Campo de refugiados Dadaab
© DesconocidoUna niña somalí desnutrida en el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia.
Alí dice que las organizaciones de ayuda humanitaria están exagerando la magnitud de la crisis por propio interés."No creo que haya una hambruna en Mogadiscio. No tengo ni idea de a qué se refieren".

El primer ministro de Somalia niega que haya gente muriéndose de hambre en la capital, Mogadiscio, contradiciendo así a las Naciones Unidas y la evidencia palpable en los crecientes campamentos que hay con gente malnutrida por toda la ciudad.

"No creo que haya una hambruna en Mogadiscio", ha declarado Abdiweli Mohamed Ali ha declarado en una entrevista concedida en su bien vigilada residencia oficial. "No tengo ni idea de a qué se refieren.

"A Somalia ha llegado ayuda suficiente, y nosotros hemos dado ayuda suficiente a los afectados por la hambruna", asegura el primer ministro, un economista formado en EEUU.

Tras años de guerra civil y varias temporadas sin lluvia, la ONU declaró en julio el estado de hambruna en tres partes del sur de Somalia controladas por Al Shabab, un grupo islamista aliado de Al Qaeda que lucha contra el Gobierno Federal de Transición y que ha bloqueado el acceso a muchas agencias humanitarias occidentales.

En septiembre la hambruna se había extendido a otras tres zonas de Somalia.

Decenas de miles de personas habían muerto por ello y 750.000 corrían riesgo de morir de hambre.

Pero en noviembre, gracias a la ayuda internacional y las lluvias, la situación comenzó a mejorar, lo que llevó a la ONU a rebajar el nivel de alerta en algunas zonas, pero no en los campamentos improvisados en edificios derruidos y solares de Mogadiscio, repletos de gente desesperada.

Ali dice que las agencias humanitarias están exagerando la magnitud de la crisis por su propio interés, y las describe como "lords of poverty" [señores de la pobreza], en referencia a un libro del mismo título que denuncia la corrupción y el despilfarro de los programas de ayuda internacional.

"Las agencias se han convertido en grupos de interés consolidados; dicen lo que quieren decir. No quiero acusarlas, pero las estadísticas que usan a veces no tienen mucho sentido para mí. Estamos pasando de la hambruna a la recuperación", insiste Ali.

El primer ministro desea que las potencias extranjeras como EEUU que financian su débil régimen consideren a su Gobierno creíble, capaz de conseguir victorias militares como los extremistas islámicos de Al Shabab y de llevar la estabilidad a una ciudad que ha estado sumergida en violencia y caos durante más de 20 años.

Pero en los más de 300 campamentos que hay en Mogadiscio, en donde viven 185.000 desplazados internos, el sufrimiento que se padece es muy parecido al que se vivió en el pico de la hambruna este verano, y la gente dice que los pocos avances que hay no tienen nada que ver con el Gobierno.

En las semanas antes a que se declarase oficialmente la hambruna Dhahiro Abdalle dejó su casa en el rural y se fue a vivir a la capital. La sequía había matado su ganado y acabado con sus cultivos, y Al Shabab aterrorizaba a su familia.

Desde entonces su casa es un habitáculo hecho con palos, cartón y plástico en Maajo, un campamento improvisado en Mogadiscio en donde viven otras 18.000 personas desesperadas y hambrientas. "Nunca he visto al Gobierno aquí"

"Si el primer ministro dice que no hay hambruna aquí, eso no es verdad", dice Abdalle, mientras su hijo de tan sólo cuatro días intenta dormir rodeado de moscas sobre una estera de paja.

Otra desplazada, Faiza Ibrahim, está sentada acunando a su hijo al lado de la chabola de su vecina. El viento inunda el ambiente con el olor ácido que provoca una pila de basura que se está quemando. "Desde que llegué hace seis meses la situación no ha cambiado. No he oído nada de que el Gobierno u otras autoridades nos hayan venido a ayudar. Saben que existimos, pero no hacen nada al respecto", denuncia.

Asombrados por los comentarios del primer ministro, los trabajadores de agencias humanitarias en Mogadiscio dicen que si bien la situación está mejorando, la emergencia no se ha terminado.

"Cuando empezamos [en agosto] había mucha malnutrición severa. Ha mejorado, pero aún llegan casos todos los días", explica Abdifatah Ahmad, nutricionista de Somali Relief, Rehabilitation and Development Organisation (SORRDO).

En el centro de nutrición que gestiona esta organización, frente a la antigua embajada de EEUU, los niños son pesados y medidos para determinar su nivel de malnutrición.

A los padres les dan bolsas de comida donadas por China a través del Programa Mundial de Alimentos. En una cocina al aire libre preparan docenas de ollas con gachas y sopa, con las que alimentan a 6.000 personas a diario.

A mediados de diciembre la ONU hizo una petición de 1.500 millones de dólares para financiar los trabajos de emergencia y ayuda en Somalia durante 2012. Es "la mayor crisis humanitaria en el mundo", según el organismo internacional.

"La situación aquí en el terreno ha mejorado en el aspecto humanitario desde el comienzo de la hambruna", admite Ari Gaitanis, portavoz en Mogadiscio de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. "Pero todavía es inaceptable, y tenemos que hacer aún más".