Hasta no hace mucho, en Argentina el dilema era estudiar o trabajar. Pero ahora la mayoría de la población infantil y adolescente que trabaja, también estudia, un avance que plantea nuevos desafíos para combatir los fenómenos de repetición, ausentismo y deserción escolar, y romper, además, el círculo de pobreza.
Imagen
© IPSUn niño acompaña a su madre, Graciela Ardiles, en tareas dentro de su pequeña finca, en Arraga, en la provincia de Santiago del Estero, en Argentina. Gracias a un programa de desarrollo rural que aumentó los ingresos de la familia, ella dice que sus hijos podrán seguir estudiando hasta finalizar la universidad, al contrario de sus padres.
El cambio es revelador, según Néstor López, del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que elaboró junto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el informe "Trayectorias escolares protegidas en Argentina", lanzado este mes y que registra la nueva realidad.
"Cuando uno analizaba la situación de los adolescentes hace 20 años atrás, veía dos situaciones muy diferentes. Había adolescentes en la escuela y había adolescentes que trabajaban", dijo en entrevista con IPS.
Pero "lo que uno ve ahora es el que las tasas de escolarización de los adolescentes subieron mucho, lo que significó en parte una reducción en sus tasas de participación en el trabajo, pero también significó el aumento de un grupo de adolescentes que son los que estudian y trabajan"
Resumió.

En 2013 en Argentina, prácticamente la totalidad de los niños de cinco a 14 años y 84 por ciento de los adolescentes de 15 a 17 años concurría a la escuela., registra el documento.

A eso, según Gustavo Ponce, experto en prevención y erradicación del trabajo infantil de la OIT, contribuyeron medidas como la Ley de Educación Nacional, de 2006, que establece que el tramo obligatorio de escolarización se extiende desde el último año del nivel inicial hasta la finalización de los estudios de nivel secundario (entre los 17 y 18 años)

A comienzos de este año, se incorporó inclusive una modificación a esta ley, que amplía la obligatoriedad de escolarización desde los cuatro años.

Por otra parte "hubo muchos avances sobre todo en el ámbito normativo, con un ley que elevó la edad mínima de admisión al empleo en 16 años, que incluyó el tema de la protección del trabajo adolescente entre los 16 y 17 años de edad", destacó Ponce a IPS.

Ponce se refirió a una norma que protege a los jóvenes de todo trabajo que implique tareas penosas, peligrosas o que pongan en riesgo la asistencia escolar y la salud.

También a la reforma en 2013 del Código Penal, que incorpora al trabajo infantil como un delito.

La OIT y la Unesco mencionaron estas medidas, en el marco de otras como la puesta en marcha de programas de transferencia de renta familiar, como la Asignación Universal por Hijo, que contribuyeron a desestimular el trabajo infantil, al incrementar los ingresos en sectores carenciados.
"Uno puede decir que sí hubo una política de erradicación del trabajo infantil", consideró Ponce.
Ahora, según López, es necesario profundizar la mejora de la inclusión escolar de los adolescentes. De acuerdo al nuevo estudio, entre los chicos de cinco a 13 años que trabajan y que también van a la escuela, aproximadamente un tercio desaprueba el año, contra 13 por ciento de la repetición de curso registrada entre niños y niñas que solo estudian.

Respecto al ausentismo, el informe observa, con base en datos de la Encuesta de Actividades e Niños, Niñas y Adolescentes del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, que 20 por ciento de quienes trabajan y estudian, tiene inasistencias frecuentes, mientras que eso se reduce a la mitad entre los niños y adolescentes que solo estudian.

Por otra parte, si se observa específicamente el caso de los adolescentes trabajadores, se deduce que 26 por ciento directamente no asiste a la escuela y que 43 por ciento de quienes asisten, repitió el año. Entre los que solo estudian, repite 27 por ciento.
"Es mejor a que solo trabajen. Es muy bueno que el chico que esté trabajando además esté estudiando, pensando en su formación a futuro. Que el chico que tenga que trabajar pueda no desatender la escuela, puede decirse que es positivo", consideró López.
Pero, de todos modos, el balance "es negativo porque lo que demuestran las estadísticas, los estudios y el sentido común es que la experiencia escolar de esos chicos es de menor calidad, porque no tienen tiempo de hacer las tareas, no tienen tiempo de estudiar, porque van cansados, porque faltan más, porque por distintos motivos el aprovechamiento que pueden hacer de la experiencia educativa es menor", enfatizó.

Según el Ministerio de Trabajo, entre 2004 y 2012, el trabajo infantil en Argentina se redujo un 66 por ciento. Mientras que en el 2004, había unos 450.000 niños y niñas trabajando, en el 2012 se registraban solo 180.000.

Pero lo que preocupa también son otras formas de trabajo infantil, no tan visibles. Por ejemplo las tareas no remuneradas en casa, que afectan especialmente a niñas y adolescentes mujeres, como el cuidado de hermanos, limpieza y preparación de la comida y atención de animales de corral.
"El nivel educativo constituye uno de los principales mecanismos que utiliza el mercado laboral para seleccionar a sus trabajadores. Acceder o no al sistema educativo formal es uno de los aspectos más fuertemente asociados con los proceso de acumulación intergeneracional de desventajas sociales", considera el informe.
Entre las medidas para incentivar la asistencia escolar, la OIT propone el mejoramiento de la red de servicios públicos y gratuitos para apoyar la actividad del cuidado, formada por jardines maternales (guarderías), centros de desarrollo infantil y oferta de doble jornada en los servicios educativos.

También propone campañas para combatir mitos o costumbres, especialmente arraigados en zonas rurales.
"Al entrevistar por ejemplo a los padres se nota que ellos perciben como natural la actividad de alimentar y ordeñar animales antes de ir a la escuela, como si se tratase de una colaboración y un aprendizaje positivo y no como un trabajo que realizan los niños dentro del hogar", dice el informe.
Desde el sector sindical, proponen que los conceptos de erradicación del trabajo infantil sean incorporados también en los contenidos educativos.

En ese sentido, Hernán Rugirello, de la Coordinación de Investigaciones Sociales de la sindical Confederación General del Trabajo, mencionó a IPS, una experiencia llevada a cabo por la central en la ciudad de Mar del Plata, a unos 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Allí, con la ayuda del gremio docente, se incorporó el tema del trabajo infantil en algunas horas escolares.
"Es importante para instalar en la agenda esa problemática, que también los jóvenes trabajen desde el imaginario y las representaciones, como agentes transmisores de estos temas para llevarlos al seno del hogar", ejemplificó.