Las grandes farmacéuticas y la industria psiquiátrica promueven - cada vez más - una sociedad homogeneizada donde todo aquel que no se ajuste a la norma debe de ser medicado u ostracizado. La industria psiquátrica - resulta adecuado hablar de ella como una industria indisociablemente ligada a las farmacéuticas - tiene una especie de libro de cabecera: el Manual Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana. En este manual, que se actualiza cada año, se define que conductas o trastornos pueden considerarse como una enfermedad mental. En tan sólo 50 años el número de enfermedades mentales se ha incrementado de menos de 130 a más de 360 (casi el triple). Recientemente se han clasificado cosas como el "trastorno de desafío oposicional" (básicamente la enfermedad de cuestionar a la autoridad) o hasta la timidez como psicopatologías.
Se podría argumentar que este incremento obedece a un mayor conocimiento de la mente humana o incluso a que la cultura moderna tiene una cierta veta decadente que enferma a la gente. Pero lo más probable es que esta obsesiva clasificación tenga que ver con una agenda de las farmacéuticas de vender medicamentos y acaso con una visión de la realidad bastante angosta - una especie de psicopolítica reguladora de lo real admisible. Esto sobre todo basándonos en el valiente e invaluable testimonio de Allen Frances, quien encabezó ediciones previas del Manual Diagnóstico Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana (conocido popularmente como DSM por sus siglas en inglés). Frances escribió recientemente un imperdible artículo para la revista Wired, sonando el silbato contra "Big Pharma" con poderosas palabras:
La naturaleza toma la visión larga, la humanidad la corta. La naturaleza elige la diversidad; nosotros la estandarización. Estamos homogeneizando nuestros cultivos y nuestras personas. Y Big Pharma sigue fija en su intento paralelo de crear su propia marca de monocultura humana.La metodología de erradicar la diferencia en la sociedad opera a través de los médicos que "legislan" decidiendo con gran holgura que comportamientos son patológicos y que rápidamente recentan numerosos medicamentos para tratarlos. Muchos de estos médicos incluso reciben pagos de las farmacéuticas (casi 300 millones de dólares al año en Estados Unidos) para que dosifiquen sus productos. Al mismo tiempo las grandes farmacéuticas no desarrollan medicamentos integrales capaces de curar una enfermedad, sólo de atenuarla provechosamente. Según el premio Nobel Richard J. Roberts la investigación médica está orientada: "hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando se deja de tomar el medicamento". Las farmaceúticas y la medicina son industrias que evidentemente buscan ser rentables y maximizar sus ingresos bajo la lógica del capital, pero en su caso al lucrar con la salud esta lógica se torna perversa. Si uno toma en cuenta la gran cantidad de efectos secundarios y ciclos de consumo adictivo que desatan muchos de los medicamentos que se venden en todo el mundo no es descabellado considerar a las farmacéuticas como gigantescos carteles de las drogas. "Las compañías farmacéuticas deberían de dejar de actuar como carteles de la droga, irresponsablemente empujando sus productos donde harán más daño que bien", dice el Dr. Allen Frances.
Con la ayuda de una psiquiatría demasiado ambiciosa, toda la diferencia humana está siendo transmutada en un imbalance químico cuyo propósito es ser tratado con una útil pastilla. Convertir la diferencia en una enfermedad es una de las jugadas más geniales del marketing de nuestra época.
La diversidad humana tiene sus razones o de otra forma no habría sobrevivido la carrera evolutiva. La diferencia humana no surgió para ser reducida a un lista exhaustiva de diagnósticos tomados descuidadamente de un manual psiquiátrico.
El fácil diagnóstico de tratamiento psiquiátrico se mueve por una zona un tanto espectral. Según Robert Spillane:
La psiquiatría es la rama de la medicina en la que los diagnósticos de "enfermedades" se hacen en la ausencia de evidencia objetiva: están basadas, no en lo que las personas tienen, sino en lo que hacen y dicen. Y sí actúan en formas que molestan, ofendan o perturben a los demás, puede que se descubran diagnosticados como mentalmente enfermos y sean tratados en contra de su voluntad.Aunque el panorama actual no el del todo alentador, considerando la enorme facilidad con la que se clasifican nuevas enfermedades y se lleva a tratamiento de las mismas - como si las enfermedades fueran productos que las compañías promueven - , Allen Frances considera que un cambio similar al que ocurrió con la caída de la industria tabacalera podría venir en un futuro:
Big Pharma claramente se dirige hacia una caída similar - el emperador realmente está desnudo. Las personas y los legisladores eventualmente pueden despertar y reconocer que no somos sólo un grupo de individuos enfermos, cada uno de nosotros con una serie de diagnósticos psiquiátricos, acumulativamente constituyendo una sociedad enferma. Este es el mito generado por una industria psiquiátrica demasiado ambiciosa y una industria farmacéutica demasiado avara.
Comentario: Para ampliar más información, les recomendamos visionar el siguiente documental:
- Documental: La Psiquiatria, Industria de la Muerte