Se está difundiendo ampliamente una convocatoria con el título "¿Hablamos?", que llama a concentrarse el sábado próximo ante los ayuntamientos con banderas o camisas blancas para respaldar la idea de que "España es un país mejor que sus gobernantes" y de que hace falta "hablar". Nadie firma el Manifiesto, que parecería como si hubiera brotado de las piedras o hubiera surgido por generación espontánea. Algunas de las cosas que se dicen en él difícilmente pueden no compartirse.
Se afirma que la convivencia es posible, que queremos un país mejor, que es preciso apostar por el diálogo, que existen dirigentes incapaces e irresponsables que ni escuchan ni hablan (aunque esto de que no hablan es solo cierto a medias, porque estos días algunos están hablando mucho, incluso el rey). Tal como está escrito, y sobre todo si se lee a la ligera, el Manifiesto puede gustar a bastante gente: a quienes no desean enfrentamientos con resultados impredecibles, a quienes temen un conflicto civil, a quienes rechazan que se les utilice por uno u otro partido político, y, sobre todo, quienes se piensan tolerantes y se sienten cómodos en la equidistancia.
Si leemos despacio (algo que aconsejo en esta ocasión y siempre), hay varias cuestiones, muy importantes, que deberían ponernos en guardia. Tanto por lo que se dice como, sobre todo, por lo que no se dice. Voy a poner algunos ejemplos de esto último.
Comentario: No estamos en contra del diálogo, pero debemos señalar que al Poder, o a una parte de él, parece interesarle que llegue la calma ahora. Si no, pregunten
a Artur Más:
© Faro de Vigo
Y por si alguien no se ha enterado aún de cuál es el nuevo camino a seguir, tenemos a nuestro telepredicador favorito, que por cierto se sigue negando a tratar el caso
Bar España en su programa, para despejar las dudas:
Uno tiene la impresión, en este
circo del conflicto catalán, que tanto los momentos de tensión desmedida, como los momentos de paz y diálogo no salen de forma espontánea de las personas, sino que son fruto de las operaciones psicológicas de la oligarquía española, donde se incluye también la catalana. ¿A qué están jugando con nosotros?
Comentario: