Cosas extrañas han estado ocurriendo en Argentina en los últimos tiempos. No hace falta ser un vidente ni tener la sabiduría de un oráculo para notar que se vienen desarrollando desde un tiempo atrás eventos que han obstaculizado el normal funcionamiento de este país.
Imagen
Durante el 2014, el litigio contra los fondos buitres, a los ojos de muchos observadores independientes y de otras naciones, constituyó una artera maniobra destinada a provocar un quiebre en el desenvolvimiento de un país que de por sí está pasando por un momento nada favorable.

Muchos justos reclamos hoy se le pueden hacer al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pero sin duda el curso trazado en los últimos 11 años por parte del liderazgo argentino ha ido fuertemente dirigido a fortalecer los lazos con sus países vecinos, a estrechar el vínculo comercial con países desalineados con el eje occidental encabezado por EE.UU. (como es el caso de Rusia y China), y a participar activamente y en favor del fortalecimiento de los BRICS. Además, Argentina, junto con otros países, han alzado la voz para defender la causa palestina y han denunciado la acción criminal de Israel en contra de ese pueblo.

Hace apenas unos días atrás fuimos testigos de un atentado en París contra la revista Charlie Hebdo donde 12 miembros del semanario resultaron muertos. Según las grandes cadenas masivas de difusión y varios medios más pequeños que operan como repetidoras de estos grandes conglomerados de la "información", el atentado fue llevado a cabo por un par de muy organizados terroristas islámicos en venganza por haber publicado unas caricaturas ofensivas contra el profeta Mahoma. Tras lo que pareció ser un montaje escénico al mejor estilo hollywoodense, los supuestos culpables fueron acribillados.

La respuesta masiva de la mayoría de las naciones del mundo fue, como bien marca la ortodoxia de estos casos, la condena de la brutal masacre enviando un "sentido" pésame para las familias de las víctimas, acompañada de una serie de palabras "alusivas" en favor de la libertad de expresión y de defender los derechos universales de Occidente de los ataques de los bárbaros musulmanes. Claramente cada líder interpretó este supuesto atentado como un ataque a la libertad de expresión, y lo repitieron hasta el hartazgo, utilizando prácticamente las mismas palabras, como si se tratase de leer un guión confeccionado de antemano.

Pero Argentina, junto con Venezuela, Ecuador y Bolivia, rompieron la monotonía de este cuadro global haciendo una condena formal al ataque sin demasiadas palabras y sin respetar el guión. Nada dijeron de ataque a la libertad de expresión, ni de defender los valores universales de Occidente, ni hubo palabras de odio y desprecio hacia la religión islámica, como sí las profirieron los líderes de la mayoría de los países primer mundistas de Occidente.

Inmediatamente después de que se expidieron estos países, el ejército mediático de la prensa occidental se lanzó al ataque. Andrés Oppenheimer, columnista del Miami Herald y El Nuevo Herald y "soldado" fiel a los principios neoliberales y sus más destacados representantes en el mundo, desempolvó su pluma y soltó su veneno:
La reacción oficial de Venezuela, Argentina, Ecuador y otros países latinoamericanos ante el ataque terrorista perpetuado por radicales islámicos contra la revista francesa Charlie Hebdo fue débil, por no decir vergonzosa: condenaron el derramamiento de sangre, pero sin denunciarlo como un asalto a la libertad de prensa.
¿Entiende el reclamo de fondo? ¿Cómo es que se animaron a salirse del guión?... ¡Qué insolencia! Sí o sí había que condenar a este hecho como un ataque a Occidente, como un intento de intimidar al mundo occidental, a "nuestra cultura de libertades".

Curiosamente este periodista menciona en el mismo artículo donde critica fuertemente al gobierno argentino lo siguiente:
[...] la débil respuesta de Argentina fue especialmente preocupante, ya que el país sufrió sangrientos ataques del terrorismo islámico en la década de 1990 contra el centro comunitario judío AMIA y la Embajada de Israel. Por ese motivo, Argentina debería estar a la vanguardia de la lucha internacional contra el terrorismo islámico.
Pocos días después, el fiscal Alberto Nisman, quien llevó adelante la investigación sobre el caso AMIA durante más de 10 años, hizo pública una denuncia contra Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de que supuestamente habría favorecido la firma en 2013 de un Memorando de Entendimiento entre Argentina e Irán para poder interrogar a los acusados en un tercer país y avanzar en una causa estancada desde hace 20 años. Según el fiscal, este convenio firmado con Irán obedecía al interés del Gobierno argentino "por el petróleo iraní".

La aparición en escena del fiscal con esta escandalosa denuncia explotó en todos los medios del globo. Los titulares en su mayoría eran acusatorios contra el Gobierno argentino y sugerían una simpatía de éste con el "mundo musulmán".

