general and soldiers
Apenas una semana después de que se publicara la nueva edición de Ponerología política en marzo de 2022, vi este tuit:
Como una especie de empollón friqui, estaba bastante emocionado. Especialmente después de ver que Robert Hare era el autor principal. El Dr. Hare es el principal experto en psicopatía, desarrollador de la Psychopathy Checklist-Revised (lista de verificación revisada de la psicopatía), y esta fue su primera incursión, que yo sepa, en las dimensiones explícitamente políticas de la psicopatía, algo que me obsesiona (aunque su trabajo con Paul Babiak introdujo y popularizó la idea del psicópata corporativo de cuello blanco).

Puedes leer el artículo completo en inglés aquí. Lo discuto en profundidad aquí (audio en inglés), en forma de vídeo a continuación.


Ahora, para algunos, la respuesta a la pregunta planteada en el tuit es obvia. ¿Quién necesitaría realizar un estudio para encontrar la respuesta? Me parece justo. Pero aún así me emocioné. Se trata del primer estudio de este tipo y, a pesar de lo obvia que pueda parecer la conclusión, el número de investigadores dispuestos a aventurarse a establecer la conexión sin un estudio de este tipo es escaso.

He aquí una cita de Harold Dwight Lasswell, considerado el padre de la psicología política. Hace poco leí su libro de 1930, Psicopatología y política (puedes leerlo gratuitamente en línea siguiendo el enlace). Aunque el libro es un poco demasiado freudiano para mi gusto, los capítulos sobre los agitadores políticos son una joya. Puede que vuelva sobre ellos en futuros escritos, pero por ahora sólo quiero citar un único pasaje de la conclusión del libro:
Si alguien se compromete a utilizar el enfoque del etnólogo en una cultura conocida, es probable que los resultados le parezcan al participante en esa cultura perfectamente obvios y que apenas merecen la pena. El objetivo del estudiante científico de la sociedad es hacer que lo obvio sea ineludible, si se quiere decir la verdad de forma paradójica (pág. 250).
Hare y sus colegas concluyen su documento:
Por último, entendemos que nuestros hallazgos no sorprenderían a las innumerables víctimas y damnificados de la dictadura de Pinochet o de cualquier terrorismo de Estado. La ciencia del comportamiento suele confirmar lo evidente... El reconocimiento de la composición psicológica de los actores que fueron responsables de la planificación, supervisión y comisión de crímenes contra la humanidad es de considerable importancia. Sin embargo, el reto consiste en utilizar esta información con fines preventivos y de gestión, tareas difíciles en un mundo plagado de ideologías y conflictos geopolíticos intratables, muchos de ellos fomentados y facilitados por actores con los temperamentos aquí descritos (pág. 14).
Los investigadores tuvieron acceso a más de 100 miembros de las fuerzas armadas de Pinochet condenados y encarcelados por crímenes contra la humanidad. Probaron a estos hombres usando el PCL-R y encontraron que no sólo la puntuación promedio de psicopatía era similar al de una población carcelaria típica (es decir, tenían tasas significativamente más altas de psicopatía que la población general); estos hombres puntuaron particularmente alto en las facetas interpersonales/afectivas de la psicopatía. Es decir, tenían personalidades altamente psicopáticas, aunque sus puntuaciones en antisocialidad/estilo de vida eran, de media, más bajas que las de la población penitenciaria general. Sus puntuaciones se ajustaban al subtipo de psicopatía "estafador/manipulador".
Tal y como fueron calificados, estos hombres eran, en general, extremadamente grandiosos, manipuladores, engañosos, insensibles y sin remordimientos, tan impulsivos, irresponsables y buscadores de sensaciones como otros delincuentes, pero sin cargar con un historial manifiesto de comportamiento delictivo o antisocial grave. Este patrón particular de rasgos y comportamientos clasificados clínicamente en un grupo bien definido de violadores de los derechos humanos es notable, incluso único, en la literatura empírica sobre psicopatía y terrorismo. Parece que los oficiales ambiciosos, insensibles y despiadados eran candidatos idóneos para desempeñar funciones dedicadas a reprimir y eliminar a los proclamados enemigos del Estado (Hare et al., pág. 14).
En el episodio de MindMatters ya he hablado de todos estos detalles, así que no los volveré a tratar aquí. En cambio, quiero introducir algunos puntos que no planteé en el podcast ni discutí con mucho detalle. Específicamente, ¿cómo se relacionan las conclusiones de este estudio con la Ponerología política y las afirmaciones más amplias que hace Lobaczewski en su libro?

Cuando los psicópatas llegan a la cima

El estudio sólo se refiere a un subconjunto pequeño y específico de personas implicadas en el régimen de Pinochet: los miembros de las fuerzas armadas condenados por crímenes contra la humanidad. No se trata de un estudio sistemático de las figuras políticas, ni siquiera del personal de las fuerzas armadas en su conjunto. Como señalan los autores, no pudieron acceder a una muestra de miembros de las fuerzas armadas que sirvieron en la misma época, pero que no fueron condenados por dichos crímenes. Así que es imposible estimar cuánto mayor era, si es que lo era, la incidencia de la psicopatía en este grupo en comparación con la población general (es decir, generalmente se acepta que es aproximadamente algo más del 1%).

