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Investigadores de la Universidad de Pennsylvania, en Estados Unidos, han descubierto que la flora bacteriana del intestino tiene hábitos alimenticios bastante exigentes, hasta el punto de que hay algunos microorganismos que prefieren una dieta rica en grasas y otros que optan más por un alto contenido de fibra. Así se desprende de los resultados de un estudio publicado en la revista Science, con el que se pretende conocer como interaccionan estas bacterias con su huésped humano, sobre todo teniendo en cuenta que "sólo en el colon hay más células bacterianas que células humanas en todo el cuerpo", reconoce el doctor James Lewis, autor principal del estudio.

El pasado mes de abril, investigadores alemanes distinguieron tres tipos diferentes de bacterias intestinales, de ahí que Lewis y su equipo quisiesen ahora conocer cómo afectan a la salud humana. "Todos los intestinos tienen en común que están constantemente bañados por lo que comemos, por lo que algunas de las diferencias entre estas bacterias podían estar relacionadas con lo que comen", según ha explicado este experto.

Para analizar la diete de estos microorganismos, Lewis y su equipo tuvieron que manipular y clasificar una gran cantidad de excrementos, lo que les llevó a calificar cariñosamente este ensayo clínico como el "estudio de la caca".

De este modo, la primera parte del estudio consistió en recoger muestras de heces de 98 voluntarios sanos, que también tuvieron que rellenar un cuestionario detallado sobre sus hábitos alimenticios. A continuación, los investigadores utilizaron máquinas de alta tecnología de secuenciación de genes para determinar el código genético de las bacterias que viven en sus intestinos, observando sobre todo dos tipos predominantes: uno llamado 'bacteroide', que prefiere una dieta típica occidental rica en carne y grasa, y otro llamado 'prevotella', más a favor de una dieta alta en hidratos de carbono.

El siguiente paso fue comprobar si podían alterar la flora intestinal cambiando la dieta de los individuos, para lo que seleccionaron a 10 personas sanas registradas en un hospital durante 10 días. La mitad del grupo se sometió a una dieta con un alto contenido de grasa y baja en fibra y, por contra, el otro siguió una dieta baja en grasas y alta en fibra. A las 24 horas, el equipo observó cambios en la composición de las bacterias del intestino, pero el grupo general seguía siendo el mismo.

Lewis dijo que los hallazgos sugieren que las bacterias que viven en el intestino son sensibles a los cambios a corto plazo, mientras que un cambio en la dieta a largo plazo puede alterar significativamente los tipos de bacterias que residen en el intestino. Ahora, los investigadores están tratando de analizar si estas diferencias tienen un efecto en las enfermedades inflamatorias intestinales, como la de Crohn, que afecta a 1,5 millones de personas sólo en Estados Unidos. "La enfermedad de Crohn está causada en parte por la forma en que nuestro cuerpo responde a los microbios de los intestinos", explica Lewis. Y es que en ocasiones hay pacientes con esta patología que mejoran con dietas especiales, por lo que quieren estudiar si los alimentos que las componen alteran la composición de la flora bacteriana. Asimismo, este hallazgo también puede ayudar a desarrollar nuevos tratamientos para otras enfermedades como la diabetes o las enfermedades coronarias.