Jonh Connor, el héroe de la cine epopeya Terminator, vuelve del futuro para salvar a la humanidad de Skynet, un sistema de inteligencia artificial que se independiza de sus creadores. La primera acción de Skynet es un ataque nuclear contra Rusia que genera el holocausto nuclear borrando a la mayor parte de la humanidad, para luego emprender una lucha contra los humanos sobrevivientes adelantada por los Terminators, robots inteligentes y asesinos, mientras que John Connor organiza la resistencia. En la última película de la saga, Genisys, que se verá en 2015, el Día del Juicio será apenas dos años después, en 2017.
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© Flickr/ Dick Thomas Johnson
Los hechos de la historia parecían muy lejos de la realidad en 1984, cuando apareció la primera película de la saga, pero a fines de julio de 2015, los más prominentes científicos del planeta, como Stephen Hawking, advirtieron contra el peligro de los "robots asesinos", que pueden llevar al "fin de la civilización". Elon Musk, uno de los padres de Internet, aseguró que podrían "tentar al diablo y convertirse en una amenaza para la Humanidad", y Bill Gates señaló que hay que regular estas máquinas, "antes de que sea tarde".

En la Conferencia Internacional conjunta sobre Inteligencia Artifical, celebrada en Buenos Aires a fines de julio, mentes distinguidas de la filosofía, la física, la psicología, la lógica matematica y la informática, analizaron el desarrollo de la inteligencia artificial, sus enormes beneficios y sus grandes riesgos.

Hoy en día, los robots pueden construir casas en dos días colocando mil ladrillos por hora, imprimir órganos en 3D para trasplantes, aspirar los pisos aliviando a las amas de casa, manejar automóviles a lo largo de miles de kilómetros, trabajar en las fábricas suplantando a los obreros, cocinar y repartir la correspondencia. Pero si bien pueden ganar una partida de ajedrez al mejor jugador del mundo, o dar los mejores consejos para hacerse rico en la Bolsa de Valores, el problema surgirá cuando, como en la película Terminator, den el paso para independizarse de su creador.

Por eso, los científicos reunidos en Buenos Aires suscribieron una carta pidiendo excluir el uso de la inteligencia artificial de la construcción de armamento. En su carta, afirman que las "armas autónomas han sido descritas como la tercera revolución armamentista, después de la pólvora y las armas nucleares", y advierten que la fabricación de semejantes armamentos podría desatar una "nueva carrera armamentista". Los estudiosos llaman a impedir que las armas autónomas se conviertan en las "Kalashnikov del futuro", pues "se pueden producir de manera masiva y rápidamente pueden aparecer en el mercado negro o en manos de terroristas, se pueden usar para desestabilizar naciones, para asesinar gente o realizar limpiezas étnicas".

"Somos científicos, pero somos una comunidad comprometida con lo social y como intelectuales pedimos a las Naciones Unidas limitar el uso de la inteligencia artificial en los procesos bélicos", dijo a Sputnik Mundo Ricardo Rodríguez, doctor en Ciencias de la computación de la Universidad de Buenos Aires, miembro de la Asociación Argentina de Inteligencia Artificial, y uno de los organizadores de la Conferencia.

"Lo que está mal es la guerra y existe el peligro de que estas nuevas tecnologías se usen para asesinar. Hay programas que permiten distinguir a una persona entre la multitud de un aeropuerto, y esa tecnología puede ser usada para asesinar a un enemigo. Si hoy un automóvil se puede estacionar solo, también un tanque sin tripulación puede detectar si hay gente en un edificio y disparar. El problema es que estos robots empiezan a tener autonomía y pueden llegar a tomar decisiones solos, como disparar un fusil o tirar una bomba, y nosotros deploramos eso, no queremos que estas nuevas tecnologías se usen para asesinar", agrego.

Alfred Nobel instituyó el Premio de la Paz para lavar su conciencia después de haber inventado la dinamita, y Albert Einstein, que sentía el remordimiento por haber contribuido a la creación de la bomba atómica, declaró que si volviera a nacer no sería físico sino plomero, en honor al único metal que frena la radiactividad.

Los científicos de hoy están ante el mismo dilema.