Un movimiento telúrico de mediana intensidad -5,6 grados en la escala de Richter y epicentro a 15 kilómetros en dirección noreste de Iquique- remeció la víspera las regiones norteñas de Arica Parinacota y Tarapacá.
Las autoridades chilenas descartaron pronto cualquier amenaza de tsunami y solo se reportaron cortes temporales de energía en Iquique y desprendimientos menores de terreno sobre algunas rutas.
Aun cuando los temblores moderados son relativamente frecuentes en este país sudamericano, el estremecimiento de anoche -tras el cual solo falleció una mujer debido a un paro cardiorrespiratorio- se antoja una pésima señal para los habitantes del norte de Chile.
Ocurre que el sismo de 8,2 grados del pasado 1 de abril -que dejó seis fallecidos, un millón de evacuados y grandes pérdidas materiales- ocurrió tras detectarse el mes anterior una intensa actividad sísmica en la zona debido al choque entre las placas de Nazca y Sudamericana.
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Pues bien, estudios internacionales publicados este miércoles por la revista Nature indican que el terremoto de hace cuatro meses -y su larga cadena de réplicas- no bastó para liberar las tensiones acumuladas en el subsuelo durante casi un siglo y medio.
Dos equipos independientes de sismólogos -estadounidense y alemán- coinciden en que el riesgo de megasismos (de hasta 8,9 grados) en el norte chileno es muy elevado debido al estrés acumulado frente a las costas de la nación austral.
"Los sismólogos chilenos y del mundo entero deben ahora dedicarse a la difícil tarea de comunicar sobre ese riesgo, incierto pero elevado, sin parecer alarmistas", señaló el equipo del Centro Geológico de Estados Unidos encabezado por Gavin Hayes.
Antes del sismo de Iquique en abril pasado no se había originado en la zona un fenómeno de magnitud similar desde 1877 (estimado de 8,6 a 8,8 grados).
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