Donald Trump es el favorito para alcanzar la candidatura republicana en las elecciones norteamericanas, lo que ha dado lugar a un movimiento general de rechazo hacia el millonario en EEUU, incluso dentro de ese partido, tanto por sus ideas xenófobas como por el ambiente de violencia que se respira en sus mítines. A lo largo de su carrera empresarial, Trump se ha hecho muchos enemigos, y entre ellos están desde hace mucho tiempo los Rolling Stones. Un concierto en Atlantic City en 1989 fue probablemente el momento culminante de ese desprecio de la banda de rock hacia Trump en una escena que acabó con el millonario expulsado de un edificio de su propiedad.
Keith Richards
© EFEKeith Richards, en febrero en la actuación en el estadio Centenario de Montevideo.
El promotor de la gira Steel Wheels, con 115 conciertos en Norteamérica y Europa, decidió cerrarla con una actuación en la ciudad de los casinos de New Jersey. Michael Cohl lo había intentado en Las Vegas, pero los dueños de los casinos de esa ciudad no estaban interesados en ofrecer uno de sus recintos para una banda de rock. El único al que consiguió convencer de que pagara tres millones de dólares por albergar el concierto - y además la banda se quedaba con los ingresos del pay per view - fue Donald Trump, aunque eso planteaba otro problema.

Los Stones no querían que se les relacionara con él y se negaron a cualquier acto promocional en el que tuvieran que compartir el escenario con el millonario. Para aceptar presentarse en el Convention Center ante 16.000 personas y dar un concierto patrocinado por el cercano Hotel y Casino Plaza, propiedad de Trump, impusieron como condición que el magnate ni siquiera asistiera a la actuación.

Trump lo aceptó, pero, acostumbrado a hacer lo que quisiera, la noche del concierto apareció allí. Cohl descubrió que en el mismo lugar en el que los Rolling Stones iban a dar después una entrevista en directo para el informativo de CBS ya estaba Trump dando una conferencia de prensa para anunciar la actuación de esa noche. Y fue hacia Trump para recordarle que eso no era lo pactado. Así describió la escena a finales del año pasado: "Vamos, Donald ¿qué estás haciendo? A: nos prometiste que no estarías aquí. Y B: prometiste que no harías esto. Me dice 'Pero, me pidieron que subiera aquí, Michael! ¡Me lo pidieron!'. Para ya, le dije. Esto puede ser una locura. Haz lo que dijiste que harías. No seas un mentiroso".

La conversación no fue suficiente para que Trump entrara en razones, y cuando se enteraron los Stones no les sentó nada bien. "Me llamaron y Keith (Richards) sacó su navaja y la estampó sobre la mesa. '¿Para qué coño te tenemos aquí? ¿Tengo que ir yo mismo a echarlo de aquí? Uno va a tener que salir del edificio, él o nosotros'. Yo les dije: no, yo me ocupo. No os preocupéis".

Allí fue de nuevo Michael Cohl y otra vez se enfrentó a Trump para decirle que se tenía que largar del edificio. No se lo tomó bien: "¡Tú no sabes nada! ¡Todos vosotros no valéis nada! ¡He sido el promotor de peleas de Mike Tyson! ¡He sido el promotor de combates de los pesados!".

Había llegado el momento de subir el nivel de las amenazas: "Me di cuenta de que los tres matones con los que estaba Trump, vestidos con abrigos largos, dos se están poniendo los guantes y el tercero lleva puesto un protector para los nudillos. Cojo el walkie-talkie y llamo a Jim Callahan, nuestro jefe de seguridad, y le digo 'Jim, tenemos un problema'. Me responde 'date la vuelta". Me giro y ahí está con 40 de los nuestros armados con palancas, palos de hockey y destornilladores".

Antes tales argumentos, esta vez sí Trump aceptó abandonar el edificio.