La generalización de respuesta ante estímulos es uno de los mecanismos más empleados en la explicación de algunos problemas relacionados con la ansiedad. Supongamos un estímulo que por cualquier motivo induce en un sujeto la respuesta de miedo, como por ejemplo podría ser la visión de una araña con la que sorpresivamente tropieza, de una jeringa con la que un enfermero está a punto de tomarle una muestra de sangre, o el tener que entrar en un estrecho ascensor para llegar a la casa de un amigo que vive en el último piso del edificio. De manera muy básica, la generalización consistiría en emitir una respuesta similar, en este caso de miedo, ante estímulos que guardan alguna similitud con aquellos que esta persona teme.
Actividad cerebral
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Así, en los ejemplos anteriores el miedo se podría acabar generalizando a la simple visión del dibujo de una araña, ante cualquier objeto punzante, o incluso, ante la idea de que uno podría quedar encerrado en la despensa de casa mientras busca allí un vino para la cena con su amigo. Es decir, que el mecanismo de generalización viene a ser el responsable de que un miedo aprendido, en principio relacionado con un estímulo o situación concretos, acabe extendiéndose a otros estímulos o situaciones con las que guarda cierto parecido, pero que inicialmente no suponían una amenaza.

Según algunos investigadores, esta dinámica podría estar en la base del trastorno de ansiedad generalizada (TAG), caracterizado por un estado de preocupación y ansiedad constante y excesivo ante una gran variedad de eventos o actividades. En particular, este tipo de trastorno de ansiedad podría verse como una "hiper-generalización" de la respuesta de miedo, en la que se ha multiplicado el número de estímulos y acontecimientos que pueden llegar a elicitar la aprensión y el miedo.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Nueva York (EE.UU) ha analizado, desde una perspectiva neuropsicológica, cuáles podrían ser los mecanismos cerebrales implicados en el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), partiendo del paradigma de la generalización de la respuesta de miedo. Los resultados de su estudio, en el que participaron 32 mujeres con trastorno de ansiedad generalizada y 25 mujeres sanas, todas ellas en torno a los 20 años de edad, han sido publicados en el último número de la revista Depression and Anxiety (Greenberg et al., 2013).

El diseño experimental incluía una serie de ensayos en los que se pretendía la generalización de la respuesta de ansiedad, condicionada a la presentación de un estímulo sencillo (una figura geométrica). En concreto, de forma experimental se lograba inducir la respuesta de ansiedad ante la aparición de un rectángulo rojo cuya presencia conllevaba un 50% de probabilidades de recibir una descarga eléctrica no lesiva. La generalización de respuesta se analizó empleando otros seis rectángulos rojos que eran de la misma altura que el empleado originalmente, pero que diferían más o menos de éste en su anchura (±20%, ±40%, ±60%). Es decir, los investigadores disponían de un rectángulo que inicialmente provocaba una respuesta - temor a recibir una descarga- y de otra serie de rectángulos muy parecidos al primero y que, de hecho, sólo se diferenciaban de aquél en el ancho, pero que en realidad no estaban asociados a recibir una descarga.

¿Qué áreas presentarían una mayor reactividad en el cerebro de las participantes al analizar el gradiente de generalización, es decir, la extensión de la respuesta de ansiedad ante la aparición de rectángulos que progresivamente difieren del original? ¿Habría diferencias entre las mujeres diagnosticadas de trastorno de ansiedad generalizada y aquellas que no lo habían sido? Para responder a estas cuestiones, los investigadores recurrieron al uso de la neuroimagen fMRI, que permite obtener una visión de la actividad funcional del cerebro.

Los resultados pusieron de manifiesto dos patrones de respuesta diferenciados en la actividad neuronal. Por una parte, en áreas como la ínsula, el córtex del cíngulo anterior, el área suplementaria motora y el núcleo caudado, la reactividad neuronal era mayor ante el estímulo condicionado - el triángulo rojo original- e iba decreciendo a medida que el estímulo presentado era progresivamente cada vez más diferente de éste. Es decir, que estas áreas parecen activarse ante la percepción de una amenaza "cierta" y su activación tiende a ser menor a medida que lo que se tiene delante es algo que se le parece cada vez menos. Por otra parte, otras dos áreas cerebrales - el córtex prefrontal ventromedial y la corteza somatosensorial- presentaban un patrón de respuesta opuesto al anterior. Es decir, la mayor reactividad se producía ante aquellos estímulos que eran más diferentes al estímulo condicionado original, mientras que la menor reactividad se observaba al presentar el rectángulo rojo inicial. La explicación parece estar en el diferente papel que juegan estas áreas en relación con la respuesta de ansiedad. En concreto, el córtex prefrontal ventromedial parece estar implicado en la inhibición o regulación de la respuesta de miedo, y por tanto su activación será mayor cuanto menos amenazante sea el estímulo (es decir, menos se parezca al estímulo condicionado inicial). El resultado referente a la corteza somatosensorial, por su parte, recibe menos atención en el estudio, pero los autores sugieren que su grado de reactividad podría estar relacionado con las expectativas de recibir una descarga.

Estos patrones de reactividad cerebral ante el gradiente de generalización eran similares en el grupo de mujeres con TAG y aquellas otras sin este diagnóstico. Entonces, ¿qué diferencias se observaron entre unas y otras? Los resultados fueron muy reveladores, si consideramos la característica principal de este trastorno, es decir, la ansiedad "indiscriminada" ante una gran variedad de estímulos. En este sentido, las pendientes de las rectas de los gradientes de reactividad del córtex prefrontal ventromedial y la corteza somatosensorial eran considerablemente más suaves en el caso de las mujeres con TAG, mientras que el grupo de control presentaba pendientes más pronunciadas, como se puede ver en la figura adjunta.
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¿Qué indica esto? Básicamente, que el cerebro de las mujeres con TAG tendía a responder de manera más homogénea ante estímulos que difieren de aquel que originalmente inducía el miedo. En particular, los resultados apuntarían a que en el TAG se da una dificultad para poner en marcha los mecanismos inhibitorios de la ansiedad ante estímulos que no son realmente amenazantes, ya que el córtex prefrontal no reflejaba mucha más activación cuando aparecía una variante del rectángulo inicial en vez del original. Además, atendiendo al patrón suavizado de reactividad de la corteza somatosensorial, las mujeres con TAG parecían tener una menor certeza acerca de si la presentación de un estímulo iba a conllevar o no una descarga eléctrica.

En definitiva, la investigación de Greenberg et al. (2013) resulta esclarecedora al identificar lo que podría ser una de las claves en la ansiedad generalizada: el fallo en los mecanismos de regulación encargados de inhibir la ansiedad ante situaciones seguras y de gestionar adecuadamente las expectativas de amenaza ante un evento. También su estudio parece sugerir una reorientación en el enfoque que se da a este problema. En este sentido, la clave no parece estar en que las personas con TAG sean "hiperreactivas" (la reactividad, por ejemplo, de la ínsula fue similar en mujeres con ansiedad o sin ella) sino que se trataría más bien de que tienen dificultad para regular - o si se quiere, "controlar" o inhibir- la respuesta de miedo. Tal vez estos hallazgos supongan un prometedor avance en la comprensión y el tratamiento de este problema.

Puedes acceder al artículo (texto completo) del artículo de Greenberg at al. (2013) aquí.
Referencia:
Greenberg T, Carlson JM, Cha J, Hajcak G, & Mujica-Parodi LR (2013). Ventromedial prefrontal cortex reactivity is altered in generalized anxiety disorder during fear generalization. Depression and anxiety, 30 (3), 242-50 PMID: 23139148