¿No les parece sospechoso que justo cuando Argentina decide "desobedecer" a los mandatos supremos del imperio se desencadene semejante escándalo? ¿No le suena extraño acaso que, justo cuando Argentina no se adhiere a las acusaciones y condenas contra todo el mundo musulmán y se le tacha de simpatizar con el terrorismo islámico, sale a la luz una denuncia de dudoso fundamento que refuerza justamente esa imagen pro-islámica del Gobierno?

Usted debe saber que Nisman, quien ahora tras su muerte ha sido prácticamente canonizado y elevado a la categoría de superhéroe, no es el prístino mártir que nos quieren hacer creer que era. La asociación Memoria Activa ha sido clara respecto a su opinión sobre el fiscal:
Memoria activa repudió "el uso y abuso que se ha hecho de la causa AMIA en estos 20 años, para dirimir cuestiones políticas que nada tienen que ver con la búsqueda de verdad y justicia", y recordó sobre Nisman que han pedido, "en los últimos años, en reiteradas oportunidades, su remoción con claros y rotundos argumentos y nada ha sucedido".

"El caso sigue impune, el encubrimiento sin juicio oral y un proceso lleno de obstáculos", afirmaron en el comunicado firmado por la presidenta de Memoria Activa y su Secretaria General, Adriana Reisfeld y Diana Malamud, respectivamente; y recordaron que la causa sigue "sin ningún avance desde hace más de 15 años".

La presentación de Nisman "del día de ayer ante la justicia claramente refiere a una interna dentro de los servicios de inteligencia, a la que aparentemente le ha dedicado los últimos años", destacaron. "Si el dictamen es verdad, es terrible y si es mentira es terrible también".

"La causa AMIA necesitaba de un fiscal competente y que representara los intereses de las víctimas, no de los encubridores", sostuvieron, al tiempo que reclamaron la "voluntad política para que el juicio oral por el encubrimiento se lleve adelante, para nosotros, hoy, única posibilidad de tener una luz de verdad y justicia".
Resumiendo, Nisman levantaba serias sospechas de corrupción y de quizá estar al servicio de alguien más como herramienta política.

El domingo 18 de enero hallan el cuerpo sin vida del fiscal en su apartamento en medio de una escena que aparentaba ser un suicidio. El descrédito respecto a la posibilidad de que fuera un suicidio rápidamente se extendió por todos lados. Para muchos, los primeros sospechosos eran los blancos de la denuncia del fiscal, pero esto es tan ridículo como absurdo. ¿Qué clase de idiota mandaría a matar a alguien en la condición de Nisman? Eso no haría más que incriminarlo directamente... ¡Oh, esperen! ... ¿Y si eso era lo que querían? ¿Y si buscaban incriminar al Gobierno argentino? La hipótesis realmente parece admisible: Argentina es hoy, sin duda, uno de los países que intenta zafarse de la hegemonía occidental. Occidente no está dispuesto a perder uno de los países más ricos en recursos de su patio trasero. El único modo de cambiar el rumbo es reemplazar al actual Gobierno por uno más afín a la agenda occidental. Así que provocar semejante escándalo en un año en donde habrá elecciones dentro del país es, sin duda, un buen golpe.

Lo interesante también resulta ser el circo mediático que se creó en torno a la muerte del Nisman. El multimedios Clarín, acérrimo enemigo del Gobierno y posesión de un grupo de acaudalados millonarios vinculados en el pasado a los golpes militares y la desaparición de personas, fomentaron una marcha por Nisman el 19 de enero y movidas tras el eslogan "yo soy Nisman" o "Je suis Nisman". Otro elemento más que sutilmente sugiere que este asunto se relaciona con la negativa del Gobierno argentino a doblegarse sus "patrones" mostrada en el atentado en París.

Por lo pronto, debo decir que las palabras expresadas por la Presidenta argentina hace apenas unas horas señalan claramente que el Gobierno está haciendo una lectura a mi juicio bastante certera de los hechos que se están desenvolviendo en este momento. Citando sus propias palabras expresadas en una extensa carta publicada en su sitio web:
La denuncia del Fiscal Nisman nunca fue en sí misma la verdadera operación contra el Gobierno. Se derrumbaba a poco de andar. Nisman no lo sabía y probablemente no lo supo nunca. La verdadera operación contra el Gobierno era la muerte del Fiscal después de acusar a la Presidenta, a su Canciller y al Secretario General de La Cámpora de ser encubridores de los iraníes acusados por el atentado terrorista de la AMIA

[...]

Lo usaron vivo y después lo necesitaban muerto. Así de triste y terrible
Yo no soy ni opositor al Gobierno ni tampoco uno de sus incondicionales, sólo soy un observador y me voy a permitir en esta ocasión manifestar mi total apoyo al Gobierno argentino. Coincido con la lectura que el Gobierno está haciendo de los eventos recientes y espero que realmente pueda resistir a lo que parece estar convirtiéndose en batalla encarnizada por realinear a Argentina con el eje imperial de Occidente.