Lobaczewski da algunas estimaciones demográficas aproximadas para la Polonia comunista en la época en la que él vivió allí (desde los años 50 hasta los 70): una tasa base del 0,6% de psicopatía, un liderazgo activo de alto nivel que suponía alrededor del 6% de la población (el 5,8% de la población era miembro del partido en 1989), altamente concentrado con individuos psicópatas, y otro 12% que formaba una especie de "nueva burguesía". Sus cifras sugieren posibles tasas de psicopatía dentro de estos grupos de entre el 3 y el 10% (el 3% de todo el 18%, hasta 1/10 del 6%; véase Ponerología política, págs. 230, 232) (alrededor del 15%-25% de los reclusos de EEUU tienen puntuaciones altas de psicopatía). Dicho de otro modo: la psicopatía está presente en estos grupos de liderazgo en una proporción de 5 a 17 veces superior a la de la población general.

Hare et al. descubrieron que cuanto mayor es el rango militar, mayor es la puntuación de psicopatía. Lo más interesante para mí fue esto: "Todos aquellos con la máxima puntuación del Factor 1 [interpersonal/afectivo] de 16 estaban en los rangos superiores" (pág. 12). Tal y como dicen, esto era "inusual" (pág. 8). Sus puntuaciones estaban en el percentil 100 de los delincuentes norteamericanos. Escriben:
En esencia, antes y durante la era de Pinochet, la atmósfera política y económica de Chile era ideal para el surgimiento de un régimen brutal y despótico poblado por individuos ambiciosos, sin escrúpulos y oportunistas que adoptaron sin problemas un papel de defensores del Estado... los que llegaron a la cima fueron los más psicópatas (pág. 8).
Lobaczewski relaciona específicamente la psicopatía con los comandantes de los campos de concentración nazis (pág. 243), por ejemplo. En una entrevista de 1984 dijo:
Encontramos psicópatas típicos allí donde el mal ya ha germinado, donde la astucia y la crueldad son primordiales y las costumbres de los seres humanos normales son despreciadas. Fueron y son organizadores de la Policía Secreta y Kommandants, guardias y hombres de la SS en los campos de concentración y de exterminio, se dedican al crimen organizado y al tráfico de drogas, son el núcleo de los aparatos de seguridad. También pueden ser... diplomáticos ostensiblemente suaves pero repulsivos.
Me alegró ver algunas conclusiones congruentes con mis propios argumentos en la introducción del libro de Lobaczewski, en la que sostenía que la conclusión adecuada que debe extraerse de experimentos como los de Milgram y Zimbardo, y de los datos estudiados por Christopher Browning en Ordinary Men, es una combinación de psicopatía en la cúspide (así como en las filas, aunque como minoría) y conformidad en la base. Escriben Hare et al:
De manera importante para nuestros propósitos, Diggelmann distinguió entre los perpetradores con los rangos más altos y los que sólo tienen un rango alto. Los primeros son empresarios del conflicto que utilizan técnicas de neutralización para crear un sistema de valores y una identidad de grupo para normalizar las empresas delictivas y violentas [énfasis añadido]. Ellos "formulan y difunden la ideología y exigen la lealtad del resto" (pág. 1093), y sus acciones y la falta de remordimiento están relacionadas con psicopatologías, como el narcisismo maligno o la psicopatía. Según este punto de vista, las acciones de los perpetradores por debajo del rango más alto resultan, en gran parte, de la conformidad con el sentido de moralidad y propósito del grupo, más que de la psicopatología.

... debemos considerar que estos actores eran operativos de élite con una misión relativamente específica que actuaban dentro de unos límites y unas expectativas particulares establecidas por las organizaciones para las que trabajaban. En este sentido, algunas de las máquinas de matar de Pinochet eran soldados que seguían órdenes, pero muchos eran individuos despiadados y orientados a una misión, cuya naturaleza se ajustaba a la descripción del trabajo (pág. 14).
En cuanto a los líderes políticos, Hare et al:
Hakkanen-Nyholm y Nyholm (2012, pág. 195) comentan: "... aunque no existan estudios empíricos sobre el tema, puede darse una situación muy peligrosa cuando se tienen personas con rasgos psicopáticos al frente tanto de la política como del ejército de la nación. En la práctica, el liderazgo militar y político puede estar personificado en una sola persona". Por supuesto, el nombre que viene inmediatamente a la mente es el de Pinochet. Sin embargo, no lo hemos evaluado y por lo tanto no comentamos sus rasgos de personalidad; muchos otros lo han hecho (pág. 5).
Lobaczewski cree que Bormann y Beria eran psicópatas (pero no Stalin o Lenin, y aunque cree que Hitler tenía definitivamente un trastorno de la personalidad, no se atreve a dar un diagnóstico específico). Pero centrarse únicamente en los líderes es perder la visión de conjunto.
Todos los puestos de liderazgo (hasta el líder de una aldea, los directores de los centros de trabajo y de las cooperativas agrícolas, por no hablar de los directores de las unidades policiales, el personal de la policía secreta y los activistas y propagandistas del partido patocrático) deben ser ocupados por individuos cuyo sentido de conexión con dicho sistema de poder está condicionado por las correspondientes desviaciones psicológicas, que suelen ser heredadas. Sin embargo, estas personas constituyen un porcentaje muy pequeño de la población y esto las hace más valiosas para los patócratas... Después de que un sistema de este tipo haya durado varios años, el cien por cien de todos los casos de psicopatía esencial están implicados en la actividad patocrática; se les considera los más leales, aunque algunos de ellos estuvieran antes implicados en el otro bando de alguna manera (pág. 196).
El nombre para esa concentración sistémica de psicópatas en posiciones de liderazgo es patocracia.