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Hace un par de meses algunos ciudadanos en España comentaban el susto que se habían llevado al ver el cielo iluminarse en mitad de la noche. Fue el efecto de un trozo de cometa sobre la Comunidad de Madrid. Esta semana se ha podido ser testigo de otra de estas bolas de fuego que llegan a ser visibles a simple vista. "La sorpresa fue mayúscula al comprobar que no venía de ningún lugar remoto del Sistema Solar, sino que se trataba de un objeto que orbitaba alrededor de nuestro planeta", explica en una nota el equipo de José María Madiedo, profesor de la Facultad de Ciencias experimentales de la Universidad de Huelva y miembro de la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos (SPMN).
Ocurrió el día 29, poco antes el amanecer, sobre las 6.53 horas. El objeto, que sobrevoló la Península Ibérica en dirección suroeste, se movía a una velocidad enorme, casi 30.000 km/h, "por lo que el brusco rozamiento con el aire provocó que su temperatura alcanzara rápidamente varios miles de grados centígrados, formando una bola de fuego cuyo brillo fue algo menor que el de la Luna llena", explican desde la Universidad de Huelva, que recibió un aviso de sus sistemas de detección para monitorizar la llegada a la Tierra de fragmentos procedentes de asteroides y cometas.
Los científicos descubrieron de qué se trataba tras analizar la composición química del objeto. Lo hacen mediante técnicas de espectroscopía (midiendo la luz que desprende la bola de fuego al caer en la atmósfera). Así hallaron un alto contenido en titanio y concluyeron que era un fragmento de chatarra espacial que orbitaba la Tierra.
Según detalló Madiedo a
El HuffPost, se trata de un trozo que perteneció a un satélite chino, que se destruyó al entrar en contacto con la atmósfera sobre el cielo de España. "Me puse en contacto con la agencia norteamericana que se encarga de monitorizar este tipo de objetos (Center for Orbital and Reentry Debris Studies, Aerospace Corporation) y me confirmaron que la única reentrada de basura espacial prevista para ese día era un pequeño fragmento del satélite chino FY-1C", explicó.
Es un caso especial de basura espacial porque ese satélite estuvo acompañado de polémica. En enero de 2007, China hizo explotar su propio satélite, Fengyun-1c durante pruebas de su armamento antimisiles. Se calcula que la destrucción de este satélite durante las pruebas de potencia armamentística de China incrementó en un 25% la cantidad de basura espacial.
Según detalla el portal de información astronómica Seti, "esto añadió más de 2.000 fragmentos de mayores de 10 centímetros, estimándose que hay al menos otros 35.000 mayores a 1 centímetro, cada uno de los cuales es un verdadero proyectil capaz de derribar a otro satélite si lo golpea en una zona vulnerable".
La basura espacial preocupaLa basura ahí arriba, con más países sumándose a la carrera espacial, va en aumento. A mediados de octubre se contabilizaron más de 16.500 escombros espaciales -de satélites y cohetes- ya orbitan la Tierra. Son 131 objetos más que los que había desde el 30 de junio de este año, según el último informe trimestral de la Oficina del Programa de la NASA de Restos Orbitales."La chatarra o basura espacial está formada mayoritariamente por restos de satélites artificiales, cohetes y fragmentos producidos por explosiones en el espacio. Esta chatarra es motivo de gran preocupación, pues cada vez es más abundante y la elevada velocidad a la que se mueven estos fragmentos podría producir graves daños en satélites artificiales y afectar a la seguridad de misiones espaciales", añade la nota de la Universidad de Huelva.
La NASA tiene un programa para controlar la basura espacial, el U.S Space Surveillance Network (SSN), entre cuyas funciones figuran precedir cuándo y dónde caerá un objeto de nuevo a la tierra y detectar cuerpos residuales que podrían interferir con satélites como el Shuttle. En esta misión también participará el radar instalado en Santorcaz, a unos 30 kilómetros de Madrid, con el que la Agencia Espacial Europea (ESA) busca desarrollar sistemas de alerta para mejorar la seguridad de las operaciones de los satélites europeos.
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