Se está empezando a asociar algunos tipos de cáncer con el consumo de lácteos, son igualmente nocivos para los resfriados, el asma y para algunas alergias.

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Los hombres somos los únicos mamíferos que continuamos tomando leche en la edad adulta. En Occidente nos hemos inventado que la leche es sanísima, lo mejor para alimentar a los niños, como si no hubiera otra fuente de calcio, como si fuera el alimento 10. Ponen lactosa en galletas, medicinas, embutidos, bollería, panes, golosinas, ¡patatas fritas!

La publicidad de muchos dulces, saturados de azúcares y grasas perniciosas, se jactan de su alto contenido en leche, para que las madres atiborren a los niños de estos productos.

En la mayor parte de países asiáticos la leche es algo reservado para los bebés, los adultos no toman leche, lo que ha llevado a considerar que si ellos tienen menos cáncer que nosotros es, entre otros motivos, por su menor consumo de lácteos. Algunas personas van perdiendo la capacidad de digerir este grupo de alimentos con el paso de los años, no digieren la lactosa (el azúcar natural de la leche), lo que les provoca graves indigestiones. Al llegar a América los españoles daban leche a los indios, muchos caían desplomados retorciéndose mientras se agarraban el vientre, algunos morían.

Los lácteos generan una poderosa industria; nos hacen creer que el yogur evita el cáncer de colon y mamario, pero sólo es su calcio (también abundante en las sardinas, frutos secos, etc.). La leche es pesada para cualquier persona (si no hemos perdido la capacidad de digerirla es porque seguimos consumiéndola siempre).

Los lácteos no son tan sanos, desengañémonos. Aunque a mí me vuelva loca el queso, y la nata, qué le vamos a hacer...