El legado de Franklin Delano Roosevelt está dañando a la ciencia.

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Al final de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt le preguntó a Vannebar Bush, que supervisó al explosivamente exitoso Proyecto Manhattan, si había alguna manera en que la horda de científicos reclutados para fabricar La Bomba podría, de alguna manera, ser mantenidos en empleos del gobierno.

En ocho meses, Bush delineó un plan en el que las universidades, no el gobierno, serían los empleadores, pero que la paga ya fuese para las facultades o para investigadores contratados, en realidad se originaría en las agencias federales, departamentos del gabinete, o en los clandestinos.

Las consecuencias eran obvias. Las universidades cargan un 50% más por subsidios y becas federales, usando esos dineros tan rentables de los departamentos de ciencia para solventar a los nada rentables Departamentos de Arte y Música. Las semillas de la corrección política fueron plantadas - y exigen un gobierno enorme, caro y en expansión- a medida de que las universidades y colegios se volvieron adictos a la beneficencia estatal.

Sometidos a una imperdonable competencia para obtener los fondos para sus instituciones (y para su autopromoción y gloria) muchos científicos comenzaron a comportarse deshonestamente... y lo siguen haciendo.

La semana pasada, una publicación técnica, Journal of Vibration and Control retractó SESENTA 'papers' o artículos científicos, después de que una investigación interna reveló un 'peer review' o "revisión por los pares fraudulento y un proceso de citas" que facilitaban a un pequeño grupo de autores tener una enorme cantidad de citas en lo que es una prestigiosa especialidad de la ingeniería. Por lo menos uno de los autores consiguió "revisar" su propio trabajo usando un alias.

Eso es sintomático de una enfermedad más grande que impregna a lo que debiera de ser nuestra institución más sacrosanta. Si ya no podemos confiar en la ciencia, ¿Qué tenemos como la base para el conocimiento?

Es un hecho reconocido que la política mundial - especialmente el mundo de la política ambiental- afirma basar sus políticas en la "ciencia", tal como el Informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, IPCC, o las periódicas "Evaluaciones Nacionales" del Programa de Investigación del Cambio Climático Global de los EEUU, del impacto del cambio climático en nuestro país.

Estos documentos influyentes son, esencialmente, grandes revisiones de una voluminosa literatura científica. La tragedia es que esa literatura está siendo emponzoñada de manera insidiosa por la estructura de incentivos para la misma ciencia.

La evidencia es cada vez más convincente. Danielle Fanelli, de la Universidad de Montreal, ha escrito muchas revisiones completas del contenido de la ciencia publicada y halló, en los últimos 20 años, que la cantidad de resultados "positivos" está aumentando de manera dramática. Eso es cuando la información confirma una hipótesis propuesta más que sugerir el rechazo o una modificación.

En un mundo real donde los científicos están respondiendo a preguntas reales, eso sería imposible. La gente no se ha vuelto súbitamente más inteligente, excepto, quizás en cómo avanzar en la academia. Ahí, a los candidatos para promoción en la ciencia básicamente se les hace dos preguntas: ¿Qué ha publicado usted, y cuánto dinero del contribuyente trajo usted en apoyo de su investigación?

Si un profesor adjunto buscando un cargo de titular responde insuficientemente, es probable que tenga que buscar otro trabajo. Es asombrosa la cantidad de estos fracasados que terminan en el staff de comités del congreso, o mejor aún, en comités de programas para las grandes agencias encargadas de la ciencia.

La parte del dinero es de importancia cumbre. En una universidad de primer nivel, para publicar la cantidad de estudios requeridos para una promoción en, digamos Ciencias Ambientales, probablemente se requiere de un mínimo de $2,5 millones de dólares. Esa sería una cantidad astronómica de dinero para el Departamento de Lenguas Germánicas.

¿Cree alguien, seriamente, que un joven investigador recibirá esa cantidad de dinero yendo a una agencia federal con una propuesta de que la cantidad de calentamiento global y los efectos han sido exagerados dramáticamente (como lo han sido)? La mera propuesta amenaza con descarrilar el "tren de la salsa" de cualquier otro investigador. Por supuesto, no será financiado y a ese investigador muy pronto no le pagarán su salario.

El Dr. Ioannidis, ahora en Stanford, puede haber sido la primera persona en detectar la enfermedad cuando en 2005 escribió un entonces estudio icónico, "Por qué la Mayor Parte de Los Resultados Publicados son Falsos". Su tesis es que las exigencias para publicar y obtener fondos son tan fuertes que muchos estudios son diseñados muy pobremente para poder forzar un resultado positivo y una publicación rápida.

Desde entonces, la cantidad de 'papers' retirados o retractados ha perforado el techo. Elganador del Premio Nobel de Fisiología en 2013 o Medicina, Randy Scheckman - en la víspera de su premio- escribió una editorial de opinión en el diario The Guardian, "Cómo revistas como Nature, Cell, y Science están dañando a la ciencia", y juró no enviarles jamás otro mansucrito.

Scheckman notó que publicar en Nature y en Science es un boleto a una cátedra y un generoso subsidio para investigación, pero que estas dos revistas - las revistas científicas de mayor "impacto" en la Tierra -, gravitan en dirección a ciencia "ostentosa" para llamar la atención hacia ellas mismas (y así inflar su "factor de impacto"). Esto es hecho a expensas de la ciencia que "muele día-a-día" que quizás es más importante, pero que no le hará aparecer en la CNN. Sabiendo esto, la gente gravitará hacia los campos "brillosos" como el calentamiento global, a expensas de otros, y quemando nuestro talento científico por un plato de guiso.

De manera que la búsqueda del conocimiento se ha convertido en la búsqueda de fondos, y las agencias que financian estudios tienden a ver mal o condenar los resultados negativos. ¿Seriamente, quién va a obtener un subsidio federal que en última instancia podría disminuir el poder del gobierno federal? No, en vez de ello leemos en la reciente Evaluación Nacional asociaciones positivas muy tontas, como la asociación del calentamiento global con más enfermedades mentales. Esto sólo puede significar que la gente en Richmond son más chifladas que aquí en Washington DC, y que en Miami tendrían que ser mucho más chiflados todavía.

Eso tiene tanto sentido como comprometer la ciencia al servicio del monstruo de los fondos federales.