Greg toma una foto de su familia con la inmensidad de Yosemite al fondo. Todos sonríen, pero no pueden evitar comentar qué bajo está el río junto al que posan: uno de los parques nacionales más populares de Estados Unidos no escapa a la sequía que sufre California.
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A simple vista, la espectacular belleza de esta perla de la naturaleza engaña a los excursionistas, impresionados por los picos de más de 3 mil 500 metros que se erigen a su alrededor y la frondosa vegetación que se pierde en el horizonte.

Pero de cerca, los estragos son más que perceptibles en el cuarto año consecutivo de sequía en esta zona del oeste del país.

El famoso Mirror Lake (Lago del Espejo) ya no refleja el monumental Half Dome (Medio Domo) de 2 mil 695 metros, antaño una de las postales más típicas de este enclave.

En él han aparecido unos bancos de arena que le dan un aire playero, donde la gente se acuesta a tomar el sol y los niños chapotean en la orilla.

El Salto Yosemite, la catarata de mayor acceso para los turistas, también escupe menos agua porque este año ha habido un récord de pocas nevadas y "el proceso de deshielo es menor", cuenta a la AFP Scott Gediman, responsable de comunicación del parque.

El Río Merced, uno de los principales afluentes de California y que atraviesa el Valle de Yosemite, no llega al metro de altura cuando debería rebasar sin problemas los dos metros.

"Para mí éste es el principal indicador de que estamos en sequía", señala Gediman. "Es preocupante".

Situación excepcional

La situación es particularmente grave en California, donde el gobernador Jerry Brown tuvo que imponer hace unos meses medidas históricas para ahorrar 25 por ciento de agua.

Pero la sequía no ha ahuyentado a los turistas. Desde que comenzó en 2011, el parque ha registrado una media de cuatro millones de visitas anuales, la mayoría entre mayo y octubre, cuando más calor hace.

Yosemite no restringe el uso porque el parque está en suelo federal -está exento de cumplir las leyes estatales-, pero por todas partes se ponen los avisos para pedir a los excursionistas que no sean derrochadores.

En las zonas de camping y los hoteles del parque los visitantes predican con el buen ejemplo.

"Somos muy conscientes del uso que hacemos del agua", explica Teri Smail, quien acampa junto a su familia en uno de los recintos.

"Cuando lavamos los platos o nos duchamos, abrimos y cerramos el grifo todo el rato. Tratamos de ser conservadores. Si queda un poquito de agua en las botellas, la guardamos para el café del día siguiente", afirma mientras toma el desayuno.

Lo mismo hace Álvaro Jaramillo, un colombiano de paseo con su familia que se ha sorprendido por la resequedad que se respira.

"Antes de venir nos informamos, porque oímos que la situación era grave", señala mientras lava una taza. "La verdad es que se notan cambios, como en Mirror Lake".

¡Cuidado con los incendios!

La falta de lluvias en los últimos años y las altas temperaturas propias de California han hecho de Yosemite un escenario ideal para incendios en los veranos boreales.

En 2013, el llamado "Rim Fire" se convirtió en el tercer incendio más importante de la historia del estado al arrasar con más de 100 mil hectáreas.

Pese a los esfuerzos de 5 mil bomberos y 20 helicópteros, el área calcinada terminó siendo cinco veces más grande a la capital de Estados Unidos.

El año pasado otro incendio arrasó más de mil 500 hectáreas, amenazando durante días el bosque de secuoyas gigantes.

"Este año volverá a haber otro incendio. Es inevitable", vaticina Gediman.

La tierra deshumedecida también favorece la aparición de escolitinos, una especie de escarabajos que se instalan bajo los árboles y terminan matándolos.

"No hay nada que podamos hacer contra esto. Es la naturaleza", explica Gediman.

Pero las condiciones adversas no empañan la experiencia de los turistas. "Yosemite está tan bonito como siempre", dice Mary, quien visitó por primera vez el parque hace 35 años. "Es un lugar maravilloso".