Traducido por el equipo de SOTT.net en español.
A medida que nuevos estudios continúan señalando una relación directa entre el herbicida de glifosato, ampliamente utilizado, y varias formas de cáncer, el grupo de presión de la agroindustria lucha ferozmente para ignorar o desacreditar la evidencia de los daños humanos y de otro tipo.
Un segundo caso ante un jurado estadounidense acaba de decidir que Monsanto, que ahora forma parte de la empresa alemana Bayer AG, debe pagar 81 millones de dólares en daños y perjuicios al demandante Edwin Hardeman, que contrajo cáncer de linfoma no-Hodgkin. El fallo y una lista de otros 11.000 casos pendientes en los tribunales de EE.UU. que persiguen los efectos del glifosato han golpeado duramente a Bayer AG, que ha anunciado varios miles de despidos a la vez que su cotización bursátil se desploma.
En un juicio en San Francisco, el jurado fue unánime en su veredicto de que el herbicida Monsanto Roundup, a base de glifosato, había sido el responsable del cáncer de Hardeman. Sus abogados declararon: "De las acciones de Monsanto se desprende claramente que no le importa si el Roundup causa cáncer, sino que se centra en manipular a la opinión pública y socavar a cualquiera que plantee
preocupaciones genuinas y legítimas sobre el Roundup". Es la segunda derrota para los abogados de Monsanto, después de que otro jurado
dictaminara en 2018 que el Roundup a base de glifosato era responsable de la enfermedad de cáncer de un jardinero de una escuela de California que contrajo la misma forma de cáncer, luego de rociar diariamente los terrenos de la escuela con el Roundup durante años, desprotegido. Allí un jurado declaró a Monsanto culpable de "malicia y opresión" en el sentido de que, con base en el descubrimiento de correos electrónicos internos, los ejecutivos de la compañía sabían que sus productos con glifosato podían causar cáncer y ocultaron esta información al público.
Comentario: La OMS, o al menos el modo en que se reporta lo que dice la OMS, hace énfasis en la prevención de la obesidad en relación al uso de pantallas digitales. Pero note el aspecto de la salud psicosocial. En efecto, nuestra obsesión con los aparatos electrónicos ha dañado nuestra habilidad de relacionarnos a profundidad y ha acostumbrado nuestro cerebro a trabajar a un ritmo y con un nivel de estímulo que no le es natural. Si los efectos nocivos son obvios para los adultos, ¿qué tanto peor serán para nuestros niños?