Las plantas, a través de sus sensores, reaccionan a los estímulos externos de forma parecida a como lo hacemos las personas a través de nuestros cinco sentidos, con la diferencia de que al parecer ellas cuentan con más de estos sensores, es decir sentidos, que nosotros. Por poner algunos ejemplos, la mimosa es un árbol que reacciona al contacto directo como si tuviera una especie de tacto, y los brotes de los girasoles cambiarán la dirección en la que crecen si se les roza con una fibra de algodón. Esto sucede porque las plantas poseen los llamados genes de contacto, los que una vez activados, harán que la planta cambie el comportamiento de su crecimiento.
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En relación al sentido de la vista los girasoles, en su constante orientación al sol, son el mejor de los ejemplos. Otro lo encontramos en la flor Portulaca, que puede distinguir entre los rayos solares y la luz reflectada y básicamente evalúa las partículas rojas y las azules.

Con respecto al sentido del oído nos remitimos a un informe de Paula Goddard de 2007 titulado "Puede que las viñas amen a Vivaldi" y no porque las plantas tengan orejas, si no porque sus células poseen una membrana incluso más sensible que el oído humano.

El biólogo Stefano Mancuso sonoriza el vino en unos campos de la Toscana afirmando que a las vides les gusta especialmente las composiciones de Mozart, pues del resultado de dicha sonorización se consigue un fruto de mayor tamaño con un sabor más dulce, y por si fuera poco comprobó que los insectos atacan y dañan menos a las vides sonorizadas.

También se sabe que la frecuencia de los tonos influyen en el crecimiento, aunque haya científicos que no compartan nada de esto. Y a la pregunta de si las plantas tienen una especie de sentido del gusto, la respuesta es sí.

Además se podría decir que son unas sibaritas, pues cuando "saborean" los minerales que necesitan, las raíces crecen justo en esa dirección. Y con respecto al sentido del olfato se ha comprobado que por ejemplo cuando la planta del maíz es atacada por las larvas de escarabajo, produce un veneno que esparce a su alrededor, con lo que el resto de plantas saben de forma inmediata de la presencia de estos enemigos, con lo que activan la producción de su propio veneno, una incuestionable convivencia social altamente desarrollada.

En la actualidad existe una especialidad científica denominada Ecología química, que se ocupa del comportamiento de las plantas ante el ataque de parásitos. Si por ejemplo los científicos toman como modelo a la planta del tabaco silvestre, que genera la nicotina, comprobarán que la planta aumenta dicha producción cuando nota que algún animal roe sus hojas.

En ese momento se produce una auténtica catarata de señales, es decir una señal continua que se extiende por toda la hoja, liberando un mensajero químico, el denominado ácido jasmónico, el cual llega desde la hoja que está siendo roída hasta la raíz, con lo que entonces se puede decir que se estimula la producción de nicotina.

La planta del tabaco no produce nicotina para que los humanos puedan fabricar cigarrillos, si no que en realidad se trata de una protección para no ser devorada, ya que cualquier atacante tras comer la planta se sentirá mareado a causa de la nicotina.

Sin embargo, como es de suponer, para el gusano del tabaco la nicotina no es venenosa, todo lo contrario, el hecho de acumularla en su cuerpo es para dicho animal una forma de defensa, pues tras la ingesta se convierte en un gusano incomible.

Pero lo más sorprendente es que cuando la planta del tabaco reconoce al enemigo de la oruga, lo que consigue mediante determinadas moléculas bioquímicas, reacciona de forma muy inteligente, pues reduce la producción de nicotina con el fin de que los enemigos de las orugas, determinados redúvidos, tengan la oportunidad de atacarlas.

De hecho la hierba del tabaco también emite determinadas sustancias aromáticas, moléculas de atracción, con las que atraen a los redúvidos.

Sobre este último tema reproducimos la cita del biólogo Martin Heil, investigador de la universidad alemana de Essen, que dice lo siguiente:
Esta forma activa de atraer a los enemigos de mis enemigos en el mundo de las plantas no parece ser para nada un caso aislado, sino la regla general. Allí donde miremos lo podremos encontrar, incluso entre los tipos de plantas más diversos.