muerte medicia rostro humano
"El respeto a la autoridad es la base de la mayor parte de la educación médica. Los estudiantes pueden llegar a acostumbrarse a memorizar, cayendo en la ilusión de que la razón de aprender es repetir como loros lo que se dice en conferencias y libros de texto, que es donde estaría la verdad".

- Petr Skrabanek

Se recoge a continuación un fragmento del libro de Petr Skrabanek "
La muerte de la medicina con rostro humano". Petr Skrabanek nació en la antigua Checoloslovaquia, trabajando como toxicólogo y forense. Durante un viaje por Irlanda con su esposa, poco antes de terminar sus estudios de medicina, se produce al invasión rusa de Praga, de modo que decidió quedarse en Irlanda, donde finalizó sus estudios y obtuvo el título de Medicina. Murió en 1994, a la edad de 53 años. Esta obra fue concluida pocos días antes de su muerte.

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Hasta el siglo XIX, el término consumir tenía sobre todo unas connotaciones negativas: destrucción y desechos. La tuberculosis era conocida como consumption, es decir, una enfermedad que consumía. Por aquel entonces, los economistas propusieron una extraña teoría, que ha sido ampliamente aceptada, según la cual la base de una economía saneada es el continuo aumento del consumo de mercancías (es decir, desechos). Este principio también ha sido aplicado en las sociedades capitalistas a la salud, de modo que la salud se ha convertido en un producto comercializable. El producto se ve envuelto en la retórica de la compraventa. En la jerga del negocio de la medicina, los médicos actúan como unos dispensadores de salud, pero se diferenciarían del repartidor de leche en que estos entregan bienes tangibles y el médico sólo ofrece promesas.
Tradicionalmente, a los médicos se les llamaba cuando era necesario. De hecho, algunos médicos todavía acuden cuando se solicita su presencia, o cuando un médico está de guardia, se presenta en poco tiempo cuando el paciente así lo requiere. Pero ahora esto está cambiando. Ahora es el médico el que llama al paciente para que le visiten. Ahora la gente sana acude al médico para un chequeo cuando los registros digitales muestran una señal de advertencia. De no acudir a la cita, se considera un incumplimiento, lo que indicaría una conducta imprudente y una irresponsabilidad.

Para despertar el interés por los nuevos productos, son muy importantes las labores de marketing, para así intentar convencer a los potenciales clientes de que no pueden vivir sin ellos, a pesar de que hasta ahora no se habían dado cuenta. En el caso de la salud, esta tarea no es difícil, porque todo el mundo la necesita. La labia que emplea el vendedor está tomada directamente de los manuales de venta de los seguros de vida: "Se salvaría un millón de vida al año"; "Imagine a una madre dejando indefensos a sus adorables hijos, sólo porque ha sido tan imprudente de no aprovechar la oportunidad de realizarse una sencilla prueba de prevención del cáncer"; "Mire esas fotos de personas que mueren en agonía, ¿quiere terminar así?". El hecho de que la salud sea un producto intangible hace que sea fácil venderlo. Y a medida que la salud se convierte en una mercancía que en principio no tiene precio, se le puede poner el que se quiera. Y una vez que esta necesidad se convierte en universal, entonces se puede defender señalando que responde a una necesidad. A los productores les gusta hacernos creer que el mercado está determinado por el consumidor, pero una combinación de monopolio y hábiles tácticas publicitarias impiden que la inconstancia del gusto de los consumidores no garantice una constancia en sus ingresos.

Como los servicios de salud son cada vez más complejos, entre el médico y el paciente se interpone una tercera persona: el gerente sanitario. Estos burócratas controlan la compra de equipos médicos, del marketing y la publicidad, gracias a lo cual se abren nuevos mercados. Como verdaderos parásitos, obtienen su parte de los beneficios, sin que hayan producido nada. Se desarrolla una estrecha cooperación entre productores y gestores, con o sin la participación del Estado, dependiendo de si el sistema político es un Estado de Bienestar o una economía del laissez-faire. En 1986, el 12% de todos los hospitales de Estados Unidos estaban bajo el control de cuatro grandes empresas, que dirigían la red en su propio beneficio.

Marc Renaud señaló que la interminable búsqueda de la salud mediante el consumo de una amplia variedad de productos y servicios específicos busca la obtención de unos beneficios económicos por encima del beneficio que pueda suponer para la salud de las personas. Barsky, al comentar la actual manía por el ejercicio, observó que de 30 a 40 millones de corredores eran potenciales compradores de bandas de diseño para la cabeza, vestimentas de nylon, ropa interior de polipropileno, podómetros para el registro de las distancias, pulseras especiales para llevar las llaves de casa, cronómetros digitales para controlar la frecuencia cardíaca, o las tiras reflectantes para correr por la noche. Sólo las zapatillas deportivas representan un mercado de varios miles de millones de dólares. La Industria de los artículos deportivos en su conjunto tiene un volumen de negocios de unos 12 mil millones de dólares al año [Tenga en cuenta que son cifras de mediados de los años 1990. Se estima que el valor la industria del deporte alcanza actualmente los 620 mil millones de dólares en EE.UU. (Ver aquí)]. Los dietistas cobran a unos 40 dólares la hora para ayudar a planificar las dietas, claro, que para aquellos que puedan permitírselo. Se gastan alrededor de 10 mil millones de dólares al año en adelgazamientos (píldoras, libros, gimnasios y dietas especiales). Citando de nuevo a Barsky, "las preocupaciones malsanas pueden generar sanos beneficios".

Según McKinght, detrás de la creciente Industria de la salud están los mismos profesionales sanitarios: necesidad de beneficios, de expansión, de clientes, la necesidad de ser necesitado. Lo mismo puede decirse de las jerarquías burocráticas.

Extender a los sanos el negocio de la salud es un asunto relativamente sencillo. Sólo hay que persuadir a los sanos de que no es lo mismo estar sano que sentirse sano, pues incluso uno podría tener una enfermedad y no haberse dado cuenta de ello. Así que estando sano, pero con el miedo metido en el cuerpo, los consumidores de salud acuden como rebaños a las puertas del Sistema, solicitando su derecho a entrar (puesto que se les ha dicho, y así lo creen, que el derecho a la salud es un derecho inalienable). Entonces, los productores de salud pueden alegar que están haciendo todo lo posible para atender la creciente demanda, pero que debido a la escasez de lo demandado (la salud, en este caso) hay que subir los precios. Paradójicamente, este aumento en los costes de la atención médica está justificado por la necesidad de ahorrar dinero, lo que se conseguiría previniendo la aparición de enfermedades, y en este campo la Industria reparte salud para todos, lo necesiten o no.