La provincia argentina de Santa Fe tiene prohibido rociar sustancias agroquímicas a menos de 500 metros de las zonas pobladas. Sin embargo, en la práctica, los cultivos de soja de Monsanto se siembran y se fumigan a 30 metros de las viviendas.

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© Corbis / Ricardo Ceppi
24 horas al día los vecinos de los pueblos santafesinos, incluidos los menores de edad, están expuestos al impacto del glifosato y otros herbicidas, tanto como pesticidas. Ese es el caso de la maestra escolar Andrea Druetta, cuyos hijos fueron rociados en múltiples ocasiones con agroquímicos mientras nadaban en la piscina situada al lado de la casa.

Decenas de casos similares han sido documentados por la agencia AP en las provincias argentinas. En todos ellos sustancias tóxicas se emplean de maneras que no fueron previstas por las regulaciones señaladas por la ciencia o que estuvieron específicamente prohibidas por la ley. Su uso descontrolado en el mismo corazón de la zona de la producción de soja argentina es considerado por los médicos como una causa de crecientes problemas de salud que experimentan los habitantes.

Las tasas de incidencia de cáncer en Santa Fe son entre dos y cuatro veces más altas que el promedio nacional. En el Chaco las malformaciones de nacimiento se cuadruplicaron desde que el uso de la biotecnología sofisticada de Monsanto se disparara en los últimos años del siglo pasado.

Un estudio del Gobierno de Argentina encontró niveles alarmantes de contaminación agroquímica en la tierra y en las fuentes de agua potable. Un 80% de los niños examinados tenían rastros de pesticidas en su sangre.

Una ley nacional obliga a quienes aplican sustancias químicas capaces de amenazar la salud que adopten "medidas eficaces para impedir la generalizada degradación del ambiente, sin importar costos o consecuencias". Pero la ley nunca se aplicó a la agricultura, según comprobó la Auditoría General de la Nación el año pasado.