Los grupos mercenarios que hoy actúan en Siria se enmarcan dentro de una estrategia orientada a promover la división y el enfrentamiento racial y religioso entre facciones árabes-musulmanas delegando las tareas sucias de la ocupación militar en grupos mercenarios motivados por el dinero o por el fundamentalismo religioso, o por ambas cosas a la vez, que sustituyen a las fuerzas militares imperiales convencionales en las operaciones de invasión y de apoderamiento de mercados y países.

Con esta estrategia EEUU y las potencias "aliadas" agudizan la división interárabe e intermusulmana; agitan las tensiones internas en cada Estado y abren un espacio de conquista de Siria sin utilizar sus tropas militares.

Además, con la nueva metodología intentan ocultar su responsabilidad en las masacres masivas que organizan para el apoderamiento de mercados y de recursos estratégicos, principalmente de petróleo y de gas, en los distintos frentes de conflicto en Asia, África y Medio Oriente.

Abortada la operación central para la toma de Alepo (y fracasado el Plan A de establecer un "gobierno sirio libre" con Turquía como base de operaciones en el norte), y con el ejército sirio rodeando y eliminando los focos terroristas desmembrados que aun resisten, el eje EEUU-UE-Israel- Liga Arabe-Turquía ha resuelto pasar a un Plan B.

Con la emergencia de ese Plan B, en Siria no hay una guerra, ni siquiera una guerra civil, hay una operación terrorista en alta escala financiada por las grandes potencias y sus aliados . No hay toma de territorios o ciudades. No hay enfrentamiento de posiciones de un ejército con otro. No hay perdida de control territorial gubernamental.. solo hay combates puntuales y atentados con desplazamientos móviles de insurgentes constantemente reprimidos por el ejercito oficial.

Las acciones tácticas y estratégicas no remiten a objetivos políticos y sociales, sino a objetivos localizados de destrucción militar orientados a alimentar la maquinaria internacional de guerra psicológica y propaganda triunfalista de la prensa internacional.

Simultáneamente en el frente mediático internacional hay una coordinación entre las distintas denuncias de las potencias invasoras contra Siria, los frentes de aislamiento internacional y de bloqueo económico, los frentes de presión diplomática con la ONU a la cabeza, las denuncias de las ONG coordinadas por la CIA, y las distintas usinas extranjeras de la "oposición", con la gigantesca campaña de acción psicológica terrorista montada por las grandes cadenas mediáticas, que funciona como un frente de guerra durante las 24 horas.

Los conflictos étnicos y el fanatismo religioso (con su desenlace en enfrentamientos sectarios) son utilizados como una nueva herramienta de conquista para dividir y derrocar gobiernos no dóciles a los objetivos estratégicos del eje Washington-Tel Aviv-Unión Europea en Asia Central, Oriente Medio y África del Norte.

Siria, además, es una pieza central en el plan estratégico de aislamiento y derrocamiento del régimen que controla Irán, y la caída del gobierno de Bashar al-Assad dejaría a Teherán sin su aliado clave y abriría la compuerta para una ataque del eje EEUU-Israel a sus centrales nucleares.

Luego de distintos fracasos de sus operaciones militares en Asia, África y Medio Oriente, Washington, el Pentágono y las potencias aliadas de la OTAN, aprendieron. Y resolvieron no pagar nunca más el costo humano, político y financiero de las ocupaciones militares ejecutadas a cara descubierta por sus fuerzas regulares.

Irak y Afganistán colmaron el vaso. Billones de dólares de costo al Tesoro, deterioro de la "imagen" internacional del Imperio locomotora, deslegitimación interna y externa de las guerras militares de conquista, le enseñaron al Pentágono y a sus estrategas que lo mejor es hacer la "guerra por otras vías", sin desgastarse ni pagar costos políticos y financieros.

Los grupos que hoy actúan en Siria se enmarcan dentro de una estrategia orientada a delegar las tareas sucias de la ocupación militar en grupos mercenarios motivados por el dinero o por el fundamentalismo religioso, o por ambas cosas a la vez, que sustituyen a las fuerzas militares imperiales convencionales en las operaciones de invasión y de apoderamiento de mercados y países.

"Lo que está sucediendo en Siria es un signo de lo que vendrá para la región. El cambio de régimen no es el único objetivo de los EE.UU. y sus aliados en Siria. La división de la República Árabe Siria es el objetivo final de Washington en el país", señala el analista Mahdi Darius Nazemroaya en un informe en el sitio Global Research

"Las divisiones religiosas y étnicas en Siria no están demarcadas en términos puramente geográficos, y el proceso de balcanización podría jugar como un proceso de libanización, lo que significa que Siria se divide a lo largo de las líneas de falla de violencia sectaria, y se enfrenta a un estancamiento político como el del Líbano durante su guerra civil, sin estar oficialmente quebrada. La libanización, una forma suave de balcanización, ya ha tenido lugar en Irak bajo el federalismo", agrega..

Para Nazemroaya "El Plan Yinon, y otros planes similares, quieren una guerra chiíta y sunita entre los musulmanes como la pieza central de las divisiones sectarias - o Fitna en árabe - que va a incluir a cristianos y musulmanes, árabes-bereberes, árabes-iraníes, turco-árabes, e iraníes-tucos en la animosidad".

"Lo que este proceso- continua el analista- tiene la intención de hacer es crear el odio sectario, divisiones étnicas, el racismo y las guerras de religiones. Todos los países que los EE.UU. y sus aliados están desestabilizando tienen líneas divisorias naturales, y cuando la animosidad tribal, étnica, confesional y religiosa se enciende en un país, se extiende a otros. Los problemas en Libia se han derramado en Níger y el Chad, y los problemas en Siria se extienden a Turquía y el Líbano".

"Este incendio -concluye- está siendo constantemente impulsado por Washington. En última instancia, todo esto está destinado a interrumpir algunas de las rutas de energía más importantes del mundo y útiles para lastimar a las economías importadoras de energía en China, las principales potencias europeas, India, Japón y Corea del Sur".

En este escenario, los grupos mercenarios que hoy actúan en Siria se enmarcan dentro de una estrategia orientada a promover la división y el enfrentamiento racial y religioso entre facciones árabes-musulmanas delegando las tareas sucias de la ocupación militar en grupos mercenarios motivados por el dinero o por el fundamentalismo religioso, o por ambas cosas a la vez, que sustituyen a las fuerzas militares imperiales convencionales en las operaciones de invasión y de apoderamiento de mercados y países.

¡Que los musulmanes se maten entre ellos!, parece ser la consigna madre de la nueva estrategia de invasión imperial que tuvo su primer ensayo en Libia con la muerte de Kadafi y el fin de su régimen, y hoy intenta proyectarse en Siria y en Medio Oriente.