelo para analizar el impacto potencial de los pesticidas en el Ser Humano, así como los efectos potenciales trasmitidos entre generaciones, y cada vez está más convencido de que el síndrome de despoblamiento apícola es una señal de alerta de que los pesticidas con neonicotinoides están causando más daños a la población humana de lo que se creía.

Los neonicotinoides, sustancias químicas similares a la nicotina producida por las plantas de tabaco, se han vuelto comunes debido en parte a la facilidad de su uso. Como son solubles en agua, la planta los absorbe y disemina por sus tejidos. Las empresas de semillas han hecho que su distribución sea aún más fácil para los agricultores al recubrir las semillas con dichas sustancias, lo cual asegura que la planta nace conteniendo el pesticida.

En algunas partes del mundo, dichas sustancias no sólo están presentes en plantas que producen alimentos, sino que también lo están ampliamente en el stock de los viveros de plantas, incluyendo las plantas ornamentales de venta al público. Y ya se están detectando vínculos sospechosos con problemas en aves e invertebrados acuáticos. Recientemente, dimos la noticia (http://noticiasdelaciencia.com/not/11217/) de que una investigación indica que los pesticidas con neonicotinoides están asociados con un declive de población en aves insectívoras.

Lu cree que los apicultores hacen inadvertidamente que las abejas consuman dicho pesticida. Este es utilizado ampliamente para el maíz, el cual se emplea para fabricar jarabe de maíz rico en fructosa. Los apicultores suministran de forma rutinaria a las abejas el jarabe de maíz mezclado con agua.

Las abejas afectadas presentan una serie de trastornos neurológicos, incluyendo desorientación, regresar a colonias que no son la suya, y abandonar su colonia en invierno.