La celebración global de un nuevo año simboliza todo lo que hemos vivido a lo largo del año anterior, así como nuestros sueños y esperanzas para el año que llega. Estas observaciones se remontan a hace más de 4.000 años, y a menudo acompañaban a los solsticios y equinoccios que marcan los ciclos de las estaciones en la naturaleza.
© Lacambalam /CC BY-SA 4.0Sección de Tzolkin del Códice de Dresde correspondiente al día 1 Manik’.
En la antigua Mesopotamia, la celebración del año nuevo hace más de 4.000 años podría haber tenido lugar en el día del equinoccio de primavera, a mediados de marzo, una fecha asimismo reverenciada a lo largo de la Edad Media.
Los egipcios empezaban su año nuevo con el equinoccio de otoño, y los griegos en el solsticio de invierno.
Los antiguos romanos dedicaban el día de año nuevo al dios de los comienzos (y también de las puertas y entradas), Jano, de quien recibe su nombre el mes de enero (
Januarius en latín).
El Año Nuevo Chino coincide con el primer día del calendario lunar, que habitualmente cae entre el 20 de enero y el 20 de febrero.
No importaba qué fecha se escogiera, la cuestión era (y sigue siendo en la actualidad) la importancia de los ciclos temporales y los finales y principios que simbolizan.
Comentario: Para conocer más acerca de estos ciclos, recomendamos la lectura de La Era Dorada, la Psicopatía y la Sexta Extinción
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