¿Percibimos realmente el entorno que nos rodea? ¿Lo que captamos es real y único? Si logramos entender que nuestra visión es sesgada, reduciremos la brecha existente entre "LA" realidad y "NUESTRA" realidad.

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© Desconocido
Cuando miramos algo nuestros ojos captan una imagen y la envían en forma de impulsos nerviosos a las áreas de reconocimiento visual en la parte occipital del cerebro. Existe un pequeño delay en el proceso de ingreso de la información por los ojos, la traducción a impulsos y el reconocimiento de lo que percibimos: esto hace que en verdad observemos el mundo con un pequeño retraso temporal.

Entonces, ¿cómo hace el cerebro para que sepamos dónde atrapar, por ejemplo, una pelota que nos lanzan? ¿Cómo puede anticiparse, si va siempre con retraso?

En la forma clásica y sencilla en la que enseñamos el sistema visual, solemos hacer una analogía entre los ojos y el lente de una cámara de video con la que captamos el entorno para luego enviar esta información, a través del cableado neural, a la parte posterior del cerebro. Allí, finalmente, ―mediante procesos de reconocimiento por comparación― "vemos" con el "ojo de nuestra mente" lo que está pasando alrededor.

Es decir, tenemos un sistema lineal de relevos que, básicamente, empieza con los ojos exteriores y termina en el "ojo mental", con el que realmente vemos. Sin embargo, este enfoque no es del todo correcto (o al menos incompleto). Si nos manejáramos sólo con este sistema, andaríamos siempre con retraso y no podríamos, por ejemplo, atajar pelotas ni esquivar cualquier cosa que se nos viniera encima, ya sean autos o rugbiers.

El hecho de que podamos anticipar trayectorias es mucho más que una simple capacidad aislada del cerebro: poder proyectar un modelo del mundo o prever y anticipar, implica que al mundo no sólo lo vemos sino que lo inventamos al ritmo de las sinapsis, dentro de la oscuridad total del cráneo. ¿Cuánto vemos y cuánto inventamos? ¿Estoy viendo al mundo ahí afuera? ¿O mi cerebro me lo está fabricando? ¿Cuánto de lo que sucede observo realmente?

Veamos un par de experimentos:

Ya en 1911, el neurofisiólogo Thomas G.Brown hizo experimentos ―no comparto los métodos― en los que le cortaba los nervios sensoriales a las patas de los gatos, impidiendo de esta manera que sus cerebros recibieran información a través de los nervios aferentes. Es decir, anulaba los "cables de entrada" de la información para ver qué ocurría. A pesar de no sentir nada, los gatos podían caminar normalmente sobre cintas transportadoras. Sin embargo, en superficies que requirieran ajustes, como por ejemplo una resbalosa, tenían dificultades. Esto indicó que los "programas" para que un gato caminase podían funcionar en forma independiente y los datos adicionales aportados por los nervios aferentes serían usados para hacer ajustes sobre estos, como cuando, por ejemplo, se resbalaban. Los felinos lograban ejecutar programas básicos de caminar, pero no ajustarlos frente a modificaciones intempestivas.

Sigamos sumando datos con otro experimento, esta vez de "ceguera de cambio".

Una persona especialmente preparada para un trabajo le preguntó a otra ―llamémosla Sra. X― en plena calle, cómo llegar a cierto lugar. Cuando ésta empezó con la explicación, dos falsos operarios pasaron irrespetuosamente entre ellos sosteniendo un panel. Detrás de la "cortina" había una persona escondida, que cambiaba de lugar con la que preguntó las instrucciones. Cuando se volvieron a ver las caras, la Sra. X continuó con la explicación, sin notar el cambio de interlocutor. Esto sucedió en repetidos ejercicios, y en la mayoría de los casos.
El cerebro no necesita de una imagen detallada de lo que sucede alrededor: se conforma con el material justo para interactuar con el medio. Sólo presta detallada atención a las cosas que le resultan particularmente importantes y lo demás permanece borroso, con la cuota justa de claridad como para que nos movamos, pero sin gastar energía innecesaria en detalles irrelevantes. Aproximadamente, un 30% del cerebro está dedicado a la visión. Ver es energéticamente muy costoso, y la energía lo es todo a la hora de sobrevivir, por lo que tendemos a guardarla con celo.

