Siguiendo el hilo de mi artículo anterior, sobre la inmortalidad del alma y la reencarnación, quisiera compartir con ustedes algunos párrafos de un libro llamado La Eneida, escrito por Publio Virgilio Marón, poeta romano (del 70 a. C. al 19 a. C.).
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La Eneida narra el viaje de un héroe llamado Eneas, desde su escape de una Troya en llamas y destinada a la destrucción, hasta llegar a las costas de lo que hoy conocemos como Italia y la fundación de las ciudades que serían el preámbulo a lo que luego fué la ciudad de Roma.

Quiero ser sincero, este es uno de mis libros favoritos; lo he leído maravillándome de las extensas descripciones que hace Virgilio de los lugares, ceremonias y ritos de la antigüedad, sus gentes, ciudades y costumbres, de los antiguos pueblos del mediterráneo y de las aventuras que vive el héroe.

Sin embargo, apenas hace poco tiempo tomé conciencia de que tal vez en este libro se reflejen enseñanzas filosóficas milenarias que estamos más acostumbrados a ver en libros orientales.

Efectivamente, en tradiciones de la antigua India se habla de lo finito y poco duradero que es el cuerpo humano por contrapartida de los atributos del espíritu, o "ser que mora en el cuerpo", que es eterno, indestructible y no muere cuando muere el cuerpo.

Así, estas antiguas culturas orientales concebían que el ser humano tiene una esencia divina y que nuestro cuerpo no es más que un hogar pasajero de esa esencia; y cuando el cuerpo muere el espíritu no sufre la misma suerte. En el Bhagavad Gita, antiguo libro de la India, se señala lo siguiente:
"Como un hombre desecha las ropas viejas y se viste de otras nuevas, así el morador del cuerpo deja el cuerpo viejo y entra en otro nuevo." ~ Bhagavad Gita.
Esto sintetiza de forma simple la doctrina conocida como La Reencarnación que usualmente es considerada como oriental y se piensa que es propia y seguida únicamente en países de esas latitudes.

Por el contrario, y volviendo a La Eneida, vemos cómo, en el libro sexto, existen varios pasajes que hablan sobre la reencarnación.

Eneas, una vez superada todas las pruebas que le ha tocado enfrentar, cumple con su cometido de llegar a Italia y, luego de cumplir con los piadosos sacrificios hacia los Dioses, le pide a la Sibila de Cumas (sacerdotisa de Apolo) que lo conduzca a las mansiones infernales para ver a su padre Anquises.

Eneas y la Sibila penetran dentro de las moradas de los muertos y pasan por muchos lugares de interesante descripción, ven criaturas mitológicas extraordinarias y cruzan gracias al barquero Caronte la laguna Estigia, transitan por el pasadizo que cuida el can Servero al que tienen que dormir, viven muchas aventuras en poco tiempo, todo esto antes de llegar a los Campos Elíseos y encontrarse con Anquises a quien hallan de la siguiente forma:
"Estaba entonces el padre Anquises examinando con vivo afán unas almas encerradas en el fondo de un frondoso valle; almas destinadas a ir a la tierra, en las cuales reconocía todo el futuro linaje de sus descendientes, su posteridad amada, y veía sus hados, sus varias fortunas, sus hechos, sus proezas" ~ La Eneida - Virgilio.
Estas almas destinadas a ir a la tierra, de alguna forma, ya tienen escogido parte de su destino puesto que ya se sabe a que linaje van a pertenecer, quienes serán sus padres y su familia. Parece que para Virgilio el nacimiento dentro de una ciudad, una civilización u otra no se da por azar, sino que le corresponde a cada alma por sus actuaciones en una vida anterior.

Pero no se limita a esto nuestro autor. Aprovecha la oportunidad para verter su visión de una enseñanza que muchas veces se cree no eran parte de la civilización occidental.
"Eneas en tanto ve en su cañada un apartado bosque lleno de gárrullas enramadas plácido retiro, que baña el río Leteo.

Innumerables pueblos y naciones vagaban alrededor de sus aguas, como las abejas en los prados cuando, durante el sereno estío, se posan sobre las varias flores y, apiñadas alrededor de las blancas azucenas, llenan con su zumbido toda la campiña.

