El terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010 en Chile generaron la aparición de playas y especies de flora y fauna en áreas que el levantamiento de murallas costeras había erradicado o donde incluso nunca habían existido antes, reveló un estudio de dos universidades difundido hoy.

El documento de la Universidad Austral, de Chile, y la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB), de Estados Unidos, y que publica este viernes la revista estadunidense PLoS ONE, aborda el impacto del fenómeno geológico entre las localidades costeras de Pichilemu y Lebu, sur del país, que sufrieron serios daños.

"En algunos lugares en que no había playa -porque antes del terremoto el agua llegaba hasta la muralla de contención durante la marea alta- se ha producido una recolonización de áreas arenosas, que además se están repoblando con plantas de dunas", dijo Eduardo Jaramillo, ecólogo de la Universidad Austral.

Uno de los ejemplos es la playa de Punta Lavapié, donde emergieron fondos rocosos luego del gran movimiento sísmico.

Además, en algunos lugares costeros, el terremoto y maremoto causaron estragos en la población de pequeños crustáceos de las áreas intermareales, pero a largo plazo el efecto de recuperación es sorprendente.

Esa pequeña fauna marina está principalmente compuesta por pulgas y chanchitos de mar, y otros crustáceos muy pequeños conocidos como isópodos, que juegan el rol de carroñeros de los desechos orgánicos de las playas y también sirven de alimento a otras especies mayores, como algunas aves costeras y peces, como la corvina y el róbalo.

Según Jaramillo, principal investigador del estudio, las barreras artificiales construidas por el ser humano se han transformado en el principal enemigo de esa biodiversidad.

"Si tu construyes una muralla o defensa costera en la parte superior o media de una playa, no sólo reduces su tamaño, sino que además afecta a todo el sistema de dunas, incluidos animales y plantas que allí residen", añadió.

Tras el terremoto, en las áreas donde las playas se han restaurado también aumentó la presencia de aves costeras que se alimentan de crustáceos pequeños. Es el caso del chorlo de la playa, que vive del chanchito de mar.

Al investigador también le preocupa que las nuevas áreas recuperadas por el mar no subsistan en el tiempo. Y cuenta, por ejemplo, que en la playa de Llico se están haciendo rellenos con tierra roja.

"Las playas son el mejor filtro para contener el aumento del nivel del mar y aquellas a las que se les construyen murallas se erosionan más rápido que a las que se les permite seguir su expansión natural", expuso.

Esas murallas de contención, explica Jaramillo, sirven más como un atractivo para los turistas que como una efectiva defensa contra los maremotos. En consecuencia, "más que construir estas barreras que alteran los ecosistemas es preferible respetar las áreas en las que no se debe construir", recomendó.