El genoma de los judíos asquenazíes, un colectivo de 10 millones de personas originado en el Medievo a partir de apenas tres centenares de individuos, puede servir para encontrar mutaciones genéticas vinculadas al cáncer, el párkinson y la diabetes.
© Arthur Sasse
En un planeta con
4.200 religiones diferentes y con dioses incompatibles, el extremismo de algunos grupos a la hora de aplicar sus creencias puede acabar siendo beneficioso de rebote para toda la población mundial. Es el caso del principal grupo ancestral de judíos,
los asquenazíes, un colectivo de unos 10 millones de personas
cuyas raíces se remontan a apenas unos tres centenares de individuos que vivieron alrededor del año 1300 en lo que hoy es Alemania, Polonia y Rusia.Sus
costumbres endogámicas, con matrimonios habituales entre primos y el rechazo a mezclar su sangre con la de personas de otras religiones, han generado una alta frecuencia de enfermedades
vinculadas a mutaciones genéticas aparecidas en un momento dado y diseminadas por la población a causa del sexo entre familiares. Son un laboratorio perfecto para rastrear genes asociados a enfermedades como el párkinson, la diabetes, la esquizofrenia y los cánceres de mama y ovario.
Ahora, un equipo de científicos de EEUU e Israel ha reclutado a 128 ancianos judíos asquenazíes y ha leído sus genomas completos, el conjunto de instrucciones genéticas que se encuentra plegado en una bolita de 0,01 milímetros de diámetro en cada una de nuestras células. En ese microscópico manual de instrucciones, formado cada uno por una secuencia de unos 3.100 millones de letras, se pueden buscar las erratas culpables de las patologías habituales en los asquenazíes.
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