Hace unos días me encontré este relato en la página de Facebook de Polyface, la granja de Joel Salatin, el "mejor granjero del mundo" según la revista Times. Se trata de una historia real, emotiva y que nos permite acercarnos y comprender mejor la vida del campo. Por eso decidí traducirla, porque creo que los que viven en la ciudad pocas veces son conscientes de que los ganaderos desarrollan relaciones muy cercanas con sus animales. Ya sean perros, gatos, burros, caballos, o como veremos, vacas, todos ellos pueden formar parte del equipo durante muchos años. Esta entrada es también una mirada diferente a este genio polifacético de la conversión biológica de luz solar en biomasa, que perdió a su amiga y aliada hace unos días, y la homenajeó como se merecía. Allá donde estés, Tanya, ¡que los pastos estén verdes y en su punto óptimo de reposo!

Texto original publicado en la página de facebook de Polyface. Traducido y publicado con permiso del autor.
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Tanya murió ayer.

Era una institución en Polyface, una gran dama inconfundible, una vaca líder, y la matriarca de muchos rebaños. Lo suficientemente valiosa como para conservarla una década después de que terminaran sus años como criadora de terneros, este cruce entre las razas Brahaman, Guernsey y Hereford guió a miles de jóvenes terneros durante la rutina diaria del cambio de parcela.

Nosotros no escogimos a Tanya; ella nos escogió a nosotros. Cuando era una novilla joven, ella misma se estableció como lo que nosotros llamamos una vaca líder. Como practicamos la fertilización con secuestro de carbono lignificado, energía solar y movimiento de herbívoros en rebaños compactos, movemos nuestras vacas a una nueva parcela cada día sobre las 4 de la tarde.

Para los que estáis acostumbrados a ver películas de John Wayne, este movimiento diario en la tarde no se parece en nada a lo que habéis visto en la pantalla. Esos movimientos de rebaño, tirando el lazo, gritando, echando cuerdas, cowboys y caballos, no podrían estar más lejos de lo que aquí en Polyface nosotros llamamos un cambio de parcela. Aquí en Polyface, cuando decimos "mover las vacas", nos referimos a un movimiento excepcional por su serenidad.

Abrimos la portilla de la valla eléctrica y simplemente las llamamos. El rebaño pasa a través de la apertura a la siguiente parcela, y nos regalan con la sinfonía de mordiscos más plácida que te puedas imaginar: el opus "masticando biomasa". Aunque esto suene sencillo, solo es elegante cuando una miríada de complejos factores se sincronizan. Uno de esos factores es la vaca líder.

La base de los animales gregarios es que nadie quiere abandonar el rebaño. Ahí es donde disfrutan de protección frente a los depredadores. Verás, la psicología básica de los rebaños se basa en la timidez y en la seguridad. Los emprendedores y los rezagados acaban siendo comidos. Es poco frecuente que un animal gregario se convierta en un emprendedor, en un individuo, en un líder. Por eso los animales líderes se distinguen a sí mismos por su función. Gordon Hazard, un gurú del pastoreo de Mississippi, bromeaba: "Tú no eliges a una vaca líder; ella te elige a ti".

Las vacas líder son listas. Tienen una habilidad sorprendente para saber cuándo vas a mover el rebaño y por dónde quieres que atraviesen el cercado hacia la siguiente parcela. A veces le ponemos las cosas difíciles al rebaño moviéndolas hacia la derecha en lugar de hacia la izquierda; o hacia atrás en lugar de hacia delante. Cuando iba a mover el rebaño, Tanya se quedaba quieta, estudiando mis movimientos. Viendo lo que yo hacía, era capaz de saber exactamente por dónde iba a abrir el cercado para cambiar de parcela.

Siempre, siempre, siempre, cuando estaba listo para abrir el cercado, ella estaba de pie a mi lado, pacientemente, con el rebaño entero - a veces hasta 500 cabezas - esperando detrás de ella. Aunque las demás no sabían qué estaba pasando, sabían que cuando Tanya se movía con resolución, era porque iba a suceder algo. El rebaño permanecía quieto, sin moverse, expectante, esperando a que Tanya les diera la señal.

Cuando yo abría el cercado, Tanya se pegaba a mí, y era la primera en entrar en el pasto fresco y abundante. Al moverse provocaba al resto del rebaño, que la seguían ordenadamente. Sin gritos, ni lazos, ni caballos; sencillamente un éxodo mágico y reverente desde la parcela antigua hasta la nueva; de Egipto a Canaán. Incluso un grupo de terneros novatos, puede que comprados a alguien que no practique la gestión del pastoreo, la seguirían de cerca. Tanya valía, casi literalmente, su peso en oro, ahorrándonos incontables horas de entrenamiento, frustración, y de dar vueltas intentando llevar a las rezagadas a donde se supone que tienen que ir.

