A su juicio, reemplazar estos nutrientes por carbohidratos, ha influido en las altas tasas de obesidad y diabetes tipo 2 que actualmente se registran en su país

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En la década de los '80, un comité oficial aconsejó a los británicos reducir la ingesta de grasas como la mantequilla y la leche entera, y en cambio aumentar el consumo de carbohidratos, todo con el objetivo de reducir las muertes por enfermedades coronarias. Sin embargo, hoy un grupo de expertos asegura que la medida fue un error y que nunca debió haber sido implementada.

¿Cómo llegaron a esa conclusión? Los investigadores revisaron los test que existían cuando se hizo la recomendación a los británicos y seleccionaron seis de ellos. Las pruebas abarcaban un período de cinco años e involucraban a 2.467 hombres, la mayoría de los cuales habían sobrevivido a un ataque cardíaco u otro evento similar.

Según informó el "Daily Mail", los test buscaban la relación entre las grasas, el colesterol y las enfermedades al corazón. Sin embargo, en la revisión de éstos no se encontraron diferencias entre quienes fallecieron por esta causa y tenían una dieta alta o baja en grasas.

Por esta razón, los expertos aseguraron que en la actualidad existe una poderosa evidencia de que la introducción de una dieta baja en grasas fue algo incorrecto. Asimismo, sostuvieron que la recomendación de aumentar la ingesta de carbohidratos, podría ser la responsable de la epidemia de obesidad y de diabetes tipo 2 que se vive en el país europeo.

"Es hora de que el gobierno del Reino Unido tome el toro por las astas y detenga un experimento no controlado, que se ha vuelto global y que puede haber tenido malos resultados en términos de la explosión de obesidad y en la creación de una nación más enferma", afirmó Iain Broom, director del Centro para la Investigación de la Obesidad y Epidemiología de la Universidad Robert Gordon en Aberdeen.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con esta conclusión. Tom Sanders, profesor de nutrición y dietética del King's College de Londres, explicó que en las décadas de los '70 u '80, tanto Gran Bretaña como otros países occidentales estaban enfrentando una epidemia de enfermedades coronarias.

"Efectivamente hubo que elegir entre sentarse y no hacer nada o seguir lo que la evidencia sugería -que reducir la ingesta total de grasas ayudaría a prevenir la obesidad y restringir las grasas saturadas reduciría el colesterol en sangre. De todas formas, parece haber salido bien... entre 1997 y 2007/8, la mortalidad por enfermedades cardiovasculares bajo los 75 años se redujo en un 55%", aseveró.

Come grasas y baja de peso

La idea de que una dieta alta en grasas no es tan mala para la salud es, al parecer, menos extraña de lo que se cree. De hecho, es lo que Helen Foster, y la nutricionista y personal trainer Zana Morris plantean en su recién lanzado libro "The High Fat Diet", el cual plantea que comiendo todos los alimentos que tradicionalmente están prohibidos en los regímenes para bajar de peso, es posible bajar hasta 4 kilos en 14 días.

¿Dónde está el secreto? Según sus creadoras, un plan de alimentación alto en grasas ayuda a restablecer el balance hormonal del organismo y la clave estaría en la insulina. Esta hormona se libera con la alimentación y su trabajo es incorporar la glucosa, el azúcar que el cuerpo normalmente utiliza como energía, a la célula donde puede ser utilizada como combustible.
"La cantidad de insulina que se produce depende de los alimentos que se consuman. El azúcar y los carbohidratos (que el cuerpo rápidamente convierte en glucosa) producen los niveles más altos. Las proteínas, que se demoran un poco más en convertirse en glucosa, provocan una menor alza. Sin embargo, a las grasas les toma más tiempo convertirse en glucosa y, por lo tanto, no provocan aumentos de la insulina"
explican las autoras.

De esta manera, si se lleva una dieta alta en grasas y reducida en carbohidratos, la insulina se mantendrá baja y el cuerpo no dispondrá de su fuente normal de combustible. Por esta razón, tendrá que obtener la energía de otra parte: las grasas.

"Cada vez que un poco de grasa sale de las células para ser usada como energía, las células grasas se hacen más pequeñas y más ligeras, al igual que tú", prometen las autoras.

Eso sí, no se trata de consumir cualquier tipo de grasa, sino que principalmente las no saturadas como la que se obtiene de las paltas, nueces, los pescados azules (atún, jurel, sardina, salmón, etc.) y el aceite de oliva. Otros productos como la mantequilla, el queso crema y las carnes rojas también aportan grasas, pero éstas son saturadas, es decir, más dañinas para la salud.


Comentario: A pesar de que la mayoría de las grasas expuestas mencionadas ayudan, hay pruebas suficientes que demuestran que los lácteos en ninguna forma son beneficiosos para el organismo.
ver: Leche, no gracias


Por último, para que el régimen propuesto por Foster y Morris dé resultado, es esencial hacer actividad física que incluya ejercicios de alta intensidad, los cuales -dicen las autoras- "han sido validados por numerosos estudios como una de las formas más efectivas no sólo para disminuir la grasa corporal, sino que también para aumentar la masa muscular, la fuerza, el rendimiento y la resistencia".

Especialista: "Consumir demasiada grasa puede contribuir a la obesidad"

Según explica Marcela Consentino, nutricionista de Clínica Santa María, una dieta saludable debe incluir entre un 20 y un 30% de grasas. De ellas, un 7% deben ser saturadas -las que usualmente se encuentran en los productos de origen animal como carne, huevos y lácteos, pero también en algunos postres y papas fritas-, ya que una dieta rica en ellas puede subir el colesterol LDL o "malo" y, en consecuencia, aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.

Asimismo, menos de un 1% de las grasas deben ser trans, es decir, aquellas fabricadas por el hombre y que frecuentemente se encuentran en alimentos procesados como galletas, tortas, alimentos congelados, etc. "La grasa trans es especialmente perjudicial, ya que disminuye su nivel de colesterol 'bueno' (HDL) al tiempo que aumenta su nivel de colesterol 'malo' (LDL) y de triglicéridos", sostiene.

En tanto, el resto de las grasas deben ser monoinsaturadas y poliinsaturadas.

"Pero consumir demasiada grasa puede contribuir a la obesidad", advierte Marcela Consentino, y explica que esto se debe a que las calorías que provienen de ellas se transforman más fácilmente en grasa que los carbohidratos y las proteínas. "La grasa contiene nueve calorías por cada gramo, más del doble de las que contienen los carbohidratos y las proteínas, los cuales contienen cuatro calorías por gramo", complementa.

No obstante, coincide en que estos nutrientes no deben ser eliminados por completo de la dieta, ya que no sólo sirven como fuente de energía, sino que también para formar tejido nervioso y hormonas; controlar la inflamación, y absorber las vitaminas A, D, E y K.

"Hay que tener una alimentación equilibrada", afirma. Esto significa: 50 a 60% de carbohidratos; 20 a 30% de grasas y 20 a 25% de proteínas.