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G.I. Gurdjieff
Albert Einstein definía con el término "psicología del sentido común" (PSC) todo el conjunto de nociones, esquemas y convicciones sobre si mismo, los otros y el mundo que nos rodea, que se inculcan en los seres humanos en sus primeros dieciocho años de la vida. Exactamente esa carga de nociones, esquemas y convicciones, es indispensable abandonar según G.I.Gurdjieff, para liberar "la mariposa" que se encuentra encarcelada en el interior de nuestra crisalida, la cual obstaculiza la transformación alquímica del "vil metal" de nuestra fragmentación interior en el oro de un "Yo permanente". Pero procedamos con orden.

Cada uno de nosotros nacemos dentro de una cierta cultura, dentro de un grupo de personas que comparten cierto sistema de valores y que gozan de un consenso fundamental de cómo son las cosas y cómo tendrían que ser.

El alcance primario de la educación consiste en plasmar y modelar "la arcilla psicológica" del niño con el fin de rendirla lo más posible de acuerdo a esos modelos de comportamiento que la sociedad ha establecido y definido como "normal".

La cultura y la educación interfieren muy pronto en este proceso natural, comenzando a construir presas, barreras, esclusas y canales para controlar la turbulencia de esos flujos, para dirigirlos a lo largo de camino preferenciales y sobretodo para confinar "los canales de atracción psíquica" (BaP) de cada individuo dentro de las porciones circunscritas de su territorio mental. Y son propias estas fronteras artificiales impuestas al territorio mental para definir y limitar de cuál es "el sentido común" (lo llamaremos "la región SC") relativa a una determinada cultura: cualquiera que sobrepasa estos límites no podrá más relacionarse eficazmente con el propio grupo social y dará lugar a los comportamientos "errante anormales" y que verá catalogado inmediatamente, en el mejor de los casos, como un inadaptado, un tipo excéntrico o transgresor, en el peor como un loco o un criminal. Será expulsado, encarcelado, combatido o rendido al silencio. En los casos extremos torturado absolutamente y mandados a la hoguera (hoy como mucho sólo psicológicamente pero con efectos análogos).

Por lo tanto sólo aparentemente estamos libres de pensar, desear e imaginar lo que queremos. En realidad toda nuestra vida mental es estrechamente confinada en el interior de nuestra región SC definida por nuestra cultura: y una prisión psicológica mucho más potente que cualquier prisión construida con piedra y barras metálicas, por la sencilla razón que de esta no somos para nada conscientes. Como un pez que no percibe el agua en la que está sumergido, esta prisión no la vemos para nada y mucho menos, sentimos la necesidad de escapar. De hecho, nuestro condicionamiento es tal que a veces ocurre, casualmente, que asomamos la nariz y enseguida se apodera de nosotros una sensación desagradable de vértigo, de culpa o de vergüenza por no saber definir el origen sino que clasificamos inmediatamente como sensaciones negativas tratando inmediatamente de suprimirlas. Sin darnos cuenta de que, con ello, suprimimos parámetros que fundamentalmente estimulan la exploración de nuevos territorios mentales que siempre han sido la base del ser humano el empuje creativo, de ese cambio de la perspectiva interna que en definitiva es el verdadero motor de la evolución y del progreso.