Ignorante Eneas de lo que ve y estremecido ante aquella súbita aparición, pregunta la causa, cuál es aquel dilatado río y qué gentes son las que en tan grande multitud pueblas sus orillas. Entonces el padre Anquises: "Esas almas - le dice -, destinadas por el hado a animar otros cuerpos, están bebiendo en las tranquilas aguas del Leteo el completo olvido de lo pasado. Hace mucho tiempo que deseaba hablaste de ellas, hacértelas ver y enumerar delante de ti esa larga prole mía, a fin de que te regocijes más conmigo de haber, por fin, encontrado a Italia."

"¡Oh padre!, ¿Es creíble que algunas almas se remonten de aquí a la tierra y vuelvan por segunda vez a encerrarse en cuerpos materiales? ¿Cómo tienen esos desgraciados tan vehemente anhelo de rever la luz del día?..." ~ La Eneida
Virgilio, a través del padre de Eneas, Anquises, aprovecha para señalar el hecho de que las almas que ya animaron cuerpos en pasadas vidas en la Tierra vuelven otra vez a animar cuerpos materiales, pero antes deben beber el agua del río del olvido (el Leteo) los hechos pasados. Sin embargo a Eneas esto le genera dudas.

Es por esto que, utilizando la alegoría y la leyenda, le dice Anquises:
"Desde el principio del mundo un mismo espíritu interior anima el cielo y la tierra, y las líquidas llanuras y el luciente globo de la luna, y el sol y las estrellas; difundido por los miembros, ese espíritu mueve la tierra y se mezcla al gran conjunto de todas las cosas; de aquí el linaje de los hombres y de los brutos de la tierra, y las aves, y de todos los monstruos que cría el mar bajo la tersa superficie de sus aguas. Esas emanaciones del alma universal conservan su ígneo vigor y su celeste origen mientras no están cautivas en toscos cuerpos y no las embotan terrenas ligaduras y miembros destinados a morir: por eso temen y desean, padecen y gozan; por eso no ven la luz del cielo, encerradas en las tinieblas de oscura cárcel.

Ni aún cuando en su último día las abandona la vida, desaparecen del todo las carnales miserias que necesariamente ha inoculado en ellas, de maravillosa manera, su larga unión con el cuerpo; por eso arrostran la prueba de los castigos y expían con suplicios las antiguas culpas. Unas, suspendidas en el espacio, están expuestas a los vanos vientos; otras lavan en el profundo abismo las manchas de que están infestadas o se purifican en el fuego.

Todos los manes padecemos algún castigo, después de lo cual se nos envía a los espaciosos Elíseos campos, mansión feliz que alcanzamos pocos y a que no se llega hasta que un larguísimo período, cumplido el orden de los tiempos, ha borrado las manchas inherentes al alma y dejándola reducida sólo a su etérea esencia y al puro fuego de su primitivo origen. Cumplido un periodo de mil años, un dios las convoca a todas en gran muchedumbre, junto al río Leteo, a fin de que tornen en ellas el deseo de volver nuevamente a habitar en humanos cuerpos." ~ La Eneida
Lo que aquí se explica no es muy diferente a lo que señala Cicerón en "El sueño de Escipión" y parece estar inspirado en Platón, en el Libro X de La República, en el que explica temas como que el ser humano virtuoso recibe su recompensa después de la muerte, la inmortalidad del alma y de que la misma solo deja ver su verdadera belleza cuado se separa del cuerpo y otros más.

Volviendo a La Eneida, parece atractiva la explicación que nos ofrece Virgilio, cuando se refiere a los castigos como pruebas a las que se tiene que someter el alma para limpiar las impurezas que la acompañan y que ya purificadas yacen en una especie de morada de paz, hasta que sea el momento de renacer. Esto hace el proceso de los llamados castigos algo lógico y natural: así funciona la naturaleza cuando algo altera el orden de las cosas.

Quiero resumir algunas ideas que me vienen a la mente:
  1. La reencarnación era concebida desde la antiguedad en oriente como en occidente.
  2. No existe la suerte, cada persona viene al mundo con una marcada tendencia y un posible destino por cumplir.
  3. Aun después de la muerte del cuerpo el "Verdadero Ser" no se desliga inmediatamente de las ataduras carnales.
  4. Según La Eneida, existen partes materiales del cuerpo, más sutiles de las que conocemos, que deben deshacerse antes de que quede el "el puro fuego de su primitivo origen".
La Eneida nos brinda de una manera simple el acceso a una ventana en la cual podemos mirar al origen de nuestra civilización y las sabiduria de quienes la crearon.