Manifestación México
© Eduardo MirandaCenizas en la puerta de Palacio Nacional durante protesta por Ayotzinapa.
México es un pais atormentado por la inseguridad, el crimen y la corrupción. El último caso, vergonzoso como ningún otro, dejó a seis estudiantes normalistas de Ayotzinapa asesinados por la policía local en la ciudad de Iguala, Guerrero, y a otros 43 desaparecidos. Las investigaciones señalan a una banda local de narcotraficantes, "Guerreros Unidos", como los responsables directos de la ejecución de los estudiantes. Sin embargo, el cuadro empeora, ya que fue la policía local, aparentemente con el consentimiento del alcalde de la ciudad, quienes entregaron las víctimas al crimen organizado. El ahora ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, fue recientemente detenido junto con su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, en una casa en una zona desfavorecida de la Ciudad de México en donde se ocultaban. Increíblemente, Ángeles Pineda fue identificada por el líder de Guerreros Unidos como la principal operadora del grupo delictivo.

La inedulible conclusión es que en México la corrupción atraviesa a todos los poderes del estado. Por lo menos en ciertas localidades no hay distinción entre crimen y gobierno.

No es de sorprender entonces que la sociedad civil se movilice para manifestarse.


El enojo se ha incrementado ante las recientes declaraciones del procurador general, Jesús Murillo Karam, quien terminó abruptamente una conferencia de prensa sobre el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa con la frase "Ya me cansé". La frase resonó de inmediato en las redes sociales en línea con comentarios de usuarios justificadamente molestos ante el desdén del poder.

Fueron las mismas redes sociales y ciudadanas que convocaron en menos de 48 horas a dos manifestaciones frente a la Procuraduría General de la República y en el Zócalo, la plaza central de la Ciudad de México. Fue en este último sitio que el sábado 8 de noviembre, en el contexto de una manifestación que se comportaba de modo pacífico, un grupo de jóvenes con el rostro cubierto prendió fuego a la puerta del Palacio Nacional, que funge como edificio administrativo para el Presidente de la República.

Es interesante que miembros de la misma manifestación se apresuraron a gritar "¡Son provocadores, son provocadores!", y que la acción de los enmascarados no fue detenida por la policía. Es posible, entonces, que antes que solucionar el problema de la corrupción y la inseguridad, algunos elementos dentro del gobierno mexicano busquen recurrir a la estrategia del caos para desprestigiar el nuevo ímpetu de descontento y el hambre de justicia de la población.