El portavoz de Viktor Orban ridiculiza a sus colegas desde la misma sala del Consejo mientras se debate sobre el Estado de derecho en el país.
© Bernadett SzabEl primer ministro de Hungría, Viktor Orban.
En los últimos años, los choques entre el Gobierno de
Viktor Orban y las instituciones europeas han sido de todas las formas y colores posibles. Por escrito y en persona, en discursos y artículos. Mediante grandes pancartas y en airadas ruedas de prensa. Con
Emmanuel Macron, con
Jean-Claude Juncker, con su ex vicepresidente Frans Timmermans. Y con medio
Parlamento Europeo. Habían ocurrido en Budapest y en Bruselas, pero, por lo general, todo ocurría o bien en la esfera pública o bien en la más absoluta privacidad. Ante cámaras y micrófonos o durante intervenciones parlamentarias o políticas. O bien tensos intercambios entre diplomáticos o ministros. Este martes, sin embargo, el Gobierno húngaro ha roto una línea roja adicional llevando la tensión al corazón mismo de las instituciones y rompiendo todos los códigos y prácticas comunitarias. Provocando en última instancia la salida de la sala de uno de sus delegados y generando protestas, quejas y un malestar inmenso entre la amplia mayoría de las delegaciones.
Comentario: Esta es una postura sensata y mesurada al respecto de un problema que va más allá del impacto climático. El plástico tiene implicaciones fisiológicas para toda la humanidad, pero saltar por soluciones extremas a corto plazo, sólo ocasionará más daño del que se intenta evitar.