Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.

Un ama de casa y un estudiante universitario nos cuentan su lucha diaria para recomponer los pedazos tras la guerra que destrozó sus vidas.

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© REUTERS/Mohammed SalemUn grupo de palestinos se resguarda de la lluvia en un refugio improvisado junto a las ruinas de sus casas, destruidas durante el ataque israelí de siete semanas, al este de la cidad de Gaza. 19 de octubre, 2014.
El estrecho corredor que conduce al hogar derruido de Umm Mohammed, en la barriada de Shaaf, al este de Gaza, es ahora su única morada. Aviones de combate israelíes destruyeron por completo su casa de dos plantas durante la Operación Margen Protector. La familia ha perdido su único refugio.

Umm pasa la mayor parte del tiempo en el corredor, donde lava la ropa de la familia, lava los platos y recibe a los visitantes. Pero no puede dormir allí porque comunica directamente con una calle muy concurrida, por lo que pasa las noches en la biblioteca de la mezquita situada frente a su casa, que también fue bombardeada.

"Soy una mujer y no puedo dormir en la calle, como los hombres. Cuando terminan las últimas oraciones de la tarde [a eso de las 8], me dirijo a la mezquita para dormir, y me levanto antes de la primera plegaria [a eso de las 5 de la mañana] para empezar el nuevo día", explicó Umm a Al-Monitor.

Su jornada comienza preparando el desayuno a su marido desempleado y a sus cuatro hijos y luego hace la colada familiar a mano. Por la tarde sale a recoger leña de los árboles destrozados por los tanques israelíes para prepara la cena de la familia.

"Israel nos ha hecho retroceder cien años. Ahora vivimos en tiendas y tenemos que recurrir a la leña, como nuestros ancestros. En cuanto al agua, vamos a buscarla a un punto remoto", afirma con una voz llena de angustia.

Sentada en el suelo mientras lava los platos, Umm confiesa que su familia sobrevivía gracias a las donaciones de buenos samaritanos, que les proporcionan comida enlatada. "Comemos a diario arroz, judías, y latas de carne y de sardinas. Estos son los alimentos que nos regala la gente".

Antes de ponerse el sol, Umm se sienta en un sofá raído que coloca en el corredor y se toma un momento para descansar de los quehaceres diarios al cuidado de su familia. Observa a un grupo de trabajadores voluntarios que colaboran en la construcción de un pequeño cuarto para que su familia pueda refugiarse del frío y de la lluvia antes de la llegada del invierno.

"Estos hombres utilizaron algunas de las piedras de nuestra casa derruida y han construido un pequeño cuarto para mi familia, pero debido a la falta de dinero no hemos podido levantar un techo de hormigón. El suelo es de tierra y el techo de hojalata. Esta caseta no podrá aislarnos del frío y de la lluvia, pero espero que podamos salir adelante", continúa diciendo.

Umm realiza sus faenas cotidianas a pesar del dolor crónico que siente a causa de la osteoporosis: "Ya no tenemos dinero para comprar las medicinas necesarias para mi tratamiento. Todo lo que teníamos está enterrado bajo los escombros".

Umm calla un momento y luego añade: "Era una casa grande y bonita. Hemos perdido nuestro dinero y mis joyas de oro. Hemos perdido el futuro y todo el duro trabajo realizado se ha convertido en ruinas. Mi mayor sueño es volver a tener un hogar para vivir, poder casar a mi hijo mayor y ver jugar a mis nietos. Eso es todo lo que ansío ver antes de morir".

Adnan al-Najjar, un estudiante de gestión sanitaria en Al-Quds Open University, acaba de salir de clase cuando recibe un mensaje de texto de su padre pidiéndole que vaya a conseguir ayuda alimentaria de una organización en Khan Yunis. "Todo ha cambiado después de la guerra. Yo también he cambiado; siento que he envejecido veinte años", declara a Al-Monitor.

Adnan dedica el doble del tiempo que suele llevarle volver a casa tras las clases para ir desde la universidad hasta la organización que asiste a familias afectadas y les proporciona alimentos. En ocasiones debe abandonar una clase antes de que acabe, a eso de las 2 de la tarde. Se siente responsable por su familia, aunque solo consigue unos pocos kilos de azúcar y de harina.

