La historia de la astronomía antes de los telescopios está dominada por el avistamiento de cometas y meteoros, momentos en los que el cosmos con toda su ignota pirotecnia se hacía visible y los cielos de nuestro planeta recibían ominosos huéspedes lo mismo temidos que divinamente bienvenidos.
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Verdaderos acontecimientos de observación celeste que marcaron la evolución del pensamiento, desde la magia a la ciencia. El sitio Public Domain Review ha compilado una excelente muestra de ilustraciones que nos enseñan cómo se percibía a estos visitantes ultraterrestres, por momentos deificados o antropormorfizados, en el intento de imaginar lo desconocido que brevemente se empezaba a revelar.

Compartimos aquí algunas de estas imágenes, que aparecen bajo el título Flowers in the Sky, una evocación poética del asombro primigenio de observar estas bolas de fuego y dotarlas de un significado: flamígeros brotes que por un momento encendían la noche y la imaginación.

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© Ilustración: Augsburger Wunderzeichenbuch, 1506
Esta colección de flores del cielo quizás podría llamarse también "Semillas del cielo", ya que más allá de la eclosión y la cabellera de fuego de los cometas que evocan flores silvestres hay otro parecido notable, que nos sugiere una correspondencia entre la forma y la función, esa que aparece entre el cometa y el espermatozoo. Y es que, más allá de la analogía formal, estas rocas de hielo interestelar son muy probablemente la fuente de la materia prebiótica que ha inseminado nuestro planeta (y muchos otros quizás), posibles vehículos de las proteínas que dieron lugar a la vida. Una de las teorías más aceptadas, generalmente conocida como la panspermia, sugiere que compuestos orgánicos pudieron haber sobrevivido el viaje en el espacio y caído en la Tierra sembrando los bastiones para transformar la atmósfera y producir la biogenésis (o incluso, es posible que ciertas bacterias extremofílicas pudieran haber sobrevivido en el polvo de hielo meteórico). El cometa es la luz que penetra el óvulo azul del planeta.
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En épocas pasadas el paso de un cometa era un acontecimiento extraño, poco explicado, que generaba revuelo, enigma, superstición y hasta romería, celebrando los flamantes sucesos del cielo y la estética de las luces que se alzaban como flores fugaces y los mensajes secretos que parecían enarbolar.

Meteoros de las Leónidas de 1833 cayendo sobre una cascada.