Publicado en el blog Bitnavegantes.

Los biorritmos de la Tierra y su descendencia

En 1982, el experimentado antropólogo y farmacólogo Francis Ivanhoe, publicó el primero de varios estudios en los que habría de catalogar un importante descubrimiento para la ciencia evolutiva. Al topografiar todos los cráneos conocidos humanos paleolíticos, fue testigo de una correlación entre el antiguo aumento de la fuerza del campo magnético y el repentino incremento del tamaño del cerebro en los humanos, así como en las revoluciones culturales/evolutivas como la utilización generalizada del fuego como herramienta.

campo magnético tierra

Estos períodos de mayor fuerza del campo geomagnético (grabado geológicamente) se produjeron durante las edades de hielo que llamamos Mindel y Würm. Él trató este hallazgo en sus artículos a lo largo de 30 años, publicándolos en el Journal Bioelectricity y en Human Evolution.

Ivanhoe propuso que la sección superior del hipocampo, llamado cuerno de Amón, un arco con tráfico nervioso de un solo sentido impulsado por una fuerte corriente, podría estar actuando como un transductor que siente la fuerza del campo magnético de la Tierra y envía impulsos a otras estructuras cerebrales que afectan a la producción de la hormona del crecimiento (en concreto, la prolactina). Ivanhoe también señaló que, entre los primates, los humanos se distinguen por el tamaño de nuestro hipocampo y por el desarrollo de sus conexiones con el hipotálamo. El hipocampo también contiene magnetita, pero hablaremos más sobre esto en adelante.

La idea de que los humanos están biológicamente conectados al campo electromagnético de la Tierra no es nueva para la ciencia, y hay más pruebas que sugieren dicha conexión que las que sugieren lo contrario. Tal vez, la serie más importante de experimentos que investigó este tema fue dirigido por Rutger Wever, del Instituto Max Plank de Munich, quien utilizó dos búnkeres de aislamiento sensorial hechos para albergar a los residentes humanos por períodos prolongados de tiempo. Cada uno fue protegido de todas las señales ambientales convencionales del mundo exterior, como el sonido, la luz o el calor, pero además, uno de ellos estaba blindado de toda influencia electromagnética. Desde 1964 a 1989 se observó la influencia de las fuerzas electromagnéticas en cientos de participantes, algunos vivieron en los refugios durante un máximo de dos meses. Durante todo el experimento, fueron monitorizados los diversos indicadores de salud química y conductual, y el bunker blindado electro magnéticamente fue diseñado para que las personas pudieran ser re-expuestas a frecuencias seleccionadas de un amplio espectro.

Los que vivieron sin todas las señales ambientales, excepto las del campo electromagnético de la Tierra, mantuvieron su comportamiento y su biología a un ritmo de 24 horas (o una que usaba la misma proporción). Los que estuvieron privados de las frecuencias electromagnéticas no sólo perdieron cualquier perfil de un ritmo circadiano, sino que también comenzaron a deslizarse hacia una pérdida crítica de sincronización saludable entre los diferentes sistemas corporales. Una frecuencia electromagnética en particular, clave para la sincronización biológica, fue la micro-pulsación de 10 hertz del campo de la Tierra. Cuando fueron reintroducidas en la habitación electro-magnéticamente sellada, se restauró la sincronización adecuada entre los sistemas corporales, y los participantes volvieron a tener un ritmo circadiano coherente.

Se hicieron muchos otros experimentos tan impactantes en una época en que las disciplinas científicas no estaban tan conectadas por internet ni estaban alojados los resúmenes o artículos completos en línea. Eran tiempos de fuertes creencias sobre "lo que la ciencia ha descubierto" (y lo que no). Sin embargo, las comunidades científicas no eran tan omniscientes como la percepción pública imaginaba que eran, y ellos, para bien o para mal, no seguían políticas sociales o pensamiento de grupo.