La conciencia nos dice que vemos la realidad con perfecta claridad. Y para ella es exactamente así, ya que sólo contempla lo que el preconsciente le informa. El tema es que éste le entrega todo "digerido", o sea pre observado y ordenado, por lo que ella es la última en enterarse de lo que el pre consciente elabora, aunque, por suerte, cree que tiene todo claro y controlado. Sería muy difícil vivir sin esta ilusión de que las cosas son tal como las vemos: ¡El estrés nos mataría!

Lo concreto es que captamos muy poco de lo que los ojos relevan, y estamos condicionados por los propios filtros e interpretaciones preconscientes, cosa que es muy bien aprovechada, por ejemplo, por los magos. Ellos saben que el contexto no es otro que el que interpretamos y esto sucede mayormente fuera del alcance de la consciencia.

No miramos con los ojos, sino con el cerebro. Es dentro de éste, en el "ojo de nuestra mente", dónde realmente observamos.
Siguiendo la lógica del modelo Cámara (ojos) - Proyector (cerebro), si reparamos en la biología del "cableado" neural, deberíamos encontrar sólo nervios que llevan información desde los ojos, pasando por el tálamo que es el gran integrador de datos sensoriales hacia el "ojo de nuestra mente" en la zona occipital del cerebro, donde "vemos". Miramos, procesamos, vemos y final del cuento. Sin embargo hay más nervios que vuelven al tálamo desde la zona occipital de los que llegan hacia esta área desde el tálamo. Pero, ¿por qué estamos permanentemente contándole al tálamo lo que vemos?

Cuando examinamos la biología surge algo inquietante: creamos y proyectamos más la realidad de lo que concretamente vemos. El cerebro la crea permanentemente, la actualiza y ajusta cuando percibe diferencias. Todo esto sucede en forma automática, mayormente, fuera del alcance de la consciencia.

El cerebro, a partir de los datos que captamos, proyecta su propia película de cómo es el mundo que nos rodea, y en el tálamo compara esta imagen con los datos provenientes de los sentidos para hacer las correcciones pertinentes y ajustar su modelo lo más posible a lo que ocurre.

Cuando dormimos también vemos, aunque tengamos los ojos cerrados. El cerebro genera proyecciones, pero no las compara con los datos provenientes de los sentidos, no las "ancla" en la realidad. Cuando estamos despiertos, podemos hacerlo, comparando el "producto" que "fabricamos" con el percibido.

Nuestra visión es activa. Por más que sean nuestros ojos, es muy poco lo que nos damos cuenta de en qué andan. Ellos son permanentemente guiados por el cerebro, en busca de información que no coincida con lo que el propio cerebro está proyectando. El pre consciente está mayormente al comando de estas funciones, sólo interactuando y dándole lugar a las redes conscientes cuando es estrictamente necesario.

Es mucho más económico a nivel gasto energético proyectar un modelo del mundo y sólo hacer los ajustes necesarios que estar fabricándolo de cero a cada instante. Tenemos la sensación de ver con claridad, pero realmente, todo a lo que no le estamos prestando atención permanece en forma "borrosa" dentro de la percepción y sólo divisamos claramente lo que el cerebro considera que es prioritario. No es exactamente la consciencia la que guía este proceso, sino que, por el contrario, es la última en enterarse de todo. A veces no vemos cosas que están ahí, y otras veces inventamos otras que no existen.

Cada ser humano proyecta internamente su propio espacio. Por lo tanto, hay tantas sensaciones de realidades como personas, ¡Y somos más de siete mil millones!

Creernos dueños de las circunstancias es una ilusión que puede traernos mucha infelicidad. Entender que las percepciones ajenas pueden completar la nuestra nos ayudará a crecer como individuos y como sociedad.

Si no podemos percibir lo que sucede correctamente transitaremos en nuestras vidas como los gatos de Thomas G. Brown, sin ser capaces de hacer los ajustes a las distintas condiciones que nos toquen vivir, atrapados en un modelo único de funcionamiento. Además, como en el experimento de "ceguera de cambio", tampoco podremos ajustarnos a lo nuevo, atascados por falta de información con la que comparar.

Ampliar la capacidad de observación y desarrollar las capacidades conscientes son herramientas fundamentales para acercar la brecha entre "LA" realidad y "NUESTRA" realidad.

Calmar nuestra mente, observar conscientemente, estar abiertos al cambio, no pensar que sabemos sino que estamos aprendiendo, permitirnos dudar e incorporar nuevas líneas de pensamiento para salir de la atrapante y cómoda zona de seguridad nos ayudará a "aprender a ver" o expandir la capacidad de "darnos cuenta de".

¡Poder observar es el primer paso para poder cambiar!