El bergantín que pasó a la historia gracias a un misterio inexplicable, que nadie ha podido resolver ¿Qué ocurrió?

Mary Celeste
© DesconocidoLa inexplicable desaparición de la tripulación de un barco.
El 5 de diciembre de 1872, el vigía de la nave británica Dei Gratia avistó en alta mar, cerca de España, un barco que parecía estar en problemas. El deterioro de las velas y la ausencia de personal en la cubierta llamó poderosamente la atención al capitán David Reed Moorhouse, quien ordenó, de inmediato, que tres de sus tripulantes arriaran un bote y se dirigieran a la desolada embarcación, que nadie ha olvidado hasta ahora: el Mary Celeste. Remaron, se arrimaron al bergantín, treparon por la baranda y llegaron a la cubierta. Solo se escuchaba el sonido del viento en las velas y el crujido de la madera.

A los toscos marineros les corrió un frío por la espalda. Las cosas no se veían bien, el silencio presagiaba algo malo.
Pero, como correspondía, se armaron de valor y sigilosamente comenzaron a registrar la nave. Recorrieron desde los mástiles hasta la bodega, y lo encontraron en buenas condiciones y con buena cantidad de provisiones y agua dulce para varios meses; sin embargo, no había ni un alma a bordo. La tripulación, simplemente, había desaparecido sin dejar rastros. Sobre la cocina encontraron una olla con comida todavía tibia y algunas tazas sobre la mesa.Todo parecía indicar que los tripulantes habían estado hasta unos momentos antes. Sin embargo, el cuaderno de bitácora que estaba en el camarote del capitán tenía la última anotación registrada el 24 de noviembre, es decir 11 días antes. En el libro no se reflejaba nada extraordinario que pudiera explicar el misterio.

Quiénes eran sus tripulantes

Cuando entraron a los camarotes, todos estaban ordenados, sin ninguna señal que denotara que algo malo hubiera pasado, como peleas, peste, motín o ataques. Incluso el camarote del capitán, Benjamín Briggs, que viajaba junto a su mujer, Sara Elizabeth, y su hija Sofía Matilda, de dos años, estaba en perfectas condiciones. Arthur Stanley, su hijo mayor, fue el único miembro de la familia que no se embarcó y por lo tanto fue el único sobreviviente de la estirpe. Además del capitán y sus parientes, en la lista de personal figuraban siete personas más. Entre ellos el primer oficial, Albert G. Richardson, quien había participado como soldado en la guerra civil y ya había servido con Briggs. Era un hombre competente, digno de confianza y muy estimado por la tripulación. El segundo oficial era el neoyorkino Andrew Gilling, de origen danés, cuya historia personal no entregaba razones para sospechar que no fuera una persona recta y honesta. El cocinero y camarero, Edward William Head, procedía de Brooklyn, donde, según se dijo, era respetado por todos. Los demás, cuatro marineros alemanes de los que poco se sabe, salvo que dos -los hermanos Lorenzen- habían perdido todas sus posesiones en un naufragio anterior. Ninguno de los cuatro germanos parecía haber sido persona de desconfiar.

El barco maldito

Lo que sí se sabe es que esta inexplicable desaparición de gente en alta mar, solo fue una más de las peripecias protagonizadas por un bergantín famoso por sus desgracias. Construido en 1860 en Nueva Escocia, Canadá, fue bautizado con el nombre de Amazon. Su primer capitán murió ahogado antes de realizar el primer viaje; el segundo lo averió e incluso se incendió cuando estaba a su cargo. Luego llegó a los Estados Unidos y, a partir de ahí, la historia del Amazon se vuelve algo confusa. Fue rescatado de entre las rocas y reparado. Fue vendido varias veces.
La mayoría de sus propietarios quebraron y ninguno de ellos obtuvo beneficios con el barco.


Finalmente llegó a las manos de J. H. Winchester & Co., un consorcio de armadores de Nueva York. A esas alturas, ya no era el triste Amazón, había sido ampliado, llevaba los colores norteamericanos y se llamaba Mary Celeste.
¿Abandonaron una nave perfecta en alta mar?

A principios de octubre de 1872, el Mary Celeste atracó en el muelle 44 del East River de Nueva York. Recibió un nuevo cargamento y nueva tripulación, zarpando el 7 de noviembre rumbo a Gibraltar con 1.700 barriles colmados de alcohol americano.

Volvió a ser visto al garete, el 5 de diciembre del mismo año y fue abordado por los marineros de la nave inglesa Dei Gratia. Encontraron que el timón giraba libremente y la bitácora había sido golpeada y estaba rota. La escotilla principal estaba sujeta. En el suelo de la cocina el agua alcanzaba una altura inferior a los 30 cm, y las provisiones para seis meses apenas se habían estropeado. Además, había abundante agua dulce. Tampoco se encontraron en el barco el cronómetro, el sextante y un bote que había estado amarrado a la escotilla principal. Un trozo de la baranda había sido arrancado para lanzarlo al mar. Esto supuso que los tripulantes habían abandonado el barco, presurosamente. Las preguntas sin respuestas son: ¿por qué?, ¿qué razones pudo tener un marino experimentado como Benjamín Briggs para abandonar el Mary Celeste en perfectas condiciones? Pero, después de su supuesto escape, ¿adónde fueron?, ¿qué pasó con ellos? Nunca se supo nada más ni se encontraron restos de la embarcación salvavidas. Misterio total.