Los microbios magnéticos

Ya en 1975, Richard Blakemore, un estudiante graduado en aquél momento, se dio cuenta de que un cierto tipo de bacteria de una salina cerca de Cape Cod, siempre se orientaban en una dirección particular en su placa de microscopio, de hecho, siempre hacia el norte magnético. Continuó estudiando esta bacteria junto al microbiólogo Ralph Wolfe, y una vez que ambos aislaron una cepa pura de la especie se acercaron a Richard Frankel, del laboratorio magnético del MIT, entonces empezaron a buscar el mecanismo que hacía funcionar el sentido magnético de tan pequeño organismo. Sorprendieron a la comunidad de biólogos cuando hallaron y documentaron ese mecanismo: la disposición en línea ordenada de los microcristales de magnetita dentro de la membrana.

bacterias magnetotácticas
Tres bacterias magnetotácticas, cada una con una sola línea de cristales de magnetita.

La magnetita es una sustancia metálica con una alta sensibilidad magnética que, tradicionalmente, se pensaba que se formaba sólo bajo temperaturas extremadamente altas y las presiones en roca ígnea o metamórfica. Fue descubierta por primera vez en la biología de una criatura en 1962, donde su presencia en la lengua de los moluscos marinos sugirió que estaba siendo utilizada por su dureza, sin embargo no para algo tan fundamental y esquivo como la bionavigación. Cualesquiera que sean sus usos, el caso es que se ha encontrado su probable presencia incluso en los fósiles microbianos de 4 mil millones de años de un meteorito de Marte (el ALH84001, descubierto en la Antártida).

bacteria magnetita
Una bacteria que tiene dos líneas de magnetita.

Una nueva frontera

Ha sido una hipótesis natural que la magnetita puede estar involucrada en las más impresionantes hazañas de navegación de diversos organismos, y se prestan a una claridad biológica los ciertos comportamientos observados en experimentos con el magnetismo. La búsqueda del norte por las abejas o bacterias puede ser reprogramada para el sur golpeándolas con un breve pulso magnético (Kirschvink y Kobayashi, 1991), lo que apoya firmemente la idea de que estos comportamientos se basan en el material ferromagnético del cuerpo del organismo. Mientras que muchos experimentos conductuales y anatómicas han investigado este aspecto de la biología en las palomas, otros también han explorado estas características biológicas en los humanos.

En 1979, Robin Baker, de la Universidad de Manchester vendó los ojos unos estudiantes de secundaria y los equipó con diademas, que, o bien contenían imanes o barras de latón, idénticamente diseñadas, pero no magnéticas. Los estudiantes fueron conducidos por un curso laberíntico alrededor de Leeds y a lo largo de una carretera recta, donde él se detuvo para que escribirles en unas tarjetas su conjetura sobre la dirección de regreso a la escuela. Más tarde él giró 135 grados yendo a otro lugar que los estudiantes debían adivinar de nuevo. Los estudiantes con imanes falsos en torno en su cabeza pudieron adivinar la dirección de la escuela de forma bastante fiable. Y entre tanto, los estudiantes con imanes reales alrededor de sus cabezas tuvieron su sentido de la dirección significativamente afectado.

Baker y otros investigadores continuaron con sus experimentos de comportamiento, y la comunidad científica estaba más receptiva a este tipo de fenómenos, ahora que ya se sabía que los organismos podían sintetizar magnetita e incorporarla en los sistemas de propósito celular. Cuando la magnetita de 1990 también fue descubierta de manera concluyente por varios investigadores como un elemento intencional del cerebro humano, fue como la iluminación de nuevos caminos de discusión científica.

magnetita
De izquierda a derecha: la magnetita de la bacteria magnetotácticas, magnetita del cerebro humano.
Teorías recientes han examinado el papel potencial de la magnetita en la memoria de las plantas (si realmente existe tal cosa, simplemente haciendo una búsqueda de la magnetita y la memoria de la planta), y en la memoria humana a corto y largo plazo (Banaclocha y Bókkob, 2010). El hipocampo durante mucho tiempo ha sido visto como un centro de formación de la memoria, así que la investigación de la enfermedad de Alzheimer han prestado atención a los nuevos avances en la comprensión de su biología, incluyendo su contenido de magnetita. En las últimas décadas los científicos han estado investigando por qué el aumento de materiales magnéticos en la estructura inferior del hipocampo tiene correlación con la enfermedad de Alzheimer (Hautot et al, 2003. Quintana et al, 2006).

