El 11 de septiembre del 2001, exactamente 16 años atrás, testigo de un evento que cambiaría el mundo tal y como lo conocíamos hasta entonces: el terrorismo había llegado para quedarse y seriamos todos sus víctimas, así las bombas explotaran en nuestras ciudades o no.
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La historia nos la sabemos todos, hay un sinfín de detalles que están disponibles en la red, teorías e hipótesis que nos pueden entretener a todos por años, implicaciones políticas y militares, económicas y religiosas.

Laura Knight-Jadczyk y Joe Quinn escribieron un excelente libro sobre este tema, un libro que recomendamos de todo corazón porque todas las personas que vivimos en este planeta hoy en día, así lo sepamos o no, fuimos definidos por este evento, y es de eso de lo que me gustaría hablar hoy.

A diario, cuando paseo a mi perro, cruzo en mi ruta por una casa, esta casa tiene una peculiaridad que es evidente, la dueña tiene una soga atada en la entrada para que nadie pueda pasar, y una caja donde hay una nota en la que pide a la persona que entrega la correspondencia que por favor la deje allí, en otras palabras, "no se acerque a mi puerta".

Es algo curioso cuando uno se sienta a observar cómo funciona la mente humana, podemos ser parte de situaciones de las cuales, a menos que nos sentemos a observar conscientemente, nunca entenderemos, algo así sucede con el 11 de septiembre, todos conocemos la historia, se nos repite a diario, especialmente en Occidente, sobre cómo debemos hacer esto o lo otro, o aceptar esta o aquella otra medida para nuestra seguridad porque "no queremos otro 11-S", pero nunca la observamos detenidamente.

Tal y como la casa de esta señora merece una inspección más cercana (¿Qué implica la soga? ¿Qué habrá llevado a que alguien se sienta tan atemorizada del mundo como para no permitir que nadie se acerque? ¿Qué tipo de trauma mental o emocional llevó a esta acción?), el 11 de septiembre merece una inspección cuidadosa, y es de la única manera que vamos a tener alguna esperanza de entenderlo

En lo que respecta al 11-S podríamos hacer las mismas preguntas una vez nos detenemos a observar nuestra realidad, (¿Qué ocurrió? ¿Qué significó para todos nosotros? ¿Cómo nos afecta?) de lo contrario corremos el riesgo de seguir caminando a diario dentro de este gigantesco factor sin prestar atención y sólo aceptándolo de manera tácita e inactiva.

Más allá de lo increíble de la historia acerca de un grupo de 19 personas con cuchillas pequeñas, entre los cuales habían pilotos ineptos quienes lograron hacer la maniobra más precisa de la historia de la aviación, quisiera hablar del impacto emocional que tuvo esa mentira en nuestras vidas, especialmente hoy, 16 años después.
engañado autoatentado
En Europa, está teniendo lugar una crisis de refugiados, refugiados que huyen de una invasión asesina de poderes occidentales, cientos de miles de personas desplazadas buscan sobrevivir de alguna u otra manera, y en su afán miles han muerto sin discriminación, ya que mujeres y niños han sucumbido a las garras de la suerte en mar abierto, o en la zona de carga de un camión, o en las líneas del tren que une a Inglaterra con Francia.

Esto, la muerte indiscriminada de personas inocentes que no hubiesen dejado su hogar de otra manera, es producto del 11-S, el sufrimiento que los que prestamos atención sentimos al ver estas imágenes a diario es producto del 11-S, el sufrimiento que genera la impotencia de ver la indiferencia o el racismo ignorante a nivel global es producto del 11-S.

Así que, me gustaría invitarlos a todos a que se detengan por un minuto y miren a su alrededor, sientan la guerra y la muerte, las masacres diarias, el llanto de los inocentes, Gaza y Ucrania, Siria y Libia, Afganistán e Iraq, todo justificado de alguna manera por el 11-S, es ese evento el que une todo lo que ocurre a nuestro alrededor, y el que genera todo este sufrimiento que en algún momento nos llegará a tocar a todos.
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En casa tampoco son inmunes a sus efectos, Estados Unidos desde el 2001 se ha sumido en un gradual estado policial ante la mirada e impotencia de todos, leyes draconianas que hacen a la constitución estéril, vigilancia casi completa de todos los ámbitos, un sinfín de medidas de control que irónicamente no detienen los- cada vez más comunes- tiroteos domésticos, y una fuerza policial que ha asesinado a más ciudadanos inocentes que los combatientes (que en realidad solo defienden sus propias vidas) enemigos en tierras lejanas. En conclusión, el establecimiento patocrata norteamericano es el peor enemigo del estado norteamericano y del mundo.

En 2001 el entonces presidente George W. Bush le dijo a su nación que los terroristas habían atacado Nueva York y el Pentágono porque "odiaban nuestras libertades", al parecer los terroristas han ganado, y se quedaron con la Casa Blanca y las libertades de los norteamericanos. El mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía, el gobierno norteamericano no consiguió esto, sino algo mejor, convencer a todos de que el diablo estaba en otro lugar del mundo y venía a descabezarnos a todos.

El 11-S género los cimientos de todos los debates políticos de hoy en día, el odio racial en contra de los musulmanes, todas las guerras que se iniciaron desde entonces, afianzó en el poder a un grupo pequeño de psicópatas hambrientos de muerte, sin 11-S no existiría una crisis de refugiados, sin 11-S Gadafi y su Libia progresiva aun estarían con vida, sin 11-S no tendrías que quitarte los zapatos al abordar un avión, o pasar por un escáner de radiación que le dejará al departamento de seguridad nacional una foto de tu cuerpo desnudo.