A lo largo de los años, Tanya fue nuestra líder de referencia para los rebaños pastando en granjas de alquiler. Su comportamiento tranquilo calmaba a los rebaños alterados por estar en un lugar nuevo, en un entorno nuevo. Conocía la rutina, y ejerció de líder en Briarmoor, Grey Gables, Greenmont, Anne´s, Buxton, y este verano, en Susan´s. Hace unos dos meses, mientras revisaba un rebaño con 70 novillas y un par de toros, me percaté de que Tanya estaba cojeando. No tenía el mismo fuego en sus ojos. Vi cómo desfallecía, y me quedé sin habla, preocupado porque este pudiera ser su último trabajo.

En Susan´s uno de los cambios de parcela requería cruzar el arroyo Walker. Es lo suficientemente pequeño como para poder saltarlo, pero una de las orillas está 60 centímetros más alta que la otra. Tanya las guió hasta el arroyo y entonces empezó a retroceder. Finalmente, uno de los toros cruzó de un salto y el resto del rebaño le siguió, dejando a Tanya al otro lado, caminando de un lado para otro. Una lágrima recorrió mi mejilla.

La intenté convencer. "Venga, Tanya, vieja amiga, puedes hacerlo". Me miró, como implorando: "¿Hay alguna otra manera de pasar?"

"No, niña, tienes que pasar por aquí, ahora. Venga, tú puedes".

Se metió en el agua y luchó, luchó y luchó, se cayó al arroyo, y finalmente pudo salir, llegando hasta mi lado. No podía hacer nada más, pero lo consiguió. Allí mismo se confirmó lo que me estaba temiendo: este sería su último trabajo.

Guió al rebaño durante una rotación más, recorriendo las parcelas, y cruzó aquél arroyo una vez más, pero estaba cometiendo errores. Cuando trajimos el rebaño a casa la semana pasada, la sacamos, planeando llevarla al matadero junto con otros animales viejos para convertirlos en salchichas. Estaba de vuelta en casa, de vuelta en Polyface, donde había nacido, y me pregunto si sabía que el fin había llegado. Era la primera vez en 15 años que no le asignábamos un trabajo. Otra vaca se estaba encargando de liderar el rebaño, y ella era la segundona.

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Durante los últimos días, fue parándose, como si se le hubiera roto el corazón. Y hace un par de días, no conseguí que se moviera con el resto del rebaño. La tuve que meter a empujones en la nueva parcela. Estaba rindiéndose. Yo lo sabía. Como si me dijera: "Joel, no pasa nada. Si no tienes un trabajo para mí, una nueva aventura, un nuevo rebaño, un nuevo lugar, entonces no quiero vivir. Os lo he dado todo, pero no me vais a convertir en salchichas. No me comeréis. Me moriré aquí, a mi manera. Durante toda mi vida he elegido mi camino, sin hacer nunca lo que el resto del rebaño hacía, sino haciendo las cosas a mi manera y retándole a seguirme. Ahora estoy tomando mis decisiones y tú vas a tener que seguirme también".

Acaricié su costado. No quería comer. Su apetito había desaparecido y mi corazón se había roto. "Ay Tanya, ¿cuántos terneros y vacas has guiado en toda tu vida? Has estado con nosotros casi tanto como nuestros propios hijos. Contábamos contigo y siempre has resistido".

Apenas podía creer que Tanya, la matriarca de las vacas de Polyface, la líder del rebaño, hubiera llegado finalmente a la vejez. Muchas personas no se dan cuenta de que un animal de trabajo no es una mascota; es una parte fundamental del equipo. Y no sabes lo valioso y especial que es hasta que deja de poder hacer su trabajo. Entonces lo ves. Amigo, compañero, líder.

Ayer nos la encontramos muerta en la parcela, con el rebaño. Se marchó como ella quiso. La pusimos en la pila de compost, donde sus restos físicos nutrirán el suelo para el siguiente crecimiento de la hierba, que alimentará al siguiente rebaño. Su memoria permanecerá, cariñosamente, en nuestros corazones y en los de los aprendices, internos, y colaboradores que disfrutaron de su liderazgo. La echaremos mucho de menos, y contaremos historias sobre ella. Lo correcto es reconocer su valía, expresar nuestra gratitud por un miembro tan inusual de nuestro equipo, siempre preparada para servir a través del liderazgo. Tanya, adieu.