
Además, los políticos tienen como característica el tener necesidades especiales y formas atípicas de satisfacerlas, que en general implican cierta ritualización. El acto político hacia el otro se configura mediante la necesidad del político y su código propio, que desde su punto de vista lo exime del displacer interno.
El problema de las necesidades de los políticos es que al no ser compartidas por el grupo, no pueden ser comprendidas ni generar empatía, por situarse fuera de las leyes de la costumbre y del bien común, aunque estas necesidades son sentidas con fuerza e impelen a la acción para el político.
Además los políticos tienen un marcado egocentrismo, una característica que pueden tener personas sanas pero que es intrínseca a este desorden. Esto implica que el político trabaja siempre para sí mismo por lo que cuando da, es que está manipulando o esperando recuperar esa inversión en el futuro.
Otra nota común es la sobrevaloración de su persona, lo que los lleva a una cierta megalomanía y a una hipervaloración de su capacidad de conseguir ciertas cosas y la empatía utilitaria, que consiste en una habilidad para captar la necesidad del otro y utilizar esta información para su propio beneficio, lo que constituye una mirada en el interior del otro para saber sus debilidades y obrar sobre ellas para manipular.
Ciertos autores de la corriente política suponen que la razón por la cual un político es una persona perversa es porque se trata de sujetos cuya personalidad depende en gran medida de mantener el principio de realidad, pero careciendo de superyo. Esto hace que el político pueda cometer acciones criminales u otros actos cuestionables con total falta de escrúpulos, sin sentir culpa.
Comentario: Para entender con mayor claridad la evidente correspondencia entre "ser político" y "ser psicópata" sugerimos la lectura del material de "Ponerólogía Política".
Estos artículos consituirán un excelente punto de partida:
Ponerología 101: Trepando a la cima
Reflexiones sobre Ponerología Política
Los patócratas
Ponerología 101: Serpientes en traje