La teoría de Francis Ivanhoe de que esta región del cerebro detecta la intensidad de campo terrestre podría influir en la anatomía del cerebro, en respuesta a algunos fenómenos geomagnéticos, de hecho, tiende un puente para muchas nuevas hipótesis, o como fuente de claridad para observaciones culturales existentes. Es bien conocido en la literatura científica pública que la esquizofrenia viene acompañada constantemente por cambios en los patrones de la anatomía y activación del hipocampo. En 1963, el electrofisiólogo Robert O. Becker y el psicólogo Howard Friedman, unieron sus recursos clínicos para examinar en las tasas de admisión de esquizofrenia y la conducta en el pabellón psiquiátrico en relación con las perturbaciones geomagnéticas.

Mirando los datos de admisión de 8 hospitales en relación a 67 tormentas magnéticas a lo largo de 4 años, el tamaño de la muestra de 28.000 admisiones mostró claramente que un número significativamente mayor de personas se apuntaron a servicios psiquiátricos tras alguna turbulencia magnética, en comparación con los períodos en los que el campo se mantuvo estable. La correlación no es igual a una relación causal, por supuesto, pero se examinaron más de 12 pacientes esquizofrénicos en el hospital local de VA quienes estaban programados para permanecer allí durante los próximos meses sin cambios en el tratamiento.

Para ello, pidieron a las enfermeras de la sala que llenaran un estándar de evaluación del paciente a intervalos regulares (una vez por turno de 8 horas), mientras ellos comparaban los informes de comportamiento con la actividad de rayos cósmicos entrantes, visto como una forma más fiable de diferenciar entre tormentas magnéticas y otras variaciones de rutina en el campo de la Tierra. Casi todos los sujetos mostraron comportamientos que cambiaron de 1 a 2 días después de los eventos de rayos cósmicos, especialmente indicativos del patrón de turbulencia geomagnética que sucede después que los rayos cósmicos de baja energía que destellan desde el sol tomen contacto con la anatomía externa del campo de la Tierra.

¿Qué nuevos descubrimientos en la ciencia de la conciencia y qué nuevos métodos de medicina podrían estar disponibles en nuestra sociedad hoy en día, si el trabajo en el campo electromagnético de científicos como Rutger Wever hubiera sido aceptable para las instituciones humanas de su tiempo? A estas ideas, por supuesto, son muchos los que siguen oponiendo resistencia, aunque la mayoría prácticamente por simples motivos de incredulidad, pero que uno no puede dejar de notificar a la sociedad aunque solo sea acerca de las posibilidades interesantes o importantes que tiene.

¿Es parte del rol del hipocampo sentir las micro-pulsaciones que sostienen la vida de la Tierra, de alguna manera relacionadas con la disminución del hipocampo observada en aquellos que sufren de depresión severa? ¿Las personas que sufren depresión clínica, tienen también un hipocampo salpicado de formaciones grupales de magnetita inapropiados?

Y en una nota especulativa aparte, consideremos que el hipocampo es muy receptivo a los estrógenos, lo que aumentaría el tamaño y el número de sus sinapsis, ¿radica en esta observación científica la "franca" auto-identificación que tantas mujeres identifican como lo femenino? En la pequeña pero significativa instantánea de la historia evolutiva, donde toma significado la historia cultural de la humanidad, muchas de estas relaciones se han intuido, imaginado o directamente observado.

La consideración creativa de tales teorías es a menudo vital para el progreso de un conocimiento humano comprobable. La humanidad está colectivamente bendecida siempre que una persona inteligente tiene la iniciativa personal, la financiación y los recursos sociales para examinar esas creencias con una mente entusiasta y abierta.
Alejandro Fournier se graduó en la Universidad John F. Kennedy con una Maestría en Psicología Integral - un campo que se especializa en el análisis psicosocial de los individuos, grupos y sistemas de creencias. Otros artículos en Thunderblog de Alexander: Electric Biology and Building Solidarity.