Adnan es un joven delgado que ha perdido su hogar en la ciudad de Khuza, al este de Khan Yunis, en el trascurso de los recientes ataques a la Franja de Gaza. Quedó atrapado bajo los escombros junto a su familia, cuando la casa fue bombardeada por aviones israelíes el 24 de julio. Cuando salió de los escombros, fue detenido por los soldados a pesar de sus heridas: "La cabeza fue la única parte del cuerpo que no quedó enterrada durante el bombardeo. Pensé que mi familia y yo no sobreviviríamos. No quedó nada a nuestro alrededor aparte de los soldados [israelíes] y sus perros policía, que se acercaron a olerme la cabeza".

Permaneció 5 días detenido, y cuando fue liberado regresó a Gaza por el paso fronterizo de Beit Hanoun (Erez) el 28 de julio. Su hermano Khaled, sin embargo, continúa en prisión. "Intento centrarme en mis estudios, pero no es fácil. Continuamente regresan a mi cabeza los recuerdos, una y otra vez. Cierro el libro y los pensamientos se me van al momento en que la casa fue bombardeada con todos nosotros dentro. Me acuerdo de mi hermano Khaled, que iba a graduarse en la facultad de derecho este año".

Cada mañana, Adnan se levanta y permanece a la entrada de la ciudad de Khuza, esperando tomar un taxi que le lleve a la Universidad de Al-Quds. Pero este recorrido resulta poco menos que imposible después de la guerra, ya que Khuza ha sido declarada zona de desastre. "Ni siquiera los taxis viene ya por aquí. He perdido mi casa, mi hermano está detenido y me familia se ha dividido. Mi madre ahora se queda en casa de mi tío, mi padre está con unos parientes y mis hermanas viven con mi hermano casado en Khan Yunis", declara.

Al-Monitor acompaña a Adnan en el recorrido para asistir a clase. Tiene que hacer un viaje de una hora en el que realiza tres cambios hasta alcanzar la universidad. El único entretenimiento del que dispone es sentarse entre las casas destruidas de Khuza a hablar con sus amigos. Cuando quiere estudiar, coge el libro y se sienta en el suelo, junto a las ruinas de su casa. Su hermano mayor Omar se acomoda a su lado con un libro sobre métodos de enseñanza. Ambos están rodeados de escombros; es una escena surrealista.

Omar mantiene el optimismo: "Tengo la certeza de que nada es más importante que la educación, así que no voy a caer en la desesperación", nos comenta. Adnan sonríe y responde: "No pierdo la esperanza, pero las escenas de destrucción no se me van de la cabeza. Mi hermano Omar no estaba aquí cuando la casa se nos cayó encima".

Si Adnan no hubiera recibido una beca universitaria para los estudiantes cuyos hogares habían sido demolidos, no habría podido matricularse en su segundo curso académico, iniciado a mitad de septiembre. "A veces siento que necesitaré años de esfuerzos y de apoyo psicológico para fortalecerme, centrarme y recuperar la vida que tenía".

Pasear con Adnan por las calles de Khura, un pequeño pueblo en el que fueron destruidos 360 hogares, es como caminar por un laberinto de ruinas. Pero él se sabe de memoria los atajos y caminos alternativos para llegar a su casa. "Ocho de mis hermanos y hermanas son estudiantes universitarios. Somos conscientes del valor de la educación y de que esa es la única manera de mejorar nuestra situación", nos cuenta.

La entrada a la vivienda de Adnan no sugiere lo que encontraremos dentro, pues ha permanecido intacta. El interior está completamente expuesto a los elementos. Las bombas que cayeron sobre su casa de dos plantas destruyeron el hueco de la escalera interior y las paredes de las habitaciones, por lo que resulta imposible caminar por dentro sin caerse. "Cada cierto tiempo se vienen abajo otras partes del edificio. La casa está desvencijada, pero como los alquileres son elevados preferimos estudiar aquí hasta que llegue el invierno. Entonces nos iremos a vivir con familiares".

Adnan, como la Franja de Gaza tras la guerra, parece sereno desde el exterior. Piensa en un nuevo comienzo: es un estudiante universitario que mira hacia el futuro. Sin embargo, en su interior está destrozado por la pérdida, el dolor y los recuerdos.
Fuente: http://www.al-monitor.com/pulse/originals/2014/10/gaza-residents-struggle-after-israel-war.html#