El 11-S engendró el sufrimiento que define a todos los que fuimos testigos del evento, así como a los nacidos después de él, un sufrimiento que tal vez en algún momento se sintió ajeno, lejano y en tierras del tercer mundo, pero que poco a poco ha encontrado una manera de llegar a todas nuestras vidas -que por supuesto era el plan original. Lo admitamos o no el 11-S nos definió por completo a todos, casi como si fuese un evento traumático que hirió a la conciencia colectiva de todo el planeta.

Y como a un trauma, sería ingenuo intentar evitar el dolor, es imposible, sería ingenuo pensar que solo el ignorarlo conseguiría apaciguar sus efectos, pero tal vez, solo tal vez.. el unirnos todos, una vez reconozcamos que impregna todos los ámbitos de nuestra existencia, en el dolor nos va a otorgar un plano desde el cual podemos cambiar nuestro destino.

Martha Stout, una psicóloga estadounidense que ha escrito libros sobre el trauma y los efectos que uno acarrea a causa de éstos, así como la sociopatía, publicó en 2007 una obra titulada The Paranoia Switch ("El botón de la paranoia"). En él se describe cómo una nación puede verse ahogada por el pánico y cómo nuestros líderes se aprovechan de nuestro estado emocional para promover sus planes de dominio y para generar sufrimiento.

Para demostrar su hipótesis, la Dra. Stout aporta el ejemplo del McCartismo, Pearl Harbor y la Guerra Fría, entre otros.

Analiza lo que denomina "guerra límbica" (término que hace referencia al sistema nervioso límbico, asociado con las emociones y la memoria). Frente a un suceso traumático (ya sea en nuestra vida personal o bien tras un ataque "terrorista"), nuestro cerebro sufre una suerte de cortocircuito. En lugar de poder organizar lo sucedido, recordar las circunstancias del momento y agregarlo a nuestra "biografía", las emociones que surgieron en ese instante no son catalogadas de la misma manera. Por consiguiente, años más tarde quizás reaccionemos automáticamente a un olor, sonido, lugar, o persona que nuestro subconsciente asocia al evento traumático, pero sin que podamos recordarlo completamente, o sin que seamos siquiera conscientes de que estamos reaccionando. Cuando ese miedo vuelve a surgir una y otra vez, y actuamos basados en éste, es como si tuviéramos un botón para encender y apagar la luz, pero al pulsarlo encendiéramos la paranoia. El miedo a un enemigo externo, sea o no éste el culpable del trauma, fomenta ese ciclo de paranoia, y es un arma muy potente para aquellos líderes que no tienen nuestros mejores intereses en mente.

El sentarnos a observar este evento del 11-S y reconocer que cada persona que camina por la calle es víctima de este trauma colectivo, y que nosotros mismos también lo somos de alguna u otra manera, nos ayudará a unirnos como especie y poner la responsabilidad de nuestra herida donde corresponde, la panda de psicópatas que fueron autores del 11-S y que gracias a este evento rigen la vida de todos los que existen en el planeta.

A 16 años del 11-S el mundo no ha cambiado, seguimos en este círculo vicioso de guerra y terror. Y la humanidad no podrá salir de él hasta que no comprenda de qué forma está siendo sometida y acallada. En definitiva, hasta que no entienda quiénes son los verdaderos enemigos: los psicópatas en el poder.

Tal y como lo expresó Andrzej Lobaczewski en su obra La ponerología política:
Ponerología política
© Pilule Rouge
Comprender la naturaleza de los fenómenos patológicos macrosociales nos permite adoptar una actitud y una perspectiva saludable al abordarlos, lo cual, a su vez, nos ayudará a erguir una protección mental contra el envenenamiento potencial de sus contenidos enfermizos y de la influencia de su propaganda. La incesante contra-propaganda emitida por algunos países caracterizados por un sistema humano normal podría fácilmente ser reemplazada por información científica directa y vulgarizada acerca del tema. El punto esencial es que sólo podemos conquistar este enorme cáncer social contagioso si comprendemos su esencia y sus causas etiológicas . Eso eliminaría el misterio del fenómeno, el cual constituye la principal causa de su supervivencia. ¡Ignoti nulla curatio morbi! ("No intente curar lo que no conoce.")

Comprender así los fenómenos que resalta este estudio nos conduce a la conclusión lógica de que las medidas para sanar y reordenar el mundo deben ser completamente diferentes de aquellas utilizadas hasta la fecha para resolver los conflictos internacionales. Las soluciones a dichos conflictos deben funcionar más bien como los antibióticos modernos, o, mejor aún, como la psicoterapia apropiadamente aplicada, en vez de optar por las armas de otros tiempos como los garrotes o las espadas, o incluso los tanques o los misiles nucleares. El objetivo debe ser reparar los problemas sociales; no destruir la sociedad. Podríamos trazar una analogía entre el método terapéutico arcaico de la sangría. en oposición a los tratamientos modernos que fortalecen al enfermo a fin de poder efectuar la cura correspondiente.

Con respecto a los fenómenos de naturaleza ponerogénica, el simple hecho de poseer el conocimiento apropiado puede comenzar a sanar a cada ser humano y ayudar a que su mente recobre el equilibrio.