Hace unos años, en una cueva ubicada al sur de Alemania, en Hohle Fels, arqueólogos descubrieron fragmentos de flautas meticulosamente labradas en hueso de mamut y de aves e rapiña. Estos artefactos datan de hace aproximadamente 43 mil años, lo cual nos remite a la Edad de Piedra. Años antes, en 1995, el arqueólogo Ivan Turk descubrió en un campamento Neandertal, en Eslovenia, otro instrumento de viento que podría tener hasta 80 mil años. Y de acuerdo con el musicólogo Bob Fink, los cuatro orificios de la flauta corresponden a la escala Do, Re, Mi... Este instrumento fue replicado y tocado por el músico Ljuben Dimkaroski.
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Ambos descubrimientos, además de desmentir la hipótesis de que nuestros distantes ancestros no cultivaban la música, han enriquecido significativamente el mapa de estudio arqueomusical, un campo que, por cierto, aún tiene muchos avances pendientes.