Entre las múltiples evidencias del conocimiento de las tierras americanas por parte de las elites mundiales con anterioridad a su conquista y colonización, destaca el enigmático mapamundi de Henricus Matellus, Heinrich Hammer, al cual dedicamos el siguiente artículo.
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© WikipediaMapamundi de Henricus Martellus, 1489. British Library, Londres
Desde hace siglos, los cartógrafos de todo el mundo saben de la existencia de ciertos mapas calificados como imposibles por alguno de sus contenidos. Son mapas en los que figuran territorios desconocidos para el común de la sociedad de su época, y que la comunidad científica ha negado, tergiversado u obviado en no pocas ocasiones. Tal es el caso del cada vez más conocido mapamundi de Henricus Martellus, el cual demuestra un sorprendente e inquietante conocimiento de la geografía mundial. Estos calificativos en absoluto son exagerados cuando descubrimos la información que nos transmite.

Henricus Martellus, nombre latinizado del geógrafo y cartógrafo de origen germánico, Heinrich Hammer, nació hacia 1440 cerca de Nuremberg y desarrolló buena parte de su labor en la Florencia renacentista entre los años 1480 y 1496. Hammer realizó su primer mapamundi en 1489, basándose en mapas anteriores como el de Claudio Ptolomeo, afamado cartógrafo helenístico que trabajó en la Alejandría del S. II dC, así como en el mapa descrito por Ptolomeo realizado por su inmediato precedente, Marino de Tiro - autor clásico del S. I dC -. Por otra parte, no sabemos si por su influencia directa o por basarse en las mismas fuentes, este mapamundi guarda una enorme similitud con otros mapas producidos posteriormente por autores como Martin Behaim o Martin Waldseemüller, dibujados en 1492 y 1507 respectivamente.

La reciente restauración del documento de Henricus Martellus (véase la imagen de portada) ha arrojado, si cabe, más luz a los precisos datos que nos aporta, entre los cuales, uno de los más impresionantes, se centran en una extraña pero evocadora península ubicada en el extremo más oriental de Asia.

"La Cola del Dragón"

El historiador belga afincado en Argentina Paul Gallez, nos describe en el mapa de Martellus una más que definitoria coincidencia con los grandes ríos de Sudamérica, y la prominente península que encontramos anexa a los territorios del Extremo Oriente en el mapa de Heinrich Hammer. Por poner un ejemplo, la cuenca de los ríos Paraná-Paraguay es la que se reconoce de modo más evidente. A partir de éstos, podemos identificar el resto de las grandes zonas fluviales sudamericanas con relativa facilidad. Algunos de los ríos representados, como el Río Negro, no fue oficialmente descubierto hasta el S. XVIII, mientras que el Chubut de la Patagonia se descubrió en el S. XIX. La identificación de estos ríos en el planisferio de Martellus la realizan investigadores como Enrique de Gandía o el profesor Dick Ibarra Grasso a mediados del S. XX. También a ellos debemos la identificación de los mismos en mapas de otros autores como los del árabe al-Juarizimi o los dibujados por Claudio Ptolomeo, obteniendo en muchos casos de los propios mapas definiciones más detalladas que las ofrecidas por los cartógrafos de la primera mitad del S. XIX.

Respecto a la veracidad del mapamundi de Heinrich Hammer, ésta queda más que contrastada debido a la circunstancia que disponemos de más de un mapa realizado por el mismo autor. Uno de ellos lo encontramos en la Biblioteca Británica de Londres, mientras que el otro se halla en los archivos de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos. La idea de que ambas copias hayan sido falsificadas o retocadas es una conjetura más que forzada, la cual, por otra parte, no aportaría ningún beneficio adicional a lo establecido, más que demostrar, en todo caso, que la existencia de América ya se conocía.

Entre otras, dos son las grandes preguntas que nos suscitan los mapamundis del reputado cartógrafo germánico:

¿Quién pudo recabar la información necesaria para dibujar este mapamundi?

Muchas son las hipótesis plausibles y escasos los datos de los que disponemos. Existen indicios, sin embargo, relatados por Ptolomeo y por Marino de Tiro. Ambos nos narran que los marinos chinos, a bordo de sendos juncos, mucho más grandes de lo que una primera lectura nos invitaría a pensar, mantenían relaciones comerciales fluidas con ciudades de la costa americana del Pacífico Sur. Tanto Ptolomeo como Marino de Tiro realizan referencias a la muy conocida ciudad de Kattigara, la cual se halla más allá del Magnus Sinus, el Gran Golfo. Este Gran Golfo no sería otra cosa que el Océano Pacífico, representado en el mapa de Martellus con unas dimensiones mucho más modestas que las originales. Este hecho bien podría deberse a la impresión que daba a los navegantes chinos el ver casi en todo momento tierra hacia el norte al momento de navegar siguiendo la corriente del Kuro Shivo.
En la actualidad, el sitio arqueológico de Kattigara se encuentra en el moderno Perú y se le conoce como Chan Chan. Cabe destacar que Chan Chan es la segunda ciudad más grande del mundo construida en adobe.

Tenemos que considerar también otras posibles fuentes como la de los pueblos africanos, tanto islamizados del norte de África como de tierras más meridionales. Así lo atestiguan numerosos indicios recogidos por el profesor Ivan Van Sertima en su obra They Came Before Columbus. The African Presence in Ancient America, Random House Paperback, NY, 1976. En ella el eminente científico social nos provee de un elevado paquete de evidencias acerca de la presencia mandinga en el continente americano como explicación para algunas de las preguntas que plantea el surgimiento de la cultura olmeca, en la cual encontramos las famosas y controvertidas cabezas humanas de piedra de grandes dimensiones las cuales ostentan rasgos fenotípicos propios de poblaciones africanas y cuya elaboración debemos remontar a la Edad Media europea.

También es muy conocido el misterioso mapa del almirante otomano Piri Reis, compuesto en 1513, en el cual se describe de manera escrupulosamente detallada toda la costa atlántica de Mesoamérica y Sudamérica, pero sin duda lo que más a llamado la atención en este mapa es la presencia en el mismo de parte de la costa antártica, la cual, para más asombro carece de hielos. Este es un hecho que al ser planteado hace enmudecer a la comunidad académica del mundo de hoy.

Algunos otros detalles también nos invitan a mirar hacia el lado africano. Un ejemplo particularmente relevante el hecho de que los cronistas de la conquista hispánica de Cortés nos relatan que al llegar al continente reconocen algunos edificios singulares como mezquitas, acaso por pura inducción y asociación cultural de conceptos. No obstante, se trata de un hecho nada desdeñable si bien la gran mayoría de indicios apuntan a China como la verdadera matriz de los conocimientos geográficos traídos a colación.

¿Cómo esta información pudo llegar a manos de Martellus?

La opción más verosímil es la que viene de manos de la Iglesia. En los albores de la modernidad, muchas eran las misiones evangélicas que tenían como objetivo cristianizar Oriente. Estos misioneros bien podrían haber entablado amistosas y fructíferas relaciones con altos cargos de la jerarquía de reino del Gran Khan, acaso con los mismos emperadores chinos y con sus familias, los cuales de una manera graciosa les podrían haber facilitado valiosísimos mapas que más tarde serían copiados y reproducidos en las cancillerías europeas. Cabe destacar que, para las elites de la Europa Occidental del Renacimiento, los mapas constituían un preciadísimo tesoro, custodiado y protegido junto a las joyas de los príncipes. Tengamos en cuenta que dichos mapas suponían la capacidad de diseñar y ejecutar estrategias a gran escala tanto comerciales como militares y que, como siempre, la información es poder.
Referencias:
Nathan Barjona es Licenciado en Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona, con especialidad Ciencias de la Antigüedad y Edad Media, con un Máster en Historia de la Ciencia del CEHIC. Además, es lector recurrente de SOTT.net