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© M. Fortoul MSFMédicos sin Fronteras trata a enfermos del cólera en un centro en Martissant, uno de los barrios más pobres de Puerto Príncipe.
El medio millón de personas que están en carpas ya no reciben comida.


Haití no es Italia, donde las excavadoras comenzaron a trabajar al día siguiente de que temblase la tierra el pasado martes día 29. Tampoco son comparables los daños causados por la naturaleza en ambos países. Aún así, después del terremoto de hace dos años en la isla caribeña, que dejó 300.000 muertos, todavía medio millón de personas, del 1,3 millones que quedaron en la calle, siguen en tiendas de campaña. Y es que a pesar de la llegada de una cantidad de ayuda sin precedentes, cientos de miles de haitianos no han visto mejorar sus condiciones de vida.

Las estructuras del Estado quedaron tan diezmadas como la propia población, pues miles de funcionarios perdieron la vida. El Estado quedó sin capacidad de respuesta, como dijo a La Voz el responsable de Intermón Oxfam José L. Quintela.

Conferencias internacionales por doquier (Santo Domingo, Montreal, Nueva York, Punta Cana y Lugo) y el compromiso de la comunidad internacional de donar 11.000 millones de dólares tampoco sirvió de mucho. No coinciden los anuncios de donaciones con lo que llega al Banco Mundial, y a su vez este organismo no hace público lo que recibe de cada donante. El entonces ministro de Turismo con René Préval, Patrick Delatour, denunció en Lugo que «los que prometieron ayudar a Haití e incumplieron son demasiados». En dos años, poco se ha avanzado.

El Comité Interino para la Reconstrucción (diez haitianos y diez extranjeros), y copresidido por el entonces primer ministro Jean-Max Bellerive y Bill Clinton, no gustaba a la oposición, y su trabajo se vio dificultado. Pero las elecciones de noviembre del 2010 en las que venció el músico y comediante Michel Martelly no mejoraron la situación, más bien provocaron un impás de más de un año que todavía afecta a las decisiones. El palacio presidencial sigue en ruinas como reflejo de la carencia de un Estado fuerte.

Martelly tardó seis meses en designar un primer ministro y pasó seis meses gobernando con titulares del anterior Gobierno. Las acusaciones de corrupción se cebaron con él por supuestamente recibir dinero de un colaborador del presidente dominicano, Leonel Fernández, por concesiones de contratos de obras. Además, los legisladores se oponían a renovar el mandato de Clinton como enviado especial de la ONU, y así durante seis largos meses no hubo organismos que coordinasen la reconstrucción ni borrasen el desorden.

¿Dónde está lo invertido?

Clinton y otros prometieron «construir un Haití mejor», pero ¿dónde está esa reconstrucción? Algunos cifran en más de 2.000 millones de dólares el dinero ya invertido, pero ese lento progreso se enfoca a viviendas en los viejos barrios. Un problema añadido es el desconocimiento de a quiénes pertenecen muchos solares.

El enviado del Banco Mundial para Haití, Alexandre Abrantes, calcula que la reconstrucción tardará más de diez años.

Desde Puerto Príncipe e instituciones internacionales destacan como progresos la construcción de 6.000 aulas para 60.000 escolares, asfaltados de vías y la limpieza de diez millones de metros cúbicos de escombros. Sin embargo ¿se puede hablar de éxito de reconstrucción?

Desde luego, el primer año de Gobierno del inexperto Martelly no creó un organismo para dirigir la construcción de viviendas, mientras los campamentos atraían cada vez a más haitianos en busca al menos de alimentos y agua. Ahora ya ni eso se reparte.

Unos pocos han recibido 500 dólares de un fondo de asistencia para costearse un año de alquiler y lo aceptaron encantados porque en los campamentos ya no se regala comida. Sí se hace en algunas escuelas. España participa en un programa de desayunos escolares que sirve 4.000 raciones diarias a estudiantes. Otra iniciativa loable, costeado por Venezuela, ha sido poner en marcha el plan Mamita querida para 100.000 madres que viven en la extrema pobreza. Reciben al mes entre 7 y 15 euros a cambio de que los niños acudan a la escuela.

De los diez millones de habitantes de Haití, ocho viven con 1,